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martes, 23 abril, 2024
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Normalismo rural, último eslabón de la educación socialista promovida en México

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Por: MARTÍN CATALÁN LERMA •

■ Para logar el desarrollo de estas escuelas se necesita redifinir nuevos paradigmas: Ibarra

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Marginado, olvidado y perseguido por el Estado, el normalismo rural es el último eslabón de la educación socialista promovida en México en la etapa posrevolucionaria. Después de 80 años es uno de los pocos y genuinos espacios de resistencia estudiantil contra la imposición de políticas neoliberales.

Además de aportar profesionales para los procesos de enseñanza y aprendizaje, las 17 Normales Rurales que aún existen en el país reproducen una visión ideológica aparentemente dogmática, pero que resulta incómoda para un modelo de educación que tiende hacia la formación de ciudadanos apolíticos.

El normalismo rural es producto de la Revolución Mexicana y en su momento tuvo varios propósitos, entre ellos aportar elementos educacionales para la organización y la transformación del campo mexicano, en una etapa en la que 75 por ciento de la población mexicana se encontraba en el medio rural.

Al respecto, el investigador Manuel Ibarra Santos afirma: “Creo que no podemos entender el México del siglo 20 sin la aportación pedagógica, política y cultural de las Normales Rurales, pues han cumplido con creces su función. Ahora son el último eslabón con la educación socialista en el país y se han constituido en un espacio de resistencia contra lo que han llamado la irrupción impositiva de las políticas neoliberales”.

No obstante, afirma que las Normales Rurales deben repensar su modelo de gestión no sólo en el ámbito de la administración, sino también en el académico, y sin transgredir su esencia, debe plantearse su renovación a fin de evitar “la tentación de disminuirlas o desaparecerlas”, como ha ocurrido en momentos históricos determinados, por ejemplo durante el movimiento estudiantil de 1968, cuando cerraron 50 por ciento de esas Normales.

Raúl Parra Delgado, ex director de la Normal Rural de San Marcos General Matías Ramos Santos, ubicada en el municipio de Loreto, coincide en que la creación de esas instituciones fue una respuesta a los planteamientos de la Revolución Mexicana, pero con una mística que se ha mantenido.

La formación de maestros en esas Normales, explica, es desfavorable para el modelo político y económico, porque hay la pretensión de controlar al magisterio “y tenernos al servicio exclusivamente de lo que imponga el sistema, sin contemplar que somos producto de la idea de generar mejores condiciones de vida para la sociedad y las clases más desprotegidas”.

De acuerdo a ese argumento, para el sistema político y económico imperante es inadmisible que haya quienes busquen la reivindicación social de los sectores más vulnerables, motivo por el cual el pensamiento marxista ha quedado arraigado en el normalismo rural y por tal motivo es rechazado en cierta medida en el sistema educativo.

Por lo tanto, los maestros egresados de las Normales Rurales no se convertirán “en meros ejecutores de diseños educativos que en ocasiones se elaboran detrás de un escritorio sin el pleno conocimiento de las condiciones rurales”, indica Parra Delgado.

Asimismo, menciona que dos de sus hijos son formados en la Normal Manuel Ávila Camacho, en la capital del estado, y otros dos en la Normal Rural General Matías Ramos Santos. Al comparar, “no me cabe ninguna duda que para el Estado, la formación de un maestro rural resulta más cara, porque su inversión en una escuela común es mínima, pero al padre de familia le resulta cuatro veces más barato educar a sus hijos en una Normal Rural”.

En efecto, la Normal Rural de San Marcos parece mantener su mística, pero no sin haber enfrentado conflictos importantes a lo largo de sus casi 81 años de historia. Uno de ellos se dio a finales de la década de los 90, debido a que la institución no admitía estudiantes mujeres.

Ibarra Santos recuerda que, al ser funcionario de gobierno del estado en la década de los 90, fue uno de los responsables de la incorporación de la mujer, como alumna de la Normal Rural de San Marcos, proceso que ayudó a modificar la dinámica interna.

En este momento, “ante las tentaciones de aquellos que ven a las Normales como un espacio de resistencia ante el ímpetu neoliberal, de reducirlas, los maestros vinculados a ellas deben de plantear una transformación en sus modelos de gestión para preservar estos espacios de apoyo a los hijos de campesinos y obreros”.

