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jueves, 28 marzo, 2024
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Necesario recuperar el valor educativo del teatro, considera Veremundo Carrillo

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Por: ALMA RÍOS • Admin •

■ Este arte posee una función educadora, que llama a la introspección, señala académico

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■ Advierte que dicha expresión ha decaído con el tiempo y ha perdido su objetivo

Este 27 de marzo se conmemora el Día Mundial del Teatro, el jefe del Departamento de Investigación de la Subdirección de Enseñanza e Investigación del Instituto Zacatecano de Cultura (IZC), ofrece a los lectores de La Jornada Zacatecas, con este motivo, una revisión de los orígenes de esta expresión artística.

Todo lenguaje artístico es poesía, dijo Aristóteles. Tras la aparición de la poesía épica que narraba los hechos grandiosos de los orígenes del mundo y el hombre, surgió la lírica, que hacía referencia al mundo individual de los sentimientos, más tarde, la coral, donde se exaltó no a los guerreros sino a los artistas y los atletas.

Esta referencia alude a una de las raíces, anclada en la cultura occidental, de la que procede mucho de lo sabemos y pensamos del mundo. Fue en el siglo 5 antes de Cristo, en Grecia, donde nació “casi todo lo grande que tenemos”, precisa Veremundo Carrillo Trujillo, el momento donde surgió el teatro.

El mismo filósofo de Estagira ofreció una de las primeras definiciones a la poesía dramática, como espectáculo, representación que ya no es expresión cantada ni escrita. Un producto agrega Veremundo Carrillo, de una cultura griega más madura.

 

 

El mentor de Alejandro Magno, divide al teatro en dos partes, la tragedia  y la comedia. La primera surgió de los ritos religiosos dedicados a Orfeo, ser legendario considerado gran educador. Este culto y el dedicado a Dionisio, dios de los campos y los pastores, habrían de juntarse en algún momento.

Según relata Horacio, se hacían fiestas en su honor con cantos y bailes, en principio a bordo de una carreta con grupos de actores que hacían representaciones itinerantes. Esta fiesta religiosa trascendería luego hacia el teatro profano, comenta.

Al tiempo se estabilizaría esta expresión y empezó a hacerse en lugares fijos, donde un solista cantaba y bailaba, “pronto vieron que era más rico si intervenían mas personajes hasta proponerse el espectáculo con varias personas y un coro”.

Todos varones, quienes también representaban a los personajes femeninos, pues a las mujeres les estaba vedado el acceso a los ritos religiosos. Tragós era el macho cabrío, la representación de lo espontáneo, lo salvaje, lo animal, lo festivo, del dios Dionisio. Y odé, canto. De ambas etimologías procede la palabra tragedia.

También según el propio Aristóteles la palabra tragedia pudiera hacer alusión al premio que se ofrecía en estas fiestas, un odré de cuero de chivo, esto es, un depósito para el vino.

El filósofo decía que por medio del terror y la compasión desahogaba el hombre sus pasiones. Para eso era la tragedia. Género que desplazó a la poesía lírica de tal manera, que “fue la educadora del pueblo como ahora podría ser el cine”.

Un pueblo en su mayoría analfabeto pero que era capaz de observar en las representaciones las pasiones y problemas humanos más hondos representados en la tragedia.  Una catarsis, como también dijo Aristóteles, que hacia visibles las pasiones humanas para enseñar por reflejo al espectador.

Era una purificación que procedía de echar fuera las pasiones. “Entonces la educación venía siendo como purificación porque el hombre tendía a ser impuro y se purificaba en la religión primero y luego en el teatro”.

El más perfecto, el más grandioso y el más humanos de los autores de la tragedia griega, fueron Esquilo, Sófocles y Eurípides, ofrece Veremundo Carrillo.

Perfecto porque pintó a los hombres como si fueran dioses. De este autor cita a Prometeo, personaje que roba el fuego a los dioses para dárselo a la humanidad, quien luego fue castigado por su rebeldía dándole como esposa a Pándora.

Pero es Sófocles, quien propone a los hombres como lo que debieran ser, alzándolos a un ideal donde no se admite al hombre mediano o mediocre.

