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martes, 23 abril, 2024
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Una sospechosa ignorancia

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Por: IVÁN ALEJANDRO ISTLAHUACA CARLOS •

En la actualidad la educación y el sistema educativo en su conjunto, atraviesan por una acentuada crisis producto de diversos factores sociales, políticos, económicos, culturales, etc. Lo cual constituye una certera afirmación, que goza de consenso entre los especialistas de la materia y quienes son participes directos del proceso educativo (maestros, padres de familia y alumnos). A esta tesis que pareciera prácticamente indiscutible, se antepone la concepción neoliberal acerca de la educación como una simple mercancía que debe cumplir determinados estándares de calidad, la mayoría de los cuales descansan sobre la responsabilidad exclusiva del maestro y su desempeño.

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Partiendo del hecho de que la educación es un ejercicio multifactorial, es decir, que en ella intervienen aspectos de la más rica y variada procedencia, resulta por demás aventurado e irresponsable querer atribuirle toda la culpa del problema a los docentes. Dicha acusación infundada y carente de argumentos se da en el marco de una ceguera voluntaria por parte de los poderosos y una sