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miércoles, 24 abril, 2024
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Las reformas de peñanietistas: ¿Dónde está la modernidad?

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Por: CAROLINA HERNÁNDEZ CALVARIO • Araceli Rodarte •

En lo dicho por los representantes mexicanos, actualmente se está legislando en un esfuerzo por “modernizar” al país. ¿Pero qué tan moderno pueden ser esos esfuerzos cuando se asemejan mucho a los vistos en la época porfirista de finales del siglo 19? La política económica de Porfirio Díaz se caracterizó por una gran campaña de expropiación de las tierras comunales y de sometimiento político de los pueblos, cuyos beneficios a menudo fueron para los grandes grupos económicos mexicanos y los inversionistas extranjeros. Y hoy, 2014, nuevamente bajo un discurso “modernizador”, la dirección parece ser la misma.

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Entre los compromisos que el Gobierno mexicano de principios del siglo 20 tenía con los inversionistas extranjeros se encuentran: 1) el pago de subvenciones por las inversiones riesgosas que se efectuaran en el país (principalmente en los sectores ferroviario y energético); 2) el aprovechamiento gratuito de las tierras “indispensables” en el proceso de  producción que los habían traído al país; 3) el marco jurídico que les autorizara la barata  utilización de la fuerza de trabajo de las poblaciones cercanas a sus platas de inversión y; 4) la exención del pago de impuestos durante determinado periodo a sus capitales, así como de derechos aduaneros a los materiales importados; en varios casos, permitirles organizar su propia policía al interior, con las mismas atribuciones que las policías del Estado.

Cualquier parecido con la actualidad no es mera coincidencia ya que ambas políticas económicas postulan como vehículo de crecimiento del país, el crecimiento hacia el exterior y con ello el aumento de la inversión extranjera como medio para hacer crecer la industria. El señor Limantour, director de la política económica de México durante el Gobierno de Díaz, creía que abriendo de par en par las puertas al capital del exterior, se resolverían todos los problemas. El señor Videgaray concibe como medida necesaria para el crecimiento del país dar todas las facilidades y más a la entrada de inversión extranjera.

Ahora bien, si la política actual presenta tanta cercanía con la registrada hace dos siglos, el gobierno que actualmente encabeza el país debe tener conciencia de las inconsistencias tanto económicas como políticas y sociales que en aquellos años se vivieron en el país. Recordemos que a partir de 1877, se registraron de forma creciente movimientos y rebeliones agrarias, se publicaron numerosos manifiestos y peticiones en los periódicos de circulación nacional relacionados con la resistencia activa de los grupos campesinos y obreros más afectados por las reformas impuestas. Como ejemplo de la afectaciones a la propiedad de las tierras recordemos que “de cada 55 incidentes (relacionados con la posesión de tierras) registrados, sólo cinco (9.1%) tuvieron lugar a más de cuarenta kilómetros de alguna línea de ferrocarril o de la ruta de un ferrocarril a la que el Gobierno Federal había dado una concesión; aproximadamente 60% de los casos (32 de los 55) había ocurrido a menos de veinte kilómetros de alguna línea real o proyectada de ferrocarriles” (Gilly 2007: 44). Más aun, se registraron más de 250 huelgas durante el porfirismo, entre las que destacan las de Cananea y Río Blanco por los niveles de represión bajo las cuales fueron sometidas.

En resumen, así como las políticas reformadoras de Porfirio Díaz, que decían buscar la modernización del país fueron contrarias al interés de la República, volviéndose una de las causas principales de la Revolución Mexicana de 1910, las políticas modernizadoras del gobierno de Peña Nieto, sin duda gestan la inconformidad social en una época en la que el país registra tasas de crecimiento mucho menores a las registrada en los primeros años del siglo 20.

Otra coincidencia entre ambos periodos son las reducciones salariales registradas: durante el porfiriato, el salario en México se contrajo en cerca de 30%.Con lo cual no resulta insostenible afirmar que al comienzo del siglo 20, cuando se hablaba de “paz, de orden y progreso”, cuando se creía que en México se caminaba seguro y con celeridad hacia adelante, la gran masa de la población padecía hambre, pobreza y represión.

Bajo este brevísimo resumen de la política ejercida durante la época liberal encabezada por Porfirio Díaz, importantes analistas de la Revolución Mexicana describe la historia del México porfiriano como la historia del prolongado equilibrio dinámico que transcurre  entre dos revoluciones: 1) la Reforma (1856), que le da origen y engendra las condiciones de su existencia, crecimiento y expansión; 2) la Revolución Mexicana (1910), engendrada por la crisis en que desembocan y buscan resolver las contradicciones inherentes a ese proceso.(Katz 2004; Silva Herzog 2012; Gilly 2007). Así, a pesar de los mensajes emitidos por el gobierno mexicano, la prensa nacional (con sus destacadas excepciones) y la opinión pública que apuntan a que el país se encuentra en vías de la modernización le dará la solidez para alcanzar el desarrollo, cabe recordar la declaración hecha por Karl Bünz, embajador de Alemania en México en vísperas de la Revolución: “Considero, al igual que la prensa y la opinión pública, que una revolución general está fuera de toda posibilidad” (Katz 2004: 7). Por eso y más, nuestros legisladores no deben olvidar que el progreso de un país se mide por la situación de sus clases populares. ■

 

Referencias

Gilly, Adolfo. 2007. La revolución interrumpida. Era, México.

Katz, Friedrch. 2011. De Díaz a Madero. Orígenes y estallido de la Revolución Mexicana. Era, México.

Silva Herzog, José. 2012. Breve Historia de la Revolución Mexicana. Fondo de Cultura Económica, México.

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