“Tienes ahí a Edipo Rey,  el hombre más bondadoso, más asequible, más democrático, más entregado a su pueblo”, quien se ve sujeto a la tragedia por desconocer el oráculo divino.

Eurípides por su parte, añade, representa a los hombres de una forma más humana, pero también se burla de los dioses.

Medea e Hipólito son dos de sus personajes. “Pinta las cosas como son”. En Medea muestra a una mujer que por venganza contra el marido asesina a sus hijos por encontrar en ello la manera de herirlo más.

Tras estos momentos de cúspide de la tragedia griega el género se agotó y surgió la comedia. Una invitación a divertirse con la vida ordinaria. No hace falta un héroe sino que se eligen personajes del pueblo, el soldado, la prostituta, etc.

 

 

Aparece la libertad y la voluntad humana. El género encuentra en Aristófanes a uno de sus autores más grandes. El núcleo de la comedia es burlarse de los excesos humanos, “fustigaba a los políticos, los crédulos y los charlatanes”, pero también es irreverente con los dioses, dice.

Y empezó la persecución desde el poder, que autores posteriores lograron salvar con mayor astucia. Fue la comedia y no la tragedia la que trascendió a Roma con autores como Plauto y Terencio. Esto ya para el siglo 2 antes de Cristo.

“Para ellos la tragedia era demasiado seria no eran para cosas muy profundas, eran para la diversión en grande”.

“Quiero advertir esto, que el teatro como obra literaria ha decaído mucho. Es rarísimo ya ver una buena obra de teatro, para cualquier diversión el Chavo del Ocho. Ése es un gran hombre no digo que no sea, pero cualquier diversión entretiene a la gente. A veces traen aquí teatro de México que da vergüenza, da compasión, lo exaltan como una gran cosa y no es para tanto después de grandes obras que ha visto uno representadas”.

Para Veremundo Carrillo el teatro empezó su decadencia a finales del siglo 19 y principios del 20. Su función educadora, que llama a la revisión personal, a la introspección, al reflejo que produce aprendizaje pero también ofrece modelos de conducta a seguir, ha casi desparecido. Esta función de alguna manera ha sido sustituida por el cine.

Del siglo 19 y como enlace con el teatro local, refiere a Fernando Calderón como un autor que construyó la dramaturgia en México en esa centuria. Además de haberse vinculado a la lucha del lado de los federalistas que se oponían a Antonio López de Santa Anna.

Destaca también en la historia del teatro en México a Porfirio Díaz como un promotor de este arte. Que más allá  de la manera en que pueda situársele en una historia que se divide “en buenos y malos”, dice, actuó correctamente en este ámbito “porque estaba viendo que era lo mejor de la humanidad, no nada más entretener con pan y circo.  En eso acabó en Roma, pan y circo”.

Ubicando lo que pasó en el gran imperio de la antigüedad, legado de parte de la cultura occidental, recuerda al circo romano como la antítesis del teatro, en tanto que este espectáculo estaba destinado “a la chusma para aplacarla les aventaban pan. Ésta era otra catarsis pero para aplacarla como quien aplaca un animal”.

No eran esos enfrentamientos entre hombres y animales, o animales entre sí, para “darle una riqueza humana (al público) era como dar despensas en lugar de dar ideas”. Un poco hoy, se comenta, se confunden estas dos formas de hacer espectáculo: el teatro y el circo.

“Traen un espectáculo más o menos consagrado, muy caro, que no educa pero sí entretiene media hora pero que no deja enseñanza, o un modelo a imitar. Más bien emborracha”.

Es necesario dice, voltear los ojos a los fundamentos del teatro clásico grecolatino, y también a los clásicos como la expresión más alta de la cultura en diferentes latitudes, la literatura.

En El Quijote refiere, puede encontrarse una gran obra de teatro, de ficción, de historia y de ética. “Ésas son las que educan”.

En algún momento le dijo a alguien que iba a ser gobernador, “¿qué modelos nos vas a poner ahora? ¿A los narcos? ¿A los triunfadores?”

A sus alumnos les dice, el también fundador de la Unidad Académica de Humanidades de la UAZ: “no todos pueden ser grandes escritores, pero todos pueden ser grandes hombres y mujeres. Siempre es mejor estarse midiendo mejor con los gigantes que con los enanos. Esto es lo que representó el teatro clásico”.

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