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jueves, 25 abril, 2024
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Tortas japonesas

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Por: HERÓN EDUARDO DOMÍNGUEZ • Admin •

Tanto la salida del príncipe de la basura de la presidencia del PRI en el DF, como el arraigo del secretario general del gobierno michoacano debieran sopesarse lo concienzudamente posible, tomando en cuenta tocan puntos esenciales no sólo de la cultura política, sino del entero modo mexicano de vivir.

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No debiéramos pasar por alto que se trata en ambos casos de especímenes  paradigmáticos de la fauna que pulula no sólo en los partidos sino en todos los ámbitos del poder, no sólo político, de nuestro pintoresco país, sino también financiero, eclesiástico (el caso de San Marcial Maciel dista mucho de ser el único) o mediático,  y menos aun se les juzga por hacer aquello para lo que fueron entrenados desde prácticamente su más tierna infancia: el uso del poder por un tipo repulsivo, en un caso, para obtener favores sexuales, y para vender protección en el otro, a grupos del crimen organizado.

De prosperar las acusaciones que pesan sobre ambos próceres podría ser esto el principio del fin, el catalizador de la hecatombe que devastaría el país machista y caciquil, inspirador de personajes ficticios como Pedro Páramo y generador de personajes reales como Gonzalo N. Santos, El Tigre Azcárraga y los abades de la Basílica de la Virgen de Guadalupe, corriéndose el riesgo de que  la imagen de esta última se difumine.

Creo sin embargo que nadie debiera perder el sueño, y que tras unas semanas o cuando mucho unos meses de confinamiento ambos prohombres resultarán absueltos, y recuperarán con rédito sus fueros.

Individuos hay, no cabe duda, que no quieren a su estado, o no como realmente es. Veamos.

 

Los ominosos delirios absolutistas

Que el gobernador no le imponga candidatos a su partido (ni a los otros partidos por debajo del agua) para que sea creíble su investidura que lo coloca por encima de partidos y facciones una vez que toma posesión del cargo.

Que el gobernador le garantice a los medios de comunicación la libertad para informar y opinar sin más límites que los constitucionales para que estos den a conocer lo que pasa a tiempo de corregir y que la promoción personal ya no sea a cuenta de nuestros impuestos.

Todo lo que aquí se sugiere tiene su fundamento constitucional y legal, se trata del equilibrio de poderes, de la libertad de expresión, de la calidad apartidista de las cámaras y agrupaciones del sector privado, de la no partidización de las instituciones de Estado, de respeto a la vida partidaria y sobre todo, del respeto a los derechos de cada quien.

¿Es mucho pedir? Pregunta El Oso Medina, como quien demanda la práctica de la virtud en  un men’s club. ■

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