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viernes, 19 abril, 2024
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¡Las asambleas municipales enteradas!

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Por: MIGUEL ÁNGEL AGUILAR •

  • Historia y poder

La tremenda historia de nuestro Zacatecas da para que nuestros corazones se calmen y sientan el alivio de que en los ayeres hubo quien se preocupara por los más pobres sin sentir la caridad cristiana, sino el deber republicano de atender con urgencia a quien necesitaba del apoyo del estado y su soberanía.

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Nombre de la Historia: todas las desventuras estaban en el eco de los siglos que culminaban en atestiguar el nacimiento de los niños zacatecanos en un mundo apenas descifrable: afuera, minas polvorientas, calles atestadas de mendigos, el robo, el crimen, la estafa a gran escala en las altas esferas de los gobiernos insultantes, pero también, de maestros y médicos con sentido social de su historia, el amor al prójimo, el erario bien gastado, sin reducciones, sin restricciones y vaya que los hubo.

Que unos y otros escondían la cifras alarmantes donde la lepra era el testimonio de las pobrezas más lacerantes y en cuya piel el pueblo zacatecano sufría aceptando el castigo de Dios ante la miseria de sus días y de los siglos y los escondían en los lazaretos municipales y aunque hoy en día siguen haciendo temblar a las poblaciones zacatecanas, siguen hacinados en el territorio donde se refugian esperando alivio a sus dolores.

Que  el prócer Tata Pachito fue sin duda alguna ejemplo nacional de cómo hacer el bien a los demás prodigando escuelas, reparto agrario efectivo, políticas sociales sin adornarse en la cúspide del aplauso y la lisonja, sino en cambio, ser un hombre de su tiempo que ayudaba sin descanso: hacia 1829 promulgó y decretó leyes que siguieran la conducta ideal para que los caminos de la patria chica tuvieran obras de realce efectivo: comedores populares, trabajo bien pagado, cero tolerancia a las gavillas, por algo es considerado el padre del Federalismo y sigue despertando simpatías en la conciencia nacional republicana. Vacunó a 40 mil niños zacatecanos, creó uno de los primeros bancos del mundo, hizo historia singular y sin parangones en nuestra tradición.

Que “el ser extranjero es una especia de desgracia y la desgracia excita siempre la simpatía de las almas nobles” rezaba un código en el Código Moral de los zacatecanos y como nuestra ciudad y estado era siempre en la constante visitada por gente de todo el mundo, se vertía incesantemente el dar el ejemplo a quienes nos visitaban y se quedaban contribuyendo a la generosidad de un pueblo como el nuestro siempre dispuesto a dar la mano a quien lo solicitaba.

Que en 1916 las cárceles zacatecanas eran de las peores del país por el maltrato a sus moradores pues debido a la faltas efectivas de oportunidades en el trabajo, la educación o el decoro, incurrían constantemente en los abusos del alcohol , de las drogas y el crimen y el arrebato eran la constante en un submundo acorralado por la desesperanza: cuentan las crónicas de que los mismos reos “maltrataban, arrestaban, violaban y asesinaban a sus mismos compañeros” sin que nadie pudiera hacer algo y los que sobrevivían “se callaban ante el miedo de sus verdugos”. Las autoridades de la época sólo miraban y aunque algunos trataban de mitigar tamañas desgracias, solo acertaron en “separar a los niños de los adultos” de tan tenebrosas celdas.

Que fue peor pues los niños delincuentes de Zacatecas quedaron “hacinados en un pequeño corralón” donde el frio, la suciedad y la promiscuidad era cosa de alarmarse y de advertir que era infame el remedio que la enfermedad en una etapa en nuestra historia por demás irrenunciable: la explotación del hombre por el hombre, el hombre lobo del hombre, el castigo ante la avaricia de los demás, el dolor más agudo, más punzante, más tenebroso.

Que hacia 1917 eran alarmantes el número de pordioseros e indigentes en nuestra ciudad que la comunidad Alemana en Zacatecas reunió la generosa cantidad de 2 mil 675 pesos para aliviar una vez más su penosa situación de enfermedades, hambre colectiva y frio. Los pobres seguían extendiendo su mano callosa y temblorosa.

Que en 1918 nuevamente los médicos de la ciudad junto a las asambleas municipales enteradas suplicaron a los cielos y a la inteligencia civil, parar los altos índices de una de las peores enfermedades que se tenga memoria: la sífilis, ya que de 300 “mujeres públicas” 200 o más son infectadas por tan terrible mal que dejaba muerte en los camposantos, dolor en los hogares, sufrimiento real en los enfermos y las cifras ahí están, ahí siguen: en enero 4, febrero 17, marzo 29, abril 28, mayo 39, junio 46, julio 86 y así en el calendario del horror donde quedan ciegos, heridos de muerte, cadáveres  y llanto entre sus calles.

Que  constantemente se repetía que “la salud del pueblo es ley suprema” hacia 1919 y por lo que se clausuraron todos los templos de la ciudad debido a la gran epidemia de la influenza española y que lograba diezmar a la población en sus deseos de multiplicarse y de ganar un espacio limpio, fresco, libre de enfermedades tan engendradas en su milenario código genético.

Hacia 1928  un nuevo censo de la población daba sus resultados: 6692 hombres, 8770 mujeres, de entre ellos y ellas, 4729 menores de 15 años.

“Traficantes de su cuerpo” decía  de las mujeres prostitutas zacatecanas el oficio de un médico de la ciudad que pedía a las asambleas municipales capitalinas cesara la indolencia ante la gran cantidad de enfermedades venéreas que atosigaban a ambos sexos, por lo que urgía de “verdadero trabajo en pos de desvanecer tan alarmantes cifras” que dejaban muertos en los camposantos, gastos onerosos para las autoridades sanitarias, falta de mano de obra barata y eficiente, cese al trabajo “peligroso de enfermeras que tienen que atender a los suplicantes”.

Hacia 1929 aconteció una matanza de perros en nuestra ciudad como no se tiene memoria en los anales de su digna historia y ante la advertencia de que  en el circular número 138 de la asamblea Municipal de “no se dejará salir a la calle ningún perro si no es con bozal que se le impida morder” ya que de no hacerlo, “todo perro  que  se encuentre sin bozal será muerto por los agentes de policía” y es así que cientos de canes fueron muertos en el acto, dolorosamente colgados delante de niños y transeúntes y en medio de los ladridos  de dolor y de angustia.

Cada lunes estoy en nuestra hermana Radio Zacatecas al punto de las 4 de la tarde en un programa ambientalista, la respuesta ha sido generosa pues mi contribución es apenas señalada por signar los rumbos en que nuestra historia ha sido por demás milagrosa y entendible: que hace 120 años ya había en nuestra ciudad “sociedades protectoras del árbol, del no maltrato a los animales y del cuidado del ambiente” y me da gusto por las compañeras Erika Corona y de  Claudita, pues mi tarea arrecia en que tenemos memoria de la historia y del cuidado que deberíamos optar por lo que vivimos en nuestra gran ciudad contaminada.

Saludos a la doctora Mariana Terán fuentes, al maestro insigne Marco Antonio Flores Zavala, y al gran José Enciso Contreras, por su entera contribución sin miramientos a la historiografía popular zacatecana. ■

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