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martes, 16 abril, 2024
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Tortas japonesas

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Por: HERÓN EDUARDO DOMÍNGUEZ • Araceli Rodarte •

Un remedio de lo más eficaz contra el pesimismo y la depresión que tan injustificadamente, según las cifras oficiales, a veces nos afectan, es intentar ver las cosas positivamente, un poco a la manera del protagonista del filme italiano de los 90  La vida es bella, que gracias a su particular punto de vista pudo vivir feliz confinado en un campo de concentración de la Alemania nazi.

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Instalados una vez en ese mirador podríamos acaso visualizar  la ya famosa Toma de Zacatecas por la División del Norte no como la mayor catástrofe sufrida por nuestra ciudad en  su centenaria existencia sino la ocasión para la celebrar como corresponde, cien años después,  la mayor pachanga registrada en los anales de una larga historia.

Las cosas así ¿qué importancia pudieran tener algunos  doce o trece mil muertos, mujeres y niños incluidos (muy incluidos), o sea una décima parte de los ocasionados hasta ahora por la fructífera guerra Calderón-Peña contra el crimen etcétera; y la desaparición definitiva de nuestro estado del panorama económico nacional,  que no compense toda una temporada de festejos con las actuaciones estelares  de  Vicente Fernández, Eric del Castillo, Pepe Aguilar,  la Sonora Montonera y un largo etcétera; amén de una enorme representación de la susodicha batalla y la inauguración por el mero mero de un gasoducto propiedad de particulares  (Cervecería Modelo) costeado con dinero público;  todo ello a un costo que no rebasa, o por lo menos no mucho, los 500 millones de pesos? Así según algunos exigentes hubiera faltado Platanito.

Imposible no les ajustaran  cuentas al doctor Mireles y autodefensas que lo acompañan en Michoacán,  habida cuenta no sólo hicieron salir corriendo a  operadores tan valiosos como la Tuta y sus “templarios” sino  renunciar al caballeroso gobernador Vallejo;  y es que  a menos que ellos mismos  la ocasionen la renuncia de un colega no es algo que los socios y compadres puedan tranquilamente tolerar; por lo que en este caso se impone  un castigo real y verdaderamente ejemplar.

Jugamos como nunca… ■

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