En el ámbito pedagógico, las Normales Rurales mantienen su vigencia, pues crecieron por la influencia de grandes pedagogos a nivel mundial, y mientras algunos de ellos se orientaron a la visión pragmática del trabajo, otros se enfocaron hacia el colectivismo en la escuela como factor de organización social.

Sin embargo, el actual asesor de la Secretaría de Educación de Zacatecas (Seduzac), asegura que la ideología marxista leninista que impera en esas Normales debe ser revisada, puesto que muchas de esas teorías han sido superadas por el escenario actual.

“Hay que revisar no solamente concepciones pedagógicas, políticas o ideológicas, necesitamos actualizarnos. Dice Wallerstein, un teórico antisistémico, que vivimos no una época de cambio, sino un cambio de época. Yo aspiro a que haya una actitud inteligente desde las Normales Rurales no sólo para dar el salto histórico y sobrevivir al ímpetu que pretende reducirlas, sino también a un razonamiento abierto para discutir y preservar ese espacio tan importante para los hijos de campesinos y obreros”.

En la Normal Rural General Matías Ramos Santos, el movimiento es constante. En la cancha de baloncesto la escolta practica su rutina para actos cívicos; otros van y vienen de la zona de internado a la zona escolar y transitan la Calzada de las Generaciones, donde pequeños o grandes monumentos recuerdan a los egresados de esa institución, para ir a clases: y otros preparan actividades culturales que presentarán a sus compañeros en próximos días. La disciplina es fundamental.

La imagen que los medios de comunicación han creado de ellos, acusándolos de flojos y revoltosos, no les preocupa. Son conscientes de su función como futuros maestros y de la aportación que deberán brindar en el medio rural.

Según expone Parra Delgado, ahora docente en esa institución, a diferencia de una Normal común, en las Normales Rurales la formación es más integral, pues las asignaturas se complementan con una serie de actividades que enriquecen a los docentes que tendrán que laborar en las comunidades rurales.

Es decir, en las Normales Rurales las actividades complementarias van desde el tema agrícola, hasta lo deportivo y cultural, sin abandonar una de sus características principales, que es la formación política de sus alumnos.

Desde su punto de vista, todos esos elementos son importantes para un maestro que se desempeña en el medio rural, porque en ese contexto, el profesional de la educación debe tener la capacidad de desarrollar sus competencias especialmente en cuestiones artísticas, porque estas serán una forma de recreación para sus alumnos y habitantes de las comunidades.

En su experiencia, “aparte de trabajar la currícula, llevar esa formación complementaria me permitió adentrarme más con las personas de la comunidad. Es una simbiosis importante porque la gente está ávida de que se les de esa atención en aspectos ajenos a lo escolar, como deporte, cultura e incluso aspectos de carácter económico”.

La formación política en el normalismo rural, comenta Parra Delgado, es vigente en la actualidad, porque el maestro es una figura que no se debe desligar de los procesos políticos, aunque sin descuidar el trabajo académico que es la esencia del docente. Es decir, el maestro, como ente social, debe responder a situaciones de la realidad.

En el tema académico, asegura que las Normales Rurales tienen mejores indicadores que muchas Normales importantes y, por ejemplo, recordó que el año pasado, en el examen de ingreso al servicio docente, de las 57 plazas que se ofertaron para primaria, “nuestros alumnos ganaron más de 50 por ciento, y los mejores cuatro fueron de San Marcos”.

María Magdalena Montoya Sánchez, presidenta del Comité de Orientación Política e Ideológica en la Normal Rural de San Marcos, denuncia que en los últimos años esas escuelas han sido objeto de persecución gubernamental, la cual ya tuvo como consecuencia el cierre de la Normal ubicada en Mexe, Hidalgo, en 2002, y más recientemente se intentó desaparecer la Normal de Mactumactzá, Chiapas, donde se pudo rescatar la zona académica, más no el internado para sus alumnos.

“El papel de un normalista rural va más allá, se encamina a apoyar esos lugares donde no cualquiera quiere ir, pero los gobiernos nos atacan porque nuestra ideología es marxista-leninista. Queremos la igualdad en el pueblo y queremos crear la conciencia en las personas de que tienen derechos. Ese también es nuestro papel como maestros”, dice.

