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jueves, 18 abril, 2024
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Subjetivaciones rockeras / ¿Es moda el rock?

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Por: FEDERICO PRIAPO CHEW ARAIZA •

En un interesante libro publicado a mediados de los pasados 90 sobre música pop contemporánea, leía un artículo en el que se citaba a un disc jockey (o DJ), hablando acerca de acid jazz; comentaba entre líneas que él no utilizaría ciertas expresiones musicales, porque rápido pasarían de moda, y agregaba que tampoco escucharía la música que escucha su padre, que no se trataba de eso para hacer su música. Dicho texto, escrito con una pluma inteligente, pero con un (pienso yo) entusiasmo un tanto exagerado, destacaba las virtudes de aquel estilo musical y nos dejaba entender que ése era el siguiente paso en la evolución del género jazz, y casi como uno de sus más profundos paradigmas.

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En dicho escrito también se mencionaba que la idea del acid jazz era despojar de ese aspecto conceptual que el jazz había adquirido en la década de los 70, y que de lo que se trataba era de regresarle su naturaleza originaria, que era más bien dancística. El estilo tenía (o tiene, en realidad lo desconozco) la intención de brindar momentos agradables y divertidos, con ritmos que pudieran bailarse por largas horas. En su momento, nos comenta el autor de aquel ensayo, el acid jazz destacó por su originalidad y por las amplias posibilidades de experimentación que ofrecía. Aquella música era una mezcla de expresiones de lo que hoy podríamos conocer como jazz clásico, con manifestaciones propias del rap o el hip-hop; sin duda, un ejercicio interesante.

Confieso que (aunque soy plenamente respetuoso) desconozco totalmente sobre esos estilos musicales, y jamás los descalificaría. Lo que me movió a escribir las líneas anteriores fueron los comentarios leídos, en los que entendí que la moda era uno de los motores principales para la creación de aquella expresión cultural, así como su aspecto bailable y libre de conceptos, es decir, hasta donde pude comprender, no se trata de pensar o reflexionar, se trata más bien de pasar un rato totalmente desenfadado, lo que es por demás legítimo. El mismo Nietzsche aceptaba que le gustaba escuchar música porque le permitía dejar de pensar (aunque fuera por un instante). Sin embargo, no dejo de apreciar las profundas diferencias que el acid jazz tiene con respecto al rock.

Cuando este último género musical surgió como rocanrol, hubo quienes apostaron a que sería una simple moda, y no le daban más de unos cuantos meses de vida; después, según ellos, quedaría nada más como un mal recuerdo; no obstante, el rock no sólo permaneció, sino que (al igual que ha ocurrido con otros géneros musicales, como el jazz, por poner un ejemplo) evolucionó y se diversificó, y pese a que muchos han vaticinado y proclamado su muerte, a la fecha sigue tan vivo, fresco e irreverente como en sus mejores días, y eso se debe a que, a diferencia de lo que aquel DJ comentaba acerca del acid jazz, el rock no es una cuestión de moda, término en cuya naturaleza radica lo efímero, lo pasajero, lo que no perdura, lo que hoy agrada y mañana resulta desagradable.

Otro aspecto que también llamó mi atención fue que el DJ al que se alude en el texto también mencionó que él no pretendía escuchar la música que le gustaba a su padre, algo que tampoco ocurre dentro del rock. Me atrevo a pensar que muchos de quienes nos apasionamos con el género rockero adquirimos el gusto precisamente por eso, por escuchar lo que escuchaban o escuchan nuestros padres. Recuerdo en mi infancia y adolescencia, cuando, movido por la curiosidad o el deseo, tomaba los acetatos o los casetes de mi papá (QEPD), y me pasaba horas y hasta tardes enteras escuchando su música; supongo que no soy el único que vivió una situación similar. De hecho, aún sigo escuchando la música que le gustaba a mi padre y, cosa curiosa, a mis hijos también les gusta la música que yo escucho, de hecho, ahora ellos son los que me hacen recomendaciones musicales.

El rock and roll en sus inicios era una música bailable, incluso sus letras eran más ligeras, y si bien, en la actualidad aún existen excelentes agrupaciones que tocan rocanrol o música surf, específicamente para bailar y revivir aquellos años, no podemos negar que, desde que al rock le llegó su capacidad de reflexión, jamás se volvió a despojar de ella. En la actualidad es difícil imaginar (aunque no dudo que exista) un grupo cuyas canciones rayen, en su totalidad, en lo frívolo y vacío. Si bien, el rock es una expresión artística dirigida a despertar emociones en nosotros, no podemos negar que también nos mueve a pensar, es, y disculpen mi atrevimiento, una forma de arte conceptual.

No dudo que la cultura del rock tenga muchos aspectos criticables y hasta reprobables, de verdad, pero tengo que decir que no es mi intención hablar sobre ellos; para escribir al respecto, abundan los férreos defensores de la moral y de las buenas costumbres. No, yo prefiero destacar las virtudes de este maravilloso género, y entre ellas están las que acabo de mencionar líneas arriba: el hecho de que el rock, como música y mensaje, permanece siempre vigente, generación tras generación, y en este sentido, a diferencia de otros géneros o estilos, el rock desvanece los odiosos abismos generacionales. Por otro lado, también es digno de agradecimiento que el rock no sólo nos invite a pensar, a escribir y a leer, sino que también nos ayude a voltear la mirada hacia donde, por apatía o comodidad, nos resistimos ver. Ya lo dijo el Maestro Neil Young, en uno de sus temas clásicos:

Hey hey, my my

Rock and roll can never die

There’s more to the picture

Than meets the eye.

Hey hey, my my.

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