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viernes, 29 marzo, 2024
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Colosio en su laberinto

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Por: JUAN ANTONIO VALTIERRA RUVALCABA •

De verdad Luis Dolando Colosio le habría cambiado el rostro al país. Era alérgico a la parafernalia hueca y sin sentido; detestaba que lo aislaran de la gente. Él quería entrar en contacto con las personas de frente a frente.

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El solía andar en plan de cuates nada más, pero no de parranda. Tenía difícil acceso en corto con la gente que no le aportara algo. Se aburría muy pronto. Quería tener acción. Era muy trabajador y desde sus cargos, por muy modestos que fueran, solía laborar hasta bien entrada horas de la noche.

Así describe Francisco Arroyo Vieyra a su ex correligionario asesinado el 23 de marzo de 1994 -hace 20 años- en Lomas Taurina un barrio popular y populoso en Tijuana Baja California.

Se ha hablado de muchas cosas, de muchas vivencias y hasta inventado cuadro y perfiles de Donaldo, como lo conocían sus cercanos. Hay desde periodistas que convivían con él quienes se atreven a sostener que no era lo que dicen que era. Otros hablan de un hombre preocupado por su futuro y de falta de valor para ejercer el poder que ya detentaba desde el momento de su unción como aspirante presidencial del PRI.

Que si el discurso del 6 de marzo, que si Manuel Camacho, que si Salinas, que si Córdova Montoya, que si uno y que lo otro. Los que conocieron al ser humano que era el economista egresado del Tecnológico de Monterrey, sostienen a un tipo preocupado verdaderamente por lo que vendría luego de su eventual victoria electoral.

Si le ocupaba el escenario en el que se movían los amigos y del círculo cercano al entonces presidente Carlos Salinas y su hermano. La impunidad de muchos de ellos en la trata de hacer negocios con toda clase de empresarios tanto del país como del exterior. Quería ponerles freno. Les mandaba mensajes para que fueran adecuando su actuar.

Él sabía que muchos jugaban sucio y que no tendría una campaña ligera y exenta de sobresaltos.

Habló con Camacho Solís. Se pusieron de acuerdo. Matizó sus últimas palabras cuando mandó un mensaje político previo a llegar a Lomas Taurina.

Se supo que luego de la Semana Santa, el primer secretario de Desarrollo Social del país, haría cambios de fondo en su staff cercano.

Luego de ello -en el equipo del Comisionado para la Paz y Reconciliación en Chiapas, el chilango Manuel Camacho-, Juan Enríquez se desprendió días de su trabajo en el estado del sureste, actitud que dentro del equipo hizo prever que Luis Dolando había accedido a integrar a parte de la gente del ex jefe del gobierno capitalino en su campaña. Lograr los equilibrios necesarios para alejar los incesantes golpeteos y dudas sembradas por los malquerientes desde las entrañas de su equipo.

Cuando él había decidido salir del laberinto que le habían montado los expertos en el sistema de artilugios domésticos, vino la desgracia que marcó al México que acababa de entrar, según los neoliberales encabezados por Carlos Salinas de Gortari, al Primer Mundo. Obvio luego de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. ¡¡Exacto!! Ese mismo mecanismo comercial que están revisando ya a nivel trilateral México, Canadá y EU.

Pero volvamos a Colosio, quien estuvo -por aquellos días- en Zacatecas y se enteró de todos aquellos desfiguros que hizo la directiva local del tricolor envuelto en escándalos de faldas (y pantalones también).

Reposado al hablar y pensar, Arroyo invita a quien esto escribe escuchar una conversación con el mismísimo primer fiscal del asunto Colosio. Sentados en una mesa de octogenarios juristas, el político guanajuatense inicia una plática enfocada hacia el humano con Miguel Montes García.

Solo convidar tres aspectos que contó el abogado Montes. El primero que tiene que ver con la relación que él tenía con la familia que formaban Luis Dolando, Diana Laura y los dos infantes.

Ambos coinciden, de manera risueña, en que el originario de Magdalena de Kino era coqueto con las mujeres…”muy pícaro, Donaldo”.

“Esa noche, recuerda Montes, iba llegando a las oficinas de la Suprema Corte de Justicia de la Nación cuando un asistente me avisó de que al candidato del PRI lo habían asesinado”. En las horas venideras todo transcurrió muy rápido. Ya nada fue igual ni para él ni para nadie.

“Yo acepté ser el Fiscal porque me lo pidió Diana Laura. De otra manera no hubiera aceptado…bueno también me habló el señor presidente Salinas y me dio justificaciones políticas válidas por el momento que vivía el país, además de la solicitud de la señora Colosio, quien era clave por ser parte coadyuvante”.

Arroyo y Montes hablan de que el priista de verdad quería cambiar las reglas del juego político a nivel nacional. No se sentía a gusto con el estado de cosas que privaban en el país.

Eso fue apenas hace 20 años. Muchos han hablado y escrito de Luis Donaldo Colosio Murrieta y destacado solo lo anecdótico, como si cualquier ser humano estuviera aislado del mundo común y corriente. Otros destacan su talento y su don de gente. Los que convivieron en su cotidianidad lo retratan mejor. A esos habrá que leer para descubrir lo que era y lo que anhelaba.

 

Ibargüengoitia solo y en paz

Por otro lado, en visita de trabajo a Guanajuato, me enteré que las cenizas del escritor, novelista y periodista Jorge Ibargüengoitia, muerto en accidente aéreo en 1983, fueron llevadas del hogar que compartió con su esposa la pintora inglesa Joy Laville, al parque Antillón. Esa gestión la realizó el también editor Arroyo Vieyra.

Hoy, ese parque está abandonado por las autoridades municipales, estatales y federales. Solo algunos visitantes frecuentes bajo el designio de cupido permanecen en arrumacos bajo el inclemente sol de la naciente primavera. Descansa en paz sin muchos homenajes el diáfano escritor que retrató parte de la picaresca de la política nacional. ■

 

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