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jueves, 28 marzo, 2024
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Tiempos de Guerra

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Por: Víctor Santa Rita Villa •

El 6 de diciembre de 1914, durante el encuentro épico de los generales Emiliano Zapata y Francisco Villa en el salón donde se sitúa la silla presidencial, el  general Zapata dijo con cierta consternación al general Villa, que le permitiera quemar “la silla”,  argumentó que su gente pensaba que “estaba embrujada” y esto traía como consecuencia que quien se sentara en ella terminaba olvidando sus ideales, por más fuertes que estos fueran;  hoy en día, pareciese que todas las sillas que representan un cargo público se encuentran poseídas por fuerzas ajenas al conocimiento y control humano, pues si bien, ni en su aspecto simbólico ni físico son siquiera cercanas a la silla presidencial, si se asemejan de manera muy cercana a la creencia de las tropas zapatistas. Con sus contadas excepciones, los servidores públicos con cierto rango jerárquico parecen ser afectados por esta maldición y en su actuar y proceder olvidan que están para cumplir funciones como servidores públicos y apoyo al personal a su cargo, fungen con la tan ya acostumbrada doble moral institucional, posando para la foto o el comercial, hacen caravanas a los superiores como si quisieran besar el suelo que pisan.

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Ejemplos fehacientes de estas conductas los tenemos en los diputados, congresistas, titulares de dependencias como Seduzac, casas de estudio como la UAZ, el mismo SNTE, el  Gobierno estatal y Federal, quienes, desde el más grande hasta el más chico, olvidan que para que existan “generales” deben existir las tropas, para que existan “jefes” debe haber subordinados y sin ellos su existencia resulta efímera e inútil, omiten también que para que el devenir sea próspero en cualquier batalla, la tropa debe estar bien alimentada, no sólo en el alma, sino también en el cuerpo, los derechos, prestaciones y salario de sus subordinados, sin embargo, mientras los suyos sigan intactos, nutridos al exceso y constantes mientras el “hueso” dure, lo demás resulta ser de último orden para ellos y actúan más que como guías y buenos líderes, como capataces de hacienda vieja, pregonando las reformas y sus sanciones a los cuatro vientos, aplicándolas a raja tabla, siempre y cuando no se trate de ellos mismos, de sus allegados o de los recomendados, que más que cumplir una función en el engranaje laboral de las dependencias gubernamentales, fungen como vigías o bien como simples fugas de capital útil para dichos centros de trabajo.

Estas problemáticas, más que ser de nuevo orden, o del “Nuevo PRI” son vicios que por décadas han sido heredadas, gobierno tras gobierno, sin importar su extracción, recrudecidas hoy en día por la abstinencia aparente, que durante 12 años tuvieron que tolerar los del partido tricolor, que a la fecha, empoderados y más insaciables que nunca, vienen por todo, dispuestos a sacrificar a sus soldados, mandándolos a la guerra sin fusil, desprotegiendo a las bases de derechos y salarios, todo con el único fin de preservar los propios, pues si bien se ha reformado todo entorno a los derechos del trabajador, no ha sido así en lo relacionado a los derechos de los jefes, de los diputados, de los presidentes municipales, de los gobernadores e incluso del presidente, los cuales gozan hoy en día de los salarios más altos a nivel mundial, superando incluso a los de las monarquías de cualquier país, sin olvidar a los magistrados de la Suprema Corte de Justicia, que deberían tomar decisiones siempre justas y en beneficio de las mayorías, son de los más altos en el tabulador salarial nacional, mientras qué, supeditados a las leyes laborales del artículo 123 apartado B, modificado recientemente por los legisladores, abalado y alcahueteado, por los magistrados que si bien no tienen decisión en dicha legislación, si están facultados a considerar los amparos interpuestos por diversas organizaciones sindicales ante dichas reformas, rechazados constantemente, pasando por alto los más elementales derechos humanos y tratados internacionales , los trabajadores comunes del estado, padecemos junto con la masa obrera, el pueblo y todo aquel que se encuentre adherido al engranaje laboral nacional, con contratos e impuestos leoninos, de hambre y miseria, similares a las tiendas de raya del porfiriato, empero la situación no mejorará, mientras todas esas tropas sumadas al ejército laboral del estado, no tomen conciencia de su situación, de su posición ante la sociedad y del frente que deben asumir como base obrera, como sostén y cimiento del país.

La batalla no será sencilla, los soldados de México debemos asumir nuestro frente y no es peccata minuta que un subordinado encare a su guía o a los encargados de proteger sus derechos, para señalarles sus errores, sin embargo, de no hacerlo no sólo la situación del país está condenada a ser la misma, el futuro de nuestra niñez y juventud, estarán condenados a padecer vejaciones, similares y más densas, infames y lesivas, exiliándolos de una vida laboral justa, de sus derechos a vivienda, educación completa, gratuita y pública, por ende y de peor modo serán presas fáciles de las puertas falsas, que hoy en día, gracias a todo lo mencionado, abundan en cada rincón de nuestro país.

Es tiempo de despertar y hacer un cambio necesario, no sólo en materia de derechos, sino en nuestro sistema político, es momento de eliminar los vicios y las cargas excesivas que son los partidos políticos y sus esbirros.

Piensa ¡oh patria querida! Que el cielo un soldado en cada hijo te dio.

¡Unidos y organizados venceremos! ■

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