Explica que la formación docente y la organización estudiantil en el Normalismo Rural se divide en cinco ejes:

Deporte. En las escuelas ubicadas en el medio rural no hay profesores de Educación Física, motivo por lo cual los maestros deberán impartir formación en ese sentido.
Cultura. Los egresados de las Normales Rurales también tendrán la responsabilidad de brindar a los niños oportunidades de desarrollo artístico.

Módulos de producción. Los futuros maestros acompañarán a los niños en el conocimiento de los medios de producción en el medio rural y el campo.

Académico. La formación contempla el estudio de teorías didácticas y pedagógicas, mediante las cuales los docentes encabezarán los procesos de enseñanza y aprendizaje.
Político. “Es el que nos mantiene de pié a las Normales Rurales. Nos da poder de gestión para ir con las autoridades educativas y exigirles atención a nuestras necesidades”.

Se refirió a las evaluaciones que la Reforma Educativa plantea aplicar a los maestros, cuyo resultado podría derivar en el despido o cambio de adscripción de los trabajadores de la educación, y afirmó que esos exámenes no reflejan las capacidades del docente.

Al respecto, la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM) realiza encuentros en los cuales se abordan esos temas y se analizan diversas alternativas a seguir, pues las reformas también pretenden eliminar la vida política al interior de las Normales Rurales.

En ese contexto, “en San Marcos no nos vamos a quedar con los brazos cruzados ante las injusticias que se nos presentan día con día, pero no vamos a dejar de lado lo académico, muestra de ello es que el año pasado una alumna de aquí fue el primer lugar en el concurso de plazas”, indica Montoya Sánchez.

Por ejemplo, después de varios meses de exigir al gobierno del estado el apoyo para mejorar las condiciones en que se encuentra el internado, poco a poco ha habido respuestas favorables, y aunque se les han negado audiencias con funcionarios, “vamos avanzando bien”.

En la Normal Rural de San Marcos, cada uno de los 580 estudiantes recibe una beca de 53 pesos para alimentación diariamente, y a pesar de ser un recurso mínimo, se optimiza ese recurso para atender almuerzo, comida y cena.

Para ello, los estudiantes cuentan con el denominado Comité de Raciones, cuyos integrantes son los responsables de “hacer un equilibrio entre la comida y el dinero para alimentar a los estudiantes, pero hace falta más recurso para eso. A veces cuando llegamos al comedor, nos sirven una cucharadita y eso es todo”.

El mayor problema en este momento es el espacio para albergar a estudiantes mujeres, puesto que hay algunos dormitorios de 5×5 metros donde cohabitan hasta 13 alumnas, lo que se debe a que en los últimos años ha crecido la matrícula femenil.

El tema “se trató con las autoridades pero no nos han dado una respuesta favorable. El problema viene a raíz de que ha habido una mayor deserción de estudiantes hombres, y las mujeres se quedaron amontonadas”, comenta Montoya Sánchez.

Otra de las exigencias que aún no son atendidas es la del servicio de Internet, lo cual preocupa a los estudiantes porque si el discurso oficial se habla de calidad, es inadmisible que no se otorguen las herramientas necesarias para ello.

También se exigió la colocación de nuevos boilers, porque los que tenían dejaron de funcionar y los normalistas debían bañarse con agua fría. En ese aspecto se ha cumplido con la colocación de calentadores solares en cuatro plantas del internado, pero aún falta más de la mitad. Es decir, “las condiciones siguen siendo precarias. Aquí en San Marcos hacen falta muchas cosas”.

El 13 de enero y el 2 de octubre de cada año, los normalistas sanmarqueños se trasladan a la capital del estado para realizar marchas que ya son tradicionales. La primera se lleva a cabo para recordar la represión de que fueron objeto en el año 2000, cuando corporaciones policiacas impidieron el acceso de los estudiantes a la capital del estado durante una visita del entonces presidente Ernesto Zedillo. La segunda, para conmemorar la matanza estudiantil perpetrada por el gobierno mexicano en 1968.

