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viernes, 19 abril, 2024
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Subjetivaciones rockeras / Elitista, mas no hermético

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Por: FEDERICO PRIAPO CHEW ARAIZA •

Como lo he mencionado en anteriores ocasiones, pienso que el rock, por naturaleza propia, es elitista, mas no hermético, o sea que dicha élite no está cerrada para quien desee pertenecer a ella; cualquiera que se sienta profundamente conmovido y convencido por él, puede, si así lo desea, considerarse rockero; nunca se ha tratado de una corriente a la que se puede acceder sólo si se cumple con ciertos requisitos. El rock, especialmente desde mediados de la pasada década de los 60, y en concordancia con su naturaleza artística, ha pugnado por la libertad y la tolerancia, principios que gestaron el hippismo, movimiento que, quiérase o no, marcó un importante paradigma en las sociedades occidentales.

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Lo anterior lo comento porque, a pesar de que dichos ideales permearon en todas y cada una de las expresiones del rock, lamentablemente no han dejado de manifestarse ciertos tipos de purismos en algunos de sus estilos, mismos que en un nivel extremo, suelen llevar a los seguidores de dichas corrientes musicales, no sólo a descalificar de facto cualquier otra expresión del rock, sino a denostarla incluso sin conocerla, lo que me provoca –y ofrezco una disculpa por ello- una especie de pena ajena, ya que con dicha postura, el “fan” limita para sí, casi en su totalidad, la capacidad de enriquecer su acervo sonoro, se priva de conocer otros linderos, y de nuevas y variadas experiencias.

El rock es un universo de posibilidades, de opciones, de rutas por explorar, y cerrarse a un solo estilo nos impide conocer múltiples formas de concebir a este maravilloso género musical, así como la posibilidad de entablar un diálogo con quienes lo disfrutan desde una concepción distinta a la nuestra. Cerrarse a escuchar otras propuestas y defender a ultranza aquella que nos apasiona es como tratar de decir que el único cielo que existe es el que nos deja ver la ventana de nuestras recámaras o, para decirlo en términos aun más mundanos, como si en medio de un bufet nos limitáramos a comer tan sólo de un único guiso. Las posturas argüidas por estos puristas del rock, por lo regular, son tan absurdas como patéticas, y habitualmente obedecen a una serie de prejuicios fomentados en pequeños núcleos de personas, que, por lo general, se muestran renuentes no sólo a dialogar con “otros” distintos a ellos, sino a cualquier tipo de lectura, y ya no digo contraria a sus posturas.

Cuando uno logra entablar una charla con estos puristas, descubre que muchas veces aquello que les sirve de argumento para “defender” el estilo de su preferencia responde, en la gran mayoría de los casos, a aspectos más bien superficiales, más que esenciales, y que la ideología, la postura, o si se quiere, la cosmovisión a la que alude dicho estilo, prácticamente pasa desapercibida. En la mayoría de las ocasiones, las letras de las canciones de sus grupos favoritos permanecen veladas, porque no existe en ellos ni el más mínimo interés por traducirlas, en el caso de que estén cantadas en un idioma diferente al que se habla, o en otros, hay una contundente negativa a escuchar temas cantados en un lenguaje distinto. Quiero dejar en claro que en este caso me refiero única y exclusivamente a los puristas y a nadie más.

Hay también en los aludidos un casi repudio a quienes son fans de otros estilos musicales, o a otro tipo de estéticas diferentes a las que ellos prefieren, haciéndolos parecer poco menos que sectarios, y cuando al interior del grupo, de la hermética élite, alguien sugiere o manifiesta su agrado por otra propuesta diferente a las que acostumbran escuchar, ese elemento es marginado, si no es que prácticamente expulsado de la selecta agrupación, y eso no quiere decir que en el fondo no puedan sentir gusto por otras expresiones musicales, todos, sin excepción, tenemos nuestros “gustos culposos” tan disfrutables como los demás, pero ellos se encargan de reprimirlos al grado de hacerlos parecer pecados mortales, como si al aceptarlos estuvieran traicionando lo más profundo y sagrado de su ser.

Existe otra situación que a estos puristas les puede provocar un escozor tal que suele rayar incluso en la amargura, y es la de los grupos chatarras o prefabricados, así como las etiquetas que les endilgan, y que son creados por las industrias discográficas y dirigidos a sectores consumistas igualmente frívolos y superfluos; esos grupillos de pacotilla, así como los rótulos que se cuelgan por orden de las grandes empresas disqueras, resultan ser como el agua o los ajos para un vampiro. Como si la experiencia no nos hubiera dejado en claro que, si bien no siempre se pueden respetar esos productos basura, en todos los casos podemos ignorarlos, en lugar de atormentarnos por su existencia. Lamentablemente, esos artículos desechables nunca dejarán de existir, debido a que siempre habrá un mercado ignaro dispuesto a consumirlo.

En definitiva, soy de la idea de que lo que hace valioso al rock es su inmensa variedad de subgéneros y estilos, mismos que suelen diversificarse de manera constante, y que lo hacen altamente disfrutable; es también el hecho de abrirnos a escuchar todas las propuestas con el objetivo de conocerlas, habrá alguna que no nos guste, pero al menos sabremos porqué, en lugar de llenarnos la cabeza de prejuicios que únicamente enquistan nuestra ignorancia. Pienso que debemos dejar de reprimir esos gustos ocultos, y estoy seguro de que ello nos abrirá un inagotable horizonte de opciones tan disfrutables como las que podemos tener en el nicho de nuestras preferencias; que hay que atreverse a conocer todo lo que está más allá de lo que acostumbramos escuchar. Dejemos que el rock nos seduzca con sus inacabables rostros, les aseguro que hasta la fecha nadie que se jacte de ser rockero se ha arrepentido.

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