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jueves, 25 abril, 2024
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El Celibato Sacerdotal: origen y debate actual (Segunda parte)

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Por: MARCO ANTONIO TORRES INGUANZO • Araceli Rodarte •

¿Por qué la iglesia ortodoxa sí acepta el matrimonio opcional en sus sacerdotes y la romana no? Esta pregunta guía nuestra reflexión de las causas que llevan a la iglesia romana a prohibir el matrimonio sacerdotal a partir del siglo 12. La iglesia ortodoxa define desde un concilio en 692 dC su postura definitiva sobre el tema: se puede ordenar a hombres casados, quien se ordene siendo célibe así queda para el futuro, y los obispos son escogidos de entre la comunidad de monjes, de tal manera que también son célibes. El argumento de imponer a todos los sacerdotes el celibato “para mayor seguimiento de Cristo”, cae por los suelos cuando se revisa con calma el contexto histórico en que fue impuesto el celibato obligatorio.  Sale a la claridad del día el motivo que llevó a dicha imposición: fue un medio de conseguir el objetivo político que en ese momento inundaba la preocupación de la jerarquía eclesial; a saber,  impedir que el emperador (y todo el poder laico) tuvieran capacidad de entrometerse  en la elección de obispos y en toda la vida interna de la iglesia. Para liberarse del poder del emperador y la nobleza, era necesario separar los dos órdenes, de tal manera que el poder interno de la iglesia estuviera a salvo del poder imperial. Y a su vez, una manera de hacer esto último fue garantizar que los sacerdotes dependieran absolutamente del poder papal y no tuvieran lazos con “el siglo”.

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El celibato permitía que los sacerdotes rompieran sus vínculos con los asuntos temporales y tuvieran como único referente de poder al propio papado. En términos históricos este trance empezó en la llamada “guerra de las investiduras” que protagonizaron el Papa Gregorio VII  por un lado, y el Rey del Sacro Imperio Romano-Germánico, Enrique IV, por otro. El conflicto llegó a ser tan fuerte que el Papa excomulgó al emperador; y el emperador estableció un segundo papado. La disputa, al final del día, la ganó el Papa, que consiguió su objetivo: la unidad de la iglesia bajo el mando único del Papa. Con este resultado es que sólo el Papa puede ordenar clérigos, sólo él puede poner obispos (dejan de ser electos y/o a manos del poder temporal), y sólo él convoca sínodos. Con estos resultados la iglesia se convierte en una monarquía absoluta. La iglesia se separa del poder temporal, pero también se separa del pueblo: se clericaliza.

La iglesia deja de ser “la asamblea de los fieles” y pasa a ser  una organización jerárquica de clérigos. Desde entonces, con la separación radical entre clérigos y laicos, el pueblo de fieles está totalmente excluido de las decisiones internas de la iglesia. La idea de “iglesia” existente en el cristianismo de los primeros años (como a la que se refiere Pablo), de “asamblea de miembros” deja de existir. En suma, es por esta razón política que se impuso el celibato como obligatorio en la iglesia romana y no en la ortodoxa, porque Grecia o Constantinopla tienen otro contexto político.

Pero no sólo se abandonó la idea original de iglesia, que se identificaba a  “vida comunitaria”, sino que también se vació la consigna de construir en pequeño el reinado de Dios; y en lugar de esto último, se centró  la vida religiosa en la práctica ritual. Es en este mismo contexto en el que surge el culto eucarístico: la idea de que Cristo está sustancialmente en la ostia, apoyados en la idea griega de transubstanciación. Antes de esto, la llamada “fracción del pan” era únicamente el recuerdo o rememoración de aquel acto fundacional de Jesús antes de morir. Y como el sacerdote iba a administrar ese ‘sacramento’, pues era importante que aquel no fuera impuro; y a su vez, como hay una identidad muy cultivada entre impureza con sexualidad, era urgente que el sacerdote fuera casto. Es en este entorno, que a los sacerdotes se les empezó a llamar “cura de almas”, porque su trabajo era más el cuidado de las almas a través del cumplimiento ritual, que el trabajo por la construcción del reinado de Dios entre los hombres.

Como podemos observar, al inicio de la baja edad media, se forma el tipo de cristianismo que ha llegado hasta nuestros días, y que es el que ahora hace crisis. Es no sólo el celibato obligatorio, sino un cúmulo de rasgos que van necesariamente juntos: poder absoluto del papa, celibato y reducción ritual. Lo que en seguida ocurre fue concretar cada vez más esta modelo aquí nacido: en Trento se instituyen los seminarios como ‘fábrica’ de curas de acuerdo a este perfil (célibe, obediente y ritualista); y en 1870, se establece la así llamada “infalibilidad del Papa” Así es: ¡se le declara infalible!  Todas estas medidas dan continuidad a ese modelo.

Ahora mismo, con la crisis de la cristiandad, al poner en entredicho el celibato obligatorio, también se cuestionan los demás componentes del modelo, y surgen otras preguntas: ¿la iglesia debe ser una monarquía absoluta: es el modelo de iglesia más evangélico?, ¿la vida religiosa se reduce a la ritualidad, o se debe regresar al impulso del reinado de Dios?, ¿se debe romper la división entre clérigos y laicos y hacer estructuras de organización de los fieles más horizontales? Es decir, se debe pensar en las reformas de la iglesia de acuerdo a un criterio: regresar al espíritu evangélico del cristianismo primitivo y cuestionar todos los añadidos medievales que sean realmente insustanciales y sólo son móviles de control despótico. ■

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