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jueves, 18 abril, 2024
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Guapachoso y cosquilleante, así se describe don Carlos, dueño de los Baños San José

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Por: ALMA RÍOS •

■ El futbol y el danzón, aficiones a las que también ha dedicado gran parte de su vida

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Los Baños San José, ubicados en la calle Segunda de Matamoros en su número 204,  son un punto de referencia en el Centro Histórico de Zacatecas. Desde hace 35 años son atendidos por don Carlos, Carlos Rodríguez Almeida, quien recuerda el auge de estas instalaciones en el momento de una ciudad que no contaba en sus periferias con el suministro de agua potable.

El secreto del manejo de unos baños públicos, dice, es el conocimiento de la caldera, pues advierte, al manejar altas presiones puede ser explosiva. También es necesario dar una buena atención al público.

Para efectos prácticos de higiene corporal son las regaderas lo apropiado, pero el baño de vapor se asocia con el relajamiento, la limpieza profunda -pues “elimina las toxinas al cuerpo” a través de la intensa sudoración que produce-, y aun la conversación, cuando se comparte en la sala general, una que hoy ya no tienen los Baños San José.

De esta experiencia de trabajo en que ha invertido gran parte de su vida le quedan muchos amigos. También de su afición por el futbol, deporte al que se incorporó en 1983 y en el que ha jugado la posición de mediocampista en diferentes equipos, con uno de los cuales fue campeón en 1987 en una final que se celebró en el estadio Francisco Villa.

Rodríguez Almeida es hijo de madre nochistlense, pero por azares del destino nació en el Distrito Federal, allá en 1944. Llegó a Zacatecas una primera ocasión en 1970. El traslado no fue muy afortunado, pues acostumbrado al ritmo y bullicio de la Ciudad de México en la que solía visitar los salones de baile como el California Dancing Club, El Califas; El colonial y  Los Ángeles, y participar de la vida vecinal en la colonia Moctezuma donde se acostumbran las fiestas de continuo,  encontró una ciudad demasiado tranquila.

Regresó para asistir a su hermano, entonces dueño de los Baños San José, después de una estancia en el DF y otra temporada en Salamanca, Guanajuato, esta última, ciudad donde le tocó asistir a los damnificados de una inundación provocada por el desborde del Río Lerma en 1974.

En aquel 1979 las instalaciones de estos baños públicos contaban con 25 apartados individuales y un área general. Al igual que las cantinas, estos espacios eran sitios reservados para la convivencia y descanso de los varones. Era común que se ocuparan por grupos de mineros, recuerda.

La historia de estas instalaciones se remonta a 1959, de aquella época no recuerda el nombre del propietario, pero su hermano, Jesús de la Mora Almeida, los compró a don Manuel Lugo, después él se hizo cargo.

De esta manera la vida de don Carlos, fue encontrando aquí sentido. Hoy lo tiene, justo por atender estos baños, su práctica del futbol y todos los miércoles, asistir ataviado de “pachuco” a las sesiones de danzón que iniciara la administración municipal anterior.

“Todo tiene un principio y un fin y me está tocando a mi ese fin, mi negocio se fue para abajo comenta”. 

Hace 20 años la afluencia empezó a decrecer, “desde que quitaron la zona militar, desde ahí porque eran 5 mil gentes que estaban ahí prestando su servicio, luego ya (la gente) de los barrios venían muy poco”.

Hace más o menos tres años refiere, encontró en los Miércoles de Danzón, programa cultural promovido por la presidencia municipal de Zacatecas, un estímulo de vitalidad.

Para don Carlos “el danzón es vida, cualquier baile que se disfrute es vida, saludable y sin ningún perjuicio”. “Me gusta, me gusta bailar, soy guapachoso y cosquilleante”, comenta sobre esta afición que inició a la edad de 16 años.

No tiene preferencia de géneros, pero el danzón se insertó en su existencia temprano, cuando comenzó a asistir a los míticos salones donde aprendió viendo practicar el ritual a la gente mayor. Desde hace 44 años lo practica con su esposa, Mercedes Rivera Soto.

Los pantalones bombachos, el zapato de tacón cubano de dos colores, -en este momento muestra unos “clásicos” en blanco y negro-, y sombreros para combinar con diferentes trajes, forman parte del lenguaje de este baile, “el danzón es elegancia”, dice.

Después de hacer este recuento reflexiona, “ahora sí que yo me la he pasado muy a gusto ya aquí en Zacatecas, después de que no me gustó cuando vine la primera vez. Pero aquí encontré mis raíces zacatecanas y aquí estoy ahora sí, hasta que me marche yo jubiloso”, remata con una carcajada.

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