15.3 C
Zacatecas
jueves, 25 abril, 2024
spot_img

Castellanos y Garro exhiben en su obra las promesas no cumplidas de la Revolución

Más Leídas

- Publicidad -

Por: ALMA RÍOS • Araceli Rodarte •

■ Desglosa Hortensia Moreno el concepto de las escritoras, en La Marea Revolucionaria

- Publicidad -

■ Ambas novelas son una especie de protesta angustiada contra la ley del más fuerte, señala

El imaginario de nación construido a partir de la Revolución Mexicana y sus promesas inscritas en la Constitución de 1917, atraviesa como tema fundamental en las novelas Recuerdos del porvenir (Elena Garro, 1962)  y Oficio de tinieblas (Rosario Castellanos, 1963).

En ambos casos, se expresa un reclamo latente sobre dos de las problemáticas no resueltas en la época posterior a la guerra civil: el proceso inconcluso de la reforma agraria y la construcción de la ciudadanía universal, esto último, evidente en el caso de la población india y las mujeres.

Esta lectura fue ofrecida por Hortensia Moreno,  docente e investigadora del Programa Universitario de Estudios de Género de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien participó con su ponencia  Castellanos, Garro y las promesas incumplidas de la Revolución Mexicana en el Coloquio Nacional La Marea Revolucionaria dentro de la mesa Mujeres rebeldes, mujeres revolucionarias.

Tanto el reparto agrario como las limitantes para la incorporación a un ejercicio pleno de la ciudadanía de indios y mujeres, señaló, son “promesas truncas que la narrativa recoge como los ejes del conflicto humano predominante en el momento inmediatamente posterior al conflicto armado, y que prevalecerán como motivo de pugna a lo largo del siglo”.

Ambas novelas precisó la ponente, sitúan sus acciones en el periodo postrevolucionario. Mientras que Elena Garro recrea su narrativa en el contexto de la guerra Cristera, Rosario Castellano retoma la guerra de castas y la propone en “un momento impreciso del siglo 20”.

Los elementos expuestos por las autoras proponen una crítica de “la nación revolucionaria, del México moderno, industrial, secular”.

En Oficio de tinieblas, Rosario Castellanos recupera una sublevación india ocurrida en San Cristóbal de las Casas en 1867 y la traslada en el tiempo. El hecho histórico culminó con la crucifixión de uno de los integrantes de la comunidad tzotzil, que fuera proclamado como “el Cristo indígena”.

Los caxlanes, descendientes de mestizos, mantienen bajo su poder a la población india, a la que han despojado de su cultura y su tierra. El nacimiento de una nueva religión propuesto por la comunidad tzotzil rescata para ello elementos ancestrales pero también como sujeto simbólico, a un crucificado que pueda equiparar el poder de su dios con el del occidental, el acontecimiento se encuentra con la intolerancia.

Acerca de la visión de las mujeres en este entramado, Hortensia Moreno comentó: “en el nudo de Oficio de tinieblas, las tzotziles son arrestadas y conducidas en masa desde San Juan Chamula hasta Ciudad Real, después de un conato de sublevación denunciado por el sacristán y por el cura del pueblo, quienes representan al mismo tiempo la religión dominante y el estado nacional. Las tzotziles carecen de ambas expresiones de la nacionalidad: no son ni totalmente católicas ni totalmente mexicanas”.

En Recuerdos del porvenir, Elena Garro propone al modo que lo hizo Rulfo con su Comala, un espacio imaginario, Ixtepec, que se convierte en el narrador de la ocupación realizada por un jefe militar que ejerce la violencia en nombre del Estado revolucionario, desde donde se inicia la persecución religiosa a los cristeros.

“Ambas novelas son una especie de protesta angustiada en contra de la ley del más fuerte; ambas relatan con detalle exacerbado el horror de esa ley cuando se impone sobre los cuerpos de los más débiles; pero sobre todo, sobre los cuerpos de las mujeres, que quedan, en los dos universos narrativos, convertidos en los receptáculos inertes de la agresión implacable de quienes se han convertido en sus dueños y señores”.

En ambos casos,  “indígenas y mujeres padecen, en la conformación del aparato del Estado, una ciudadanía postergada, una presunción de minoría de edad, una muerte civil que les impide posicionarse como agentes políticos, sociales o económicos”.

En ambas narrativas, la religión es vista dijo la también escritora, como “un punto de quiebre donde se juega la dominación espiritual como metáfora de la dominación total”.

Para un Estado laico, expuso, “la persecución religiosa representa, por un lado, la incapacidad para sostener la libertad de creencias como principio democrático elemental; pero por el otro lado, significa la profunda división entre los sujetos a los que cubre la noción de ciudadanía y las entidades que quedan fuera. ¿Habremos, cien años después de la Toma de Zacatecas, superado esa división?”

- Publicidad -

Noticias Recomendadas

Últimas Noticias

- Publicidad -
- Publicidad -