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jueves, 28 marzo, 2024
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De lo global, a lo local: ¿es posible frenar la delincuencia?

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Por: RICARDO BERMEO •

Atrapados entre una “Sociedad derrotada” y una “Sociedad” enfrascada en  una (imposible) hetero-reconstrucción (parafraseando el título de Sergio Zermeño). En la medida en que se nos ofrece como “progreso” y salida de la crisis global, el mismo cuento (de nunca acabar), aunque cada vez sean más -y más- evidentes sus falsas ilusiones, su mitología, sus mentiras. Esa misma línea de fuga, para usar otra metáfora, sería la de una locomotora arrastrada por el modelo de crecimiento ilimitado, propio de una economía “autista”, donde la realización integral de la utopía neoliberal, junto con la mundialización efectiva del capitalismo, nos predisponen como zanahorias -a cada uno- en tanto partes totales de la sociedad que somos: consumo, necesarias y suficientes fuentes de trabajo, bienestar social, seguridad –estatal-, un medio ambiente sustentable (y, de cereza: la “democracia” –que no es tal-). Todas… imágenes que no resisten ni la lucidez crítica y reflexiva, ni una efectiva contrastación  con “lo  real” que nos asalta (ya) ahí donde nos encontremos, y que sólo el insidioso y persistente discurso mediático/oficial, logra velar, mediante una  manipulación ejercida con relativa eficacia, aunque sus fallas, se vayan tornando visibles a distintas velocidades, -según la eficacia mayor o menor, de la crítica, y de las significaciones sociales engendradas desde una oposición que se oponga-  en proliferantes y esperpénticas  “anomalías” o disonancias.

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A nivel geopolítico, entre las líneas de fuerza que estarían empujando la actual transición de las potencias  hegemónicas (pasaje de EUA a China, de Occidente a los BRICS, etc.), estamos ya lejos de los márgenes, y enfilamos hacia el centro del huracán, o del “caos sistémico”, desde la perspectiva  de la economía-mundo (Wallerstein, Arrighi, etc.), recientemente recordada por Zibechi, en un interesante artículo, donde analiza el lugar y el papel de América Latina ante tan incierto panorama (no menciona a México). Pero, al recordar –o, si cruzamos- otros análisis que sí lo incluyen, podemos -sin ninguna veleidad apocalíptica- proceder a emitir una alarma ámbar/roja.

El problema para una sociedad con los enormes problemas que arrastramos, después de tres décadas de neoliberalismo, es que lo único a lo que alcanza, la anémica y unidimensional  imaginación de las elites -globales y locales- es a repetir la dosis (¿pero qué cantidad es necesaria -ahora- para terminar  con la vida del paciente? Queda el recurso de mantenerlo -un tiempo X-  artificialmente; transfusión gota a gota, suero, nutrientes, etc.). Más austeridad, control de la inflación, reducción del gasto social, transferencia de los ingresos públicos a nichos de la iniciativa privada: especulación financiera, bancos, empresas trasnacionales, oligopólicas, etc. Mientras se deja escapar entre los dedos de las nuevas políticas públicas, una vez más, la oportunidad de cambiar, reconstruyéndolo -desde abajo- un tejido social, prácticamente  desarticulado por las “guerras”, sean “silenciosas” (económicas) pero letales,  o bien, obscenamente visibles (violencia), ambas  articuladas.

Pensemos, con un ejemplo, que nos permita iluminar mejor la crítica situación que atravesamos: analizando brevemente el problema que según la percepción pública, más preocupa nos en México, la inseguridad. Debido a la relación entre la impunidad y la violencia que escaló, a partir del sexenio de Felipe Calderón, y que se prolonga hasta le fecha. Recordemos, que la cifra negra (delitos nunca denunciados) es de 92.1%. Para 2012, se calculan, un total de 28 millones de delitos.  (Jesús Cantú, El delito en México panorama aterrador). Veamos otro dato, en 420 centros penitenciarios, en enero de 2013, se encontraban 242, 754 personas privadas de su libertad.

Repitamos el “experimento mental” (contrafáctico) propuesto por un juez argentino. Si  los 250 mil presos en México, fueran liberados, y todos reincidieran, y cometieran 4 delitos al salir. Tal cosa apenas empeoraría el problema global, 2.4%. O bien, si se metieran presas otras 250 mil personas, se requeriría mucho tiempo para que las estadísticas mostraran una mínima mejoría. Sin entrar ahora, a analizar cómo en muchos casos, las cárceles no son de readaptación social, sino “escuelas de delincuencia”.

Es obvio, que es urgente una transformación radical, del sistema de justicia en sus diversos eslabones, pero cómo podremos hacerlo, si el neoliberalismo produce a granel, pobreza y ésta a su vez, dispara la delincuencia. Y la respuesta neoliberal típica, es reforzar el modelo punitivo, mayores penas, más armamento, etc.  Parece, entonces, que la única posibilidad, es emprender ese cambio profundo, desde la sociedad  civil organizada: Implementando los controles sociales propuestos por Edgardo Buscaglia, junto a los otros (judiciales, patrimoniales y contra la corrupción).  Calibrándolos,  parece necesario también incidir en la transformación tanto del régimen político, como del modelo económico, vigentes. Enfrentar –de este modo- adecuadamente escalas y “estrategias”, mediante una misma perspectiva capaz de considerar la (auto) institución de la sociedad que somos considerada como un “todo”, sin paralizarse ante tal desafío. ■

 

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