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jueves, 28 marzo, 2024
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Subjetivaciones rockeras / Dos consideraciones

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Por: FEDERICO PRIAPO CHEW ARAIZA •

1.

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A través de la mayoría de los textos con los que he participado en esta sección, he tenido la intención de decir que hablar de rock no es únicamente referirse a grupos, discos o canciones, aunque es una de sus partes fundamentales; tampoco es, como se quiso hacer ver durante algún periodo de nuestra historia actual, referirse a una expresión motivadora de violencia, drogas o libertinaje sexual. Hablar sobre este género es referirse a un ámbito en el que converge un gran número de corrientes de pensamiento, de posturas ante la vida y, por qué no, ante la muerte; cada subgénero, cada estilo refiere una forma de ver la realidad.

Aunque respeto a todas esas maneras de pensar, en realidad no pretendo justificarlas, ya que no estoy de acuerdo con algunas de ellas y otras, simple y sencillamente, no me gustan o no llaman mi atención en lo más mínimo. Creo que el momento en el que se pensaba que el rock era un género musical menor, quedó superado hace ya algunas décadas, y que otras expresiones musicales ajenas al rock han demostrado mayor proclividad a las drogas, a la violencia o al sexo no libre, sino animal. Sin embargo, veo también con cierta tristeza como algunos movimientos rockeros, en especial uno, parece querer ganar terreno, afortunadamente con poco éxito; se trata de un movimiento que aglutina grupos bastante malos, empeñados en manifestar mensajes de intolerancia, que nos dejan ver que muchos lastres sociales que ya se creían superados siguen latentes en algunos sectores de la sociedad.

Me refiero al denominado hate rock o rock de odio, que es una expresión que utiliza la efectividad de la música para transmitir mensajes de intolerancia, racismo y antisemitismo, especialmente a sectores juveniles o adolescentes, ya que como lo dice (no sin algo de razón) William Pierce, líder neonazi, en un artículo publicado en la página de Internet ADL.org, titulado Rock de odio: Nueva herramienta para los racistas y antisemitas: “La música nos habla en un nivel más profundo que los libros o la retórica política: la música habla directamente al alma.” Siempre he creído que el rock posee un carácter humanista, y en la medida de mis posibilidades, he tratado de destacarlo, aunque también he mencionado que en él no podemos hablar de blancas palomas, que su naturaleza es rebelde, contestataria, irreverente, provocativa, pero, ante todo, libre. Soy también un convencido de que cualquier manifestación de desprecio hacia otras formas de creer, pensar o vivir, por más que lo pretendan, no tendrán jamás justificación. Pienso que es lamentable que exista este tipo de movimientos en el rock, y a eso agregarle que los grupos sean realmente malos.

 

Rock 2_9 julio 14

 2.

En una de mis participaciones anteriores hablé acerca de las nuevas formas de escuchar música, estilos que en mi adolescencia y juventud jamás imaginé, de hecho, a lo que más llegué en esos momentos de mi vida fue a quemar un disco compacto. Después llegaría la digitalización del sonido, el MP3, las radios online y el YouTube. Ahora nos es posible armar listas de reproducción de cientos de horas, o sea que, si nos lo propusiéramos, podríamos escuchar música continua por días enteros sin interrupción, a diferencia de los discos y casetes de antes, que nos limitaban el tiempo a máximo 90 minutos divididos en dos momentos, porque teníamos que darle vuelta al disco o cambiar de lado el casete, es decir, estábamos limitados en la cantidad de piezas musicales.

Ahora, gracias a los avances de la tecnología, y en especial al Internet, se puede acceder a una gran cantidad de piezas musicales del estilo que nos plazca, incluso podemos encontrar rarezas discográficas que en su momento pensamos que jamás volveríamos a escuchar. La red se ha convertido en un inmenso territorio en el que, con la debida atención y cuidado, podemos encontrar verdaderos tesoros de múltiples tipos, no sólo musicales. De hecho, no deja de sorprenderme (aunque procuro ser discreto) el que ahora se pueda llevar una videoteca inagotable en el bolsillo del pantalón, y acceder a ella en el momento en el que a uno le plazca, siempre y cuando haya acceso a Internet Wi Fi. Muchos de los más jóvenes ahora conocen a sus grupos predilectos mediante videos por Internet. No olvidemos que, para bien o para mal, nuestra sociedad actual es “preponderantemente” visual, así que no es de extrañar que una importante cantidad de muchachos se pasen horas frente al monitor de su computadora o de su teléfono, disfrutando los videos de sus bandas favoritas.

Podría decir que lo anterior no está nada mal, qué bien que la música se haya democratizado a tal punto, y que los avances tecnológicos nos permitan acceder a los videos de nuestras rolas favoritas o a los conciertos de las más importantes bandas del planeta. Sin embargo, creo que se perdieron otros factores que le añadían un plus a lo que escuchábamos. Anteriormente solíamos escuchar discos completos de nuestros grupos, y si nos gustaba, esperábamos con ansias el segundo elepé, para descubrir las sorpresas que nos aguardaba. La costumbre de escuchar discos completos nos llevó a descubrir que en la generalidad de los casos, el segundo disco de una banda era el que marcaba el destino de la misma, es decir, si la segunda producción discográfica resultaba un fiasco, el grupo estaba condenado a desaparecer, pero si era mejor que el primero, su destino era glorioso. Hoy, por lo regular, no se acostumbra escuchar discos, sino ver canciones aisladas, al gusto del espectador; eso hace que sean poco conocidas las discografías, y que las bandas se consoliden por una serie de éxitos aleatorios.

Ver los videos de nuestros grupos favoritos no deja de ser divertido, además de un privilegio; recuerdo que en mi infancia estábamos “sujetos” a lo que programaba el famoso Video Rock, que conducía la eterna joven y guapa Gloria Calzada, y no obstante, estábamos allí, casi religiosamente, atentos a ver casi siempre los mismos clips; tiempo después llegó la televisión por cable a nuestras vidas y todo cambió, ahora teníamos MTV Latino y al poco tiempo surgió Tele Hit, que en un principio resultó ser una seria competencia para la televisora gringa (hoy, con todo respeto, no soporto ese canal). Por fin teníamos más opciones para ver música por video, pero esa opción no había sustituido ni a los discos ni a los casetes, ¿por qué? A eso voy. Si hoy tenemos la enorme posibilidad de ver los videos de nuestros grupos favoritos, hasta de los que creíamos que no los tenían, ¿cuál es el problema?, pues el que le es inherente a la pantalla: Atenta contra la capacidad de imaginar.

¿Quiénes de los que más o menos comparten mi generación no recuerdan el placer de escuchar un disco completo, de principio a fin? (y el escucharlo sin intermedios fue lo que más le agradecí al cedé) Al oírlo con la debida calma, teníamos, entre otras posibilidades, la de cerrar los ojos y recrear en nuestras mentes ya sea paisajes sonoros u otras ideas que nos inspiraba la música; y allí está la clave, la música cuando va sin video, tiene la capacidad de inspirar, nos invita a crear, a producir, a realizar actividades que, viendo la pantalla, pasarían totalmente desapercibidas. Mientras anteriormente, al escuchar un disco, nos estimulábamos para hacer un dibujo, escribir un poema e incluso estudiar, ver un video nos obliga a estar única y exclusivamente atados a la pantalla; insisto, es el mal inherente al monitor (salvo cuando vemos una buena película o un documental). Entonces, ¿a dónde quiero llegar? Sencillo, a recomendar escuchar más música que ver videos. Digo, es una sugerencia.

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