En ambas fechas, los normalistas aprovechan para reunirse con funcionarios de la Secretaría de Educación de Zacatecas para presentarles demandas y exigencias similares a las mencionadas arriba.

Sin embargo, también hay ocasiones en que los sanmarqueños se movilizan con mayor intensidad, como ocurrió en noviembre pasado, cuando cinco estudiantes fueron aprehendidos por varios delitos, entre ellos robo y secuestro, acusados por la empresa Pepsi.

Víctor Andrés Muñoz Romo, uno de los alumnos de San Marcos encarcelados durante 20 días, cuenta su historia:

Me apresaron el 20 de noviembre. Estaba en Loreto. Me marcaron mis compañeros y dijeron que nos habían prestado un camión. Entonces les respondí que invitáramos a los choferes a comer. Nos quedamos de ver en el restaurante Jordanos, llegamos ahí pero un chofer dijo que no podían apagar el camión y que mejor lo llevaban y después regresaban a comer.

Le pregunté si podíamos acompañarlo y contestó que sí. Al confiarnos me subí y otros de mis compañeros también. Recorrimos aproximadamente 500 metros y la Policía Federal ya nos esperaba. Nos bajaron, nos revisaron, nos esposaron y nos metieron a las patrullas.

Fuimos a dar a Aguascalientes al C4, luego a la PFP y después a la Procuraduría General de la República, y como no era jurisdicción del estado de Aguascalientes, se declararon incompetentes y nos trasladarnos a unos separos en Zacatecas. Después nos llevaron a la cárcel distrital de Loreto y ahí cumplimos esa estancia.

Cuando nos aprehendieron la Policía Federal sabía lo que nos habían hecho. Cuando nos identificamos como sanmarqueños ellos mismos expresaron que nos hicieron un “cuatro” y cuando entablé un poco más de confianza con uno de los oficiales, me dijo que nos habían visto la cara pero ya no nos podían dejar ir.

Todo el trato estuvo bien, nada más algunos policías llegaban presumiendo y diciendo que traían unos secuestradores. Por eso a la otra corporación que pasábamos nos trataron como tales. En ese sentido la Policía Ministerial sí nos agredió.

Me sentía frustrado porque no sabía cómo se iban a dar las cosas, por mi familia, yo no podía resistir que mi familia me viera en esas circunstancias, pero por otro lado me sentía tranquilo porque mis compañeros y otras organizaciones nos tendieron las manos, además de algunas personas egresadas de aquí que tenían cierto peso político y que estuvieron moviéndose.

Fue una experiencia injusta porque siempre los medios distorsionan la información. En nuestro caso el problema se dio con la empresa Pepsi, con la que habíamos llegado a un acuerdo para que nos prestaran unos vehículos, pero nos tendieron una trampa.

Nos habían prometido que nos iban a prestar un camión y accedimos a ir por él. Sin darnos cuenta, ya estaba la Policía Federal esperándonos porque les habían hecho el llamado de que iban secuestrados, siendo que ellos aceptaron prestarnos los vehículos.

Fueron 20 días de esta amarga experiencia no solo para mi y mis compañeros, sino también para nuestras familias, porque todos nos brindaron su apoyo. Aprovecho este espacio para dar un agradecimiento a todos. Estamos libres gracias a eso.

Nosotros en ningún momento secuestramos camiones. Nunca retenemos ni el vehículo ni a las personas a la fuerza. Si pudieran acercarse a algún chofer o persona a las que se dice que hemos retenido, ellos mismos les dirán que no es verdad porque incluso les pagamos su salario del día, les llenamos el diesel que utilizamos y les damos algo extra. Desde nuestro punto de vista eso no es un secuestro.

Sí utilizamos vehículos ajenos, pero lo que hacemos es pararnos afuera de la institución, paramos el vehículo, dialogamos con el chofer, y de acuerdo a lo que les ofrecemos, ellos ven si pueden acceder a prestarnos el vehículo o no. Si no accede, simplemente lo dejamos ir.

En caso que se trate de autobuses de pasajeros, a ellos no se les afecta. Nosotros, con dos vehículos que tenemos, trasladamos a la gente hacia sus destinos y al chofer nosotros le pagamos su salario del día.

