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sábado, 20 abril, 2024
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Neoliberalismo y universidad (primera parte)

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Por: DANIEL SALAZAR M. •

En los inicios de su instauración mundial, el neoliberalismo capitalista promovió formas de pensar que en poco tiempo se harían dominantes. Su presencia como “un todo conceptual” fue suficientemente aceptada gracias a que pudo sustraer postulados de la dignidad humana y la libertad individual, conceptos útiles para el discurso político, la moral y el conocimiento. Más allá de eso, en su naturaleza residía una corriente político-social despótica que hoy se ha instalado en la vida de las naciones, colisionando el derecho de lo que llama libertad privada contra el derecho público establecido. La idea dominante de la clase dominante pudo imponerse: La libertad individual fue mundialmente aceptada y lo privado se situó por encima de lo colectivo…

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El capitalismo en su fase neoliberal, se construyó previamente en los países imperialistas para luego propagar su doctrina entre las naciones provocando en ellas efectos diferentes. Mientras que para los países opresores la “lógica del mercado” significó mayor poderío económico, político y militar, para los países subdesarrollados implicó subordinación a la oligarquía financiera con su inherente escala de pobreza y marginación.

Los “nuevos ajustes” encontraron razones suficientes en las crisis económicas de los 70. El ascenso del movimiento obrero europeo que apuntaba hacia una salida al socialismo, hubo de modificar su curso gracias a la política de conciliación de clases de la socialdemocracia y de los partidos comunistas en aquel continente. En América, el golpe de estado contra el gobierno de Salvador Allende y la feroz represión al pueblo chileno, harían de aquella república el primer experimento de un Estado neoliberal en el Cono Sur. Se introdujeron medidas para revertir las nacionalizaciones y privatizar los activos públicos y todo el resguardo ecológico inició su degradación; la privatización de la seguridad social, las facilidades fiscales a la inversión extranjera, el encarcelamiento de luchadores sociales, la desaparición forzada de militantes de izquierda y la anulación de los derechos laborales, de libre sindicalización y libertad organizativa, facilitaron la llegada de “la modernidad”. Algo similar aconteció durante la dictadura militar Argentina (1976-1983); el gobierno civil fue desplazado como personaje central en el diseño de las políticas públicas por el nuevo régimen castrense.

La derrota y control del movimiento obrero mundial, la crisis del modelo económico del llamado Estado-benefactor y la posterior ausencia del referente material –socialista– merced de la caída del muro de Berlín y del “retorno” de la Unión Soviética al capitalismo, fueron factores que viabilizaron el establecimiento del nuevo liberalismo. Es en este marco general histórico –donde las propiedades de la nación y los servicios públicos prestados por el viejo Estado fueron sustituidos por políticas privatizadoras— en el que queremos ubicar la situación de las actuales universidades.

A partir de los años 70 se dio un giro drástico en la tendencia político-económica de las naciones con fatales consecuencias para la enseñanza pública. La nueva política del Estado dejará en manos privadas las funciones propias de su responsabilidad. En América, un país tras otro fue adoptando el nuevo esquema y las universidades reordenaban sus planes de estudio mientras nuevas leyes y estatutos modificaban las conquistas laborales y académicas. El recinto donde cohabitaba la “universalidad de las ideas”, se transformó en una institución privatizadora del conocimiento; en el proyecto-empresa que debería administrarse con “recursos propios”.

Como cada universidad necesita, evidentemente, de un estudio particular de sus circunstancias, la Universidad de Nuevo León pudiera servir de ejemplo: En 1971 las luchas estudiantiles y magisteriales de esta universidad lograron arrancar su Autonomía; una vez lograda, estos grupos se dieron tiempo para brindar apoyo a las demandas del sindicato de trabajadores; para solidarizarse con el movimiento urbano popular –que, ante el problema de la vivienda había invadido grandes extensiones de terrenos particulares para facilitar casa-habitación a las familias que llegaban de otros estados atraídos por el sueño regio y el desarrollo industrial de aquella zona–; caminaron codo a codo con la clase obrera haciendo suyas las calles de la ciudad pese a que Monterrey era considerada “la cuna de la reacción” y que los sindicatos estaban en su mayoría controlados por “charros y blancos”. Mostraron igualmente, su respaldo incondicional al Comité de Presos, Perseguidos y Exiliados Políticos y a las luchas de las repúblicas hermanas de Cuba, Argentina, Nicaragua y El Salvador… En esos años gloriosos, habrá que decirlo, el movimiento universitario contó con un elemento fundamental para la victoria: La auto organización universitaria como instrumento, propio, independiente de las autoridades administrativas y del gobierno.

La lucha por la Autonomía de la UNL buscaba justamente esa independencia respecto del poder estatal; disputó todo el espacio universitario para democratizarlo y quiso presidir el destino de su propia institución. Aunque al final no llegó a ser un centro de educación superior para todos, la gratuidad o bajísimos costos educativos de entonces, permitieron que muchos hijos de empleados y obreros, así como jóvenes de la clase media baja y de las colonias populares, tuvieran acceso a la educación universitaria.

Por algunos años las puertas de la UANL se mantuvieron abiertas pero, aquellas conquistas no pudieron resistir más tiempo el “recambio educativo” y su proyecto de “universidad democrática, científica y popular” quedó trunco ante la imposición de los nuevos planes privatizadores… (continuará). ■

 

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