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viernes, 19 abril, 2024
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¿Y después de El Chapo, qué?

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Por: RODRIGO ELIZARRARAS A. •

Hagamos un brevísimo recuento de las reacciones de las últimas semanas tras la reaprehensión de Joaquín Guzmán Loera, El Chapo: que si fue detenido gracias a la DEA, que si ya lo seguía la Marina desde antes, que si Gobierno Federal se tardó mucho en hacer el anuncio, que si deberían extraditarlo, que si debería quedarse en el país a cumplir su condena, que si todo fue un show y ese no era El Chapo, que si la detención es el resultado de un pacto entre el PRI y los jefes de la droga, que si fue un guiño para Obama, que si los gobiernos panistas lo protegieron durante años, que si ahora sí ya tenemos estrategia de seguridad…

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En lugar de detenernos en teorías del complot y otras ficciones, propongo centrarnos en seis puntos clave en los que debemos reflexionar ahora que El Chapo Guzmán está de vuelta en Almoloya:

La violencia no termina aquí: La detención de líderes de la mafia no elimina de facto la operación de la estructura criminal. Detrás de un capo, hay uno, dos o 20 más que desean sustituirlo y tomar las riendas de ese lucrativo negocio. Como algunos análisis sugieren, la violencia puede incrementarse en los meses posteriores a la detención de El Chapo debido al reacomodo de fuerzas al interior y entre los cárteles de la droga.

Crimen Organizado SA: Los capos son trofeos y detenerlos puede quizá hasta elevar la aprobación presidencial de Peña Nieto (en caída desde agosto pasado). Pero las autoridades deben perseguir el conjunto de cada corporación criminal y desmantelar hasta el último motel perdido en el desierto, el taller de autos, la casa de cambio, la de empeño, el palenque, la carreras de caballos clandestina y el resto de la larga lista de actividades “medianamente ilícitas” y “parcialmente vinculadas” al cártel en cuestión, las cuales siempre o casi siempre quedan fuera del radar de la justicia. “Pues es que no hay forma de comprobar los vínculos”, dirán “los que saben de esto”. Hay que investigar a fondo, seguir las redes políticas de protección y vinculación con otras esferas de la sociedad.

La extradición necesaria: Para terminar de una vez por todas con las populares teorías sobre los pactos en la sombra entre los capos y el partido gobernante, el simple hecho de extraditar a El Chapo sería una señal concreta de que el gobierno mexicano se toma muy en serio su papel de combatir el crimen organizado y ha superado su crisis de nacionalismo decimonónico. Que cumpla su sentencia del otro lado de la gran muralla. Así nos quitamos el miedo de que se nos vaya a escapar o siga operando desde la comodidad de los reclusorios mexicanos, de que tenga privilegios, goce de prebendas, arme las pachangas y empiece a organizar su siguiente gran golpe. ¿Por qué no nos quitamos de broncas y, como bien sugiere Alejandro Hope, lo extraditamos?

La base narco-social: Quedó claro que hay una base social (movilizada o no, no es el tema) que, digámoslo de esta manera, simpatiza con el crimen organizado. Ya sea que vive de sus obsequios, es parte de su nómina, o se beneficia de su protección, hay una parte de la población (imposible saber de qué tamaño) que, permítanme hacer uso de terminajos politológicos, es la constituency de los narcos. En otras palabras, si los narcos fueran candidatos para algún cargo de elección  popular, este grupo votaría por ellos. ¿Cómo entender este fenómeno narco-social? No tengo la respuesta, pero han ocurrido eventos de este tipo al menos en Sinaloa, Nuevo León y Michoacán.

Michoacán sigue ahí: Qué no se nos olvide que Michoacán sigue con sus problemas. Se multiplican los grupos de autodefensa y, con cada día que pase, a Gobierno Federal se le complicará un poco más regresarlos a su condición de civiles sin armas. Hasta hoy Gobierno Federal todavía no ha logrado del todo retomar el control de la zona, desarmar definitivamente a estos grupos, ni garantizar su seguridad y la de todos los michoacanos. Lo que es evidente es que en cualquier parte del mundo donde han surgido grupos de autodefensa el cuento no acaba bien. La situación en Michoacán no parece que se resuelva pronto.

Más prevención, menos operativos: Al final del día, es preciso enfocar nuestros esfuerzos en la prevención del crimen y la reducción de la violencia. Lo deseable sería emprender programas eficaces de este tipo en las principales ciudades del país. Pero empecemos por lo primero: no contamos ni siquiera con diagnósticos decentes sobre los factores de riesgo delictivos en México. Así como lo lee. Hoy todavía no sabemos qué puede favorecer el incremento del crimen en México ni tampoco qué podría inhibirlo, como apuntamos en nuestro documento Prevención del delito en México: ¿Dónde quedó la evidencia? Dominamos, eso sí, mucha de la literatura internacional sobre el tema. Nuestros funcionarios citan con familiaridad a Robert Sampson y a la teoría de la desorganización social, pero no cuentan con un solo dato duro para explicar el crimen en México. En este tema estamos en pañales.

La detención de El Chapo fue un gran acierto del gobierno federal, pero lamentablemente no resuelve los problemas de inseguridad, impunidad, violencia y corrupción existentes. Entonces, ¿después de El Chapo, qué sigue? Me parece que debemos seguir fortaleciendo a las corporaciones, no sólo al Ejército y la Marina, sino también a los ministerios públicos, jueces y policías municipales. Será imposible “salvar a México” sin contar con instituciones de seguridad y justicia robustas, profesionales, leales, y que respeten la ley por encima de cualquier otra cosa. ■

 

*Coordinador del Programa

de Seguridad y Justicia en México Evalúa

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