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martes, 23 abril, 2024
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El Canto del Fénix

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Por: SIMITRIO QUEZADA •

  • La prioridad: el campo

Un hombre que logra salvarse del naufragio de un trasantlántico se arrastra por las húmedas arenas de una isla desierta. Entre las tablas que lo rodean, avisora un maletín y un envoltorio alargado. Dentro del maletín descubre una computadora portátil. El envoltorio guardaba un azadón y una bolsa con maíz, frijol, calabaza y papas…”.

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Nadie debe negar la importancia del campo. Quiten la base del edificio y de nada servirán los ornativos caireles de cantera. Quiten el cimiento y ni la cruz plantada en la cumbre quedará sin rasguño. Quiten el campo en la estructura socioeconómica y de nada servirán expertos en programas computacionales, artes plásticas, música o letras.

Querámoslo o no, todos nos sostenemos de la agricultura. Si las cosechas fueron buenas este año, el dinero circula como cumpleañero en parque de diversiones. En caso contrario, no hallamos qué hacer para rematar tanta mercancía.

Aun así, la atención al campo es deplorable. No hablo tanto del gobierno como de nosotros: mientras sigamos creyendo que una computadora es mejor que el campo, mientras sigando tratando al campesino con la punta del pie, mientras sigamos prefiriendo lo extranjero y permitamos que maíz y frijol cosechados sigan vendiéndose a precios insultantes, esta nación seguirá estancada.

No podemos ser primer mundo sin el campo. ¿De dónde, si no, ha tomado su progreso un estado como California? Silicon Valley, la Meca de la computación, no existiría sin la bonanza que es fruto del cultivo de los campos. Pero muchos de los “nuevos mexicanos” no queremos saber de cultivos, tierra o rancheros. El rancho es sólo un lugar a donde vamos los fines de semana para disfrutar una carnita asada. Somos universitarios, tenemos computadoras y cuentas de e-mail, y en cualquier momento pueden llamarnos al celular “inteligente”.

Esto no me escandaliza: soy parte de esa cultura. Lo absurdo es que, platicando con otros jóvenes, advierto que casi todos creen que el progreso está sólo en el reino de chips, Internet, automotores rugientes e industrias. En todo, menos en el campo.

Entendámoslo: en el campo está la raíz del progreso. Sin campo no hay vida económica. ¿Ya se nos olvidaron las clases de secundaria? Agricultura, silvicultura, pesca, ganadería, comercio, industria, servicios. En ese orden, desde la base hasta lo accesorio.

Un estudiante de computación se exaltaba al asegurar que el progreso de la humanidad está en la computación: ¿No utilizas todos los días una computadora para corregir tus textos, no utilizas Internet para mandarlos a revistas? Si yo fuera menos inteligente le hubiera contestado, en una discusión tan necia como improductiva: Y tú ¿no tragas todos los días tortillas, frijoles y chile?

Me retaba el mismo estudiante: ¿Sabes cómo utilizar AutoCad 2003? Mi contrapartida hubiera sido: ¿Sabes cómo evitar la erosión de los suelos? Proseguía enérgicamente: ¡Datos! ¡Necesitas administrar tus datos! De acuerdo. Pero datos de qué, si nos quedáramos con nada.

El campo es la prioridad. Quien no quiera verlo así está condenado al fracaso. Que conste que esto lo escribe alguien cuya especialidad se mueve en el otro extremo de la cadena. Pero lo hago por eso: porque me considero el primero en comprender que las letras y la cultura no llegarán a la gente mientras ésta no satisfaga, al menos, su hambre.

“Un hombre que logra salvarse del naufragio de un trasantlántico se arrastra por las húmedas arenas de una isla desierta. Entre las tablas que lo rodean, avisora un maletín y un envoltorio alargado. Dentro del maletín descubre una computadora portátil. El envoltorio guardaba un azadón y una bolsa con maíz, frijol, calabaza y papas… El humilde envoltorio salvó al hombre. Con su potente batería, la computadora sólo sirvió al náufrago para jugar al ‘solitario’ cinco o seis veces.”

 

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