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viernes, 19 abril, 2024
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Jóvenes: necesidad de una pedagogía de la participación

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS VARGAS • Araceli Rodarte •

Mientras no haya participación persistirá la paradoja de tener una democracia de élites. La participación no sólo se adscribe a los ámbitos políticos formales para la toma del poder (los partidos), sino también la debemos referir a la participación en organizaciones ciudadanas con interés público o, aun, en los ámbitos comunitarios para atender problemas puntuales de servicios o derechos. Sin embargo, el panorama de la participación juvenil en México es parco. Si por jóvenes entendemos a las personas entre 15 y 24 años de edad, resulta que aquellos que nunca han participado en organizaciones de diverso perfil pero con utilidad pública, ronda 70%. Las cifras aportadas reportan un pequeño repunte como de 5%, que puede ser significativo si lo leemos como tendencia. Y los jóvenes que dicen estar realmente interesados en la política no pasa de 20 %, aun cuando 4 de cada 10 estarían dispuestos a participar en elecciones.

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Si atendemos a la teoría de las generaciones de Ortega y Gasset, observamos que las generaciones, así como las épocas históricas, se distinguen por cierto color que producen los valores dominantes que las guían. Para el caso de la generación de los 60, a pesar de estar en un país aun mayoritariamente rural, se distinguen por los valores del contrapoder, que son célebres por las luchas de los jóvenes contra las instituciones autoritarias, entre las que se encuentra la forma patriarcal de la familia. En las generaciones actuales, por el contrario, se guían por valores de corte más conservador, y en estas, efectivamente, se tiene a la familia como la institución más importante en 9 de cada 10 jóvenes; y la mayoría de éstos bajo una idea tradicional de la misma. Este valor coincide con la hegemonía del llamado ‘egoísmo sistémico’, el cual significa que los valores preponderantes giran en torno al bienestar individual, desplazando a los valores solidarios. Este escenario coincide con los estudios sobre cultura política en los jóvenes. De acuerdo a una de las tipologías para clasificar cultura política, en tres estancos:  “parroquial”, de “súbdito o subordinado”, y la “cívica o participativa”;  resulta que  este sector de la población, con excepción de 30%, está más vinculada al segundo tipo (subordinado), que se caracteriza por la desconfianza en los demás, una percepción pesimista de la política, de que sólo queda ‘acomodarse’ a la autoridad centralizada, y asume que la política es cosa de las élites.

Sin embargo, es claro que si queremos que la democracia funcione debemos asumir la importancia de incrementar la participación de los jóvenes en la política en todas sus acepciones (que no se reduce a la partidaria). Para lograr esto, antes pensábamos que el elemento vital era el nivel educativo de la población, porque partíamos de la correlación entre escolaridad y participación; pero ahora vemos que esto es insuficiente. Se requiere que en los procesos educativos se incluya de forma expresa un eje curricular de formación de ciudadanía: una pedagogía para la participación y el compromiso político de los jóvenes con las mejores causas de la sociedad.

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