Vamos a seguir continuando con esta práctica porque es algo necesario. No podemos sofocarlas o terminarlas porque es algo que se necesita cuando se presenta alguna injusticia hacia nuestra escuela. Debemos de hacer ver que nos están oprimiendo, que necesitamos de apoyo. Aquí no recibimos ayuda, el gobierno poco a poco nos está apagando, a pesar que nosotros somos los que llevamos la educación a los lugares más apartados del estado. Entonces vamos a hacer esto de la mejor manera, siempre con el diálogo y con una mayor precaución para evitar estos percances porque sinceramente no se lo deseo a nadie.

Para Ibarra Santos, la formación docente y el normalismo está en crisis, pero este momento es crucial, pues la figura del maestro y los modelos pedagógicos se encuentran inmersos en una crisis de identidad, lo que indica la necesidad de redefinir nuevos paradigmas.

Al respecto, plantea la necesidad de “aprovechar la coyuntura que está viviendo el país para discutir con mucha racionalidad y profundidad la posibilidad de crear un nuevo paradigma de formación de docentes. Si queremos que haya éxito en la Reforma Educativa, debemos de tener como eje central los procesos de formación profesional”.

Es decir, se requiere atender la crisis de identidad en el desempeño profesional de los maestros, cambiar el paradigma económico e incluso se debe cuestionar el monopolio de la formación de los maestros en manos de las escuelas de las Normales y analizar si es pertinente abrir ese proceso a las universidades, por ejemplo.

En el caso de Zacatecas, no hay un sistema integral de formación de maestros que permita o impulse la transformación de la educación Normal, pero ello implicaría la modificación del modelo de gestión y de la estructura de todas las instituciones formadoras de docentes.

A partir de ese sistema, dice, se podría definir cuántos maestros se necesitan en el estado, qué perfil de docentes, para qué áreas de conocimiento, y en función de ello se deberá definir la función de las escuelas Normales, porque históricamente se han circunscrito a la formación de maestros de preescolar y primaria, pero se necesita revisar si ello es suficiente para atender la demanda de la sociedad de tener más y mejores profesores, según plantea Ibarra Santos.

Ibarra Santos señala que el estado tiene una tradición histórica muy importante en materia de Normalismo, puesto que Zacatecas presume de haber tenido la primera escuela Normal de América, es decir, incluso antes que Estados Unidos, que fue la Escuela de la Constitución, fundada en 1825, que a la postre se convirtió en la Escuela Normal Manuel Ávila Camacho.

“Así como hemos tenido una gran riqueza histórica en el tema de formación de maestros, también tuvimos en el siglo 19 una de las primeras Normales para mujeres, y además, en la década de los 20 del siglo pasado inició operaciones una de las primeras Normales Rurales, antes ubicada en Río Grande, y ahora en la comunidad de San Marcos, en Loreto”.

A partir de esa tradición histórica, entonces, es importante revisar los avances logrados a través del tiempo y repensar la formación docente a partir de este nuevo escenario en el que se presentan grandes cambios en lo que se refiere a la organización social o económica.

Desde su punto de vista, es urgente entonces la creación de un Sistema Integral de Formación de Maestros, mediante el cual puedan atenderse fragilidades en el Normalismo zacatecano, como lo es la inexistencia de un Sistema de Investigación Educativa.

Asimismo, deben alentarse los procesos de investigación educativa, porque esa será la única manera de enfrentar, procesar y buscar soluciones a las problemáticas escolares, y aunque hay esfuerzos aislados en la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ) o en la Universidad Pedagógica Nacional (UPN), no es suficiente.

A nivel nacional, el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) integra a casi 20 mil integrantes, pero solamente 700 académicos se dedican al ámbito de la educación. En Zacatecas, solamente hay dos. Eso evidencia una pobre presencia de zacatecanos en materia de investigación de la educación, a pesar de los esfuerzos que aisladamente hacen profesores de algunas Normales y la propia UPN.

Es evidente que el Estado no le ha dado la importancia necesaria a la formación de docentes, mucho menos al Normalismo Rural, pero se ha demostrado que los procesos formativos del maestro, y junto con ello el fortalecimiento de las escuelas Normales a nivel nacional y estatal, son aspectos apremiantes en la política educativa.

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