23.1 C
Zacatecas
jueves, 28 marzo, 2024
spot_img

El Canto del Fénix

Más Leídas

- Publicidad -

Por: SIMITRIO QUEZADA • Araceli Rodarte •

Contra el espíritu humano como mero concepto

- Publicidad -

Escribir sobre “espíritu humano” como mero concepto se me antoja una trampa. Me resulta demasiado vago y riesgoso, como si escribiera del espíritu cristiano, el espíritu de Occidente, el espíritu de modernidad, incluso algo con nombre absurdo como el espíritu zacatecano, el espíritu de la batalla de Zacatecas en 1914, el espíritu del Colegio Cabot… ¡Vaya! Incluso el espíritu de los ateos.

En efecto, pueden escribirse mil cosas o ninguna, o aventarse una perorata que disfrace que muy poco tiene por decirse.

No enumeraré idealismos ni utopías. No diré: el espíritu humano nos obliga a ser así y así y así. No quiero hablar de lo que se debe ser. No quiero. Con cuartillas repletas de teorías idealistas podemos llenar todo este periódico.

Prefiero compartir esto: Tras leer varios textos sobre espíritu humano, rescato como primera consideración que, si existen grados en la vida, ellos pueden simbolizarse en tres fases: nacer, crecer y producir.

En efecto, busco proseguir este camino de lucha donde la lucha lleva el papel principal, pues es la que ha dado, da y seguirá dando el sentido a mi existencia. Me abro, les comparto: soy imperfecto, busco que la virtud sea mi estrella polar. Amo la enseñanza, dejar en otros parte de lo que incorporo en mí durante mis horas en soledad. Amo las palabras, reflejo de nuestro pensamiento y la loca imaginación. Amo cantar con mariachi o karaoke o conjunto norteño no por los aplausos que recibo sino por el poder de lanzar mi voz como si fuera una cometa roja de la que pende un hilo… y prendidos a ella papeles coloridos.

Amo al amor, que si no duele no es amor; y al amar, que si no tiene algo de tortura no sirve como realización. Amo la vida hogareña, donde me apropio de nuevas fuerzas, y a la lluvia, que parece renovarme, y a besar mujeres bajo la lluvia, que es como si bautizara a la pasión que me mueve más en momentos únicos.

Amo a las guitarras por su forma y a las mujeres por su carácter. Amo a mis padres por lo que me dieron y a mis hijos por lo que quieran o no darme en los próximos años. Amo los chabacanos y los garambullos, a mi máquina de escribir y a acabar con mis defectos. Amo pulir mi personalidad y mis potencias, y recordar que los triunfos del mundo son fatuos comparados con las grandes e íntimas conquistas del interior.

La vida puede ser considerada una búsqueda determinada que da como resultado una forma de vida determinada, cada consecuencia de acuerdo con su causa. Con todo, considero que la odisea va más allá, por todo el carácter humano que he intentado resumir con mi experiencia. Para mí, vivir el espíritu humano es simplemente vivir, pero de veras vivir, caminar despierto, con todas mis honrosas cimas elevadas y mis vergonzosas simas más oscuras y pútridas.

Permítanme establecer una paráfrasis respecto a una frase atribuida a Sócrates o Séneca: “No tienes que filosofar para entonces ser libre; tienes que ser libre para entonces filosofar”. Nosotros no tenemos que ser humanos para entonces ser libres; más bien tenemos que ser libres para entonces ser humanos.

Quiero dejar aquí una maldición: Malditos sean aquéllos que de entre nosotros sólo seamos autómatas, cuyo carácter de humano sea sólo disfraz que se quita y se pone. Malditos quienes no despertamos sospechas de tener nuestra profundidad y virtud más fuerte que la que en el mundo cotidiano se ve.

En su cuento El silencio de Dios, escribe Juan José Arreola: “Veo a los niños que beben voces contaminadas, y a la vida como nodriza criminal que los alimenta de venenos. Veo pueblos que disputan las palabras eternas, que se dicen predilectos y elegidos”.

Frente a este panorama ¿dónde estamos nosotros? ¿qué estamos haciendo?

 

[email protected]

- Publicidad -

Noticias Recomendadas

Últimas Noticias

- Publicidad -
- Publicidad -