Como consecuencia de las apretadas calles de Zacatecas en Semana Santa a raíz de la afluencia de visitantes de varias latitudes del planeta, la cultura en sus diversas vertientes se ha hecho manifiesta por todos los rincones de la ciudad. No importa que el pueblo minero de antaño se quede sin dinero, que las familias de la periferia continúen durmiendo en sus viejas casas de cartón, que los campesinos prefieran guardar su frijol a tener que venderlo a peso a los coyotes que se cobijan con las tradicionales placas gubernamentales, ni que los maestros se manifiesten en contra de las reformas a la ley del Issste (Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado) que los conduce a la tarea eterna o en contra de los líderes charros que los quieren obligar a la certificación, cosa que al patrón ni siquiera se le ha ocurrido porque como también son maestros, tienen miedo que cuando termine su comisión se les regrese al grupo, al gis, y eso es muy agotador, aunque sean de los llamados “Democráticos”. Ya nadie quiere regresar tan sólo lo que se llevaron. Parece que esta percepción no tiene que ver con la cultura del rock, pero estas son las causas principales de que la juventud reaccione ante las agresiones de que son objeto las familias zacatecanas para dar paso a los famosos Festivales Culturales en Zacatecas. El tiempo ha concedido la razón a los nuevos gobiernos, de tal forma que han dado oportunidad a que lo más granado del rock nacional esté presente aquí, aunque el rock subterráneo continúe en las cloacas. De todas formas estuvieron grandes artistas y bandas que han marcado la línea divisoria entre el arte expreso y las estrellas de plástico que abundan en la televisión y que el gobierno de Amalia se empeñó en difundir.
El dos mil trajo consigo a la mujer roquera, a las mejores exponentes del rock nacional. Con treinta y tantos a cuestas, se deja sentir por primera vez en Zacatecas la jalisciense Rita Guerrero como parte frontal de Santa Sabina, en un ritual colmado de ritmos y movimientos cargados de sensualidad y encanto que, en su habitual dominio del escenario, convoca a los oyentes a entrar en comunión con la poesía y las líricas de sus composiciones. El arte de su vocalista coloca a Santa Sabina en los escaños más altos dentro del movimiento rocanrolero de México; su concepción ideológica respecto al patriotismo también los provee de una envidiable presencia en los terrenos de lucha por la justicia social, abriendo un espacio, aunque efímero, para que la democracia en México se dé en el hecho; de ahí, su apoyo incondicional al EZLN (Ejército Zapatista de Liberación Nacional)y su posición nacionalista de la equidad en estas cuestiones. Soñadores, idealistas, románticos y llenos de esperanza en sus planteamientos, defienden a brazo partido la libertad de expresión y se manifiestan en contra de los actos xenofóbicos. No es necesario predicar y predicar acerca de la situación del ser ni tampoco se vale autonombrarse los mejores; basta con sólo pararse en el escenario frente a frente con el público y dejar que el sentimiento se deje caer sobre los escuchas, que la música y el arte que despliegan los de Santa Sabina se tome como respuesta a lo expresado, y de inmediato, se da la identificación, sin recato, sin presiones ni condiciones obligadas que desvirtúan la propuesta de estos incansables protagonistas del nuevo milenio.
Desde 1988, año de su integración, han dado la batalla en los escenarios; sus influencias denotan claramente su gusto por el funk, con tendencias a desarrollar ritmos latinos que complementan con textos cargados de amor y desamor en sus líneas. Desde sus inicios, causaron revuelo no sólo por evocar el nombre de la sacerdotisa de la selva mazateca, alma y maestra de los viajes con hongos alucinógenos de Huautla, Oaxaca, María Sabina y su concepción particular del universo, sino por la realización y la creación de un estilo musical aderezado con movimientos tan sugestivos y tan sensuales que hacen que la presencia de Rita en los escenarios te traslade a una atmósfera tan cercana al paroxismo, tan apartada del mundo terrenal y de todo el personal dedicado a conservar las cuestiones urbanas, aunque sus caderas tan brillantes y tan distantes propongan ante tus ojos toda una serie de pensamientos. Lo primordial, la música y la poesía penetran más en tu alma y tus emociones a través de los tiempos, hasta que el cáncer que mata acerca a Rita a difundir su arte por todo el cosmos.
Otra de las grandes mujerockeras que estuvieron en el máximo escenario de Zacatecas, la Plaza de Armas, fue la consentida de todos los públicos, Cecilia Toussaint, una persona que se entrega totalmente a su trabajo; le ha costado mucho llegar a donde está para ganarse la admiración y la confianza de toda la gente que ha creído en ella. A la hora señalada, apareció cual Sirena de Trapo, sólo que el elegante vestido perlado que llevaba puesto lo compartía con el viento, como si la tranquilidad del momento con las nostálgicas notas desandara por las olas del mar para regresar a los orígenes que la llevaran hasta aquí, Potro, La Nopalera, sus cuatachos del alma, Pepe Elorza y Jaime López, quienes la encaminaron a la senda del rock bandoso en Arpía, agrupación que la identificó con toda la banda rockera. Y la Betsy Pecanins y Nina Galindo, desplegando sus alas para transitar por los sombríos y dolorosos caminos del blues. A catorce años de que la mujer rockera se dejara escuchar en la ciudad de cantera y plata, la semilla ha germinado y ahora podemos apreciar el arte de la mujer zacatecana como parte de la formación de algunas agrupaciones roqueras locales, destacando que también se han convertido en personajes del rol zacatecano y que una de ellas ha logrado dar el paso definitivo para penetrar a las grandes ligas del rock nacional, me refiero a la guitarra vocal de Ninfa, quien se ha incorporado a las filas de Luzbel de Huízar, tocando la armonía y recientemente con El Haragán y Cía., dándole al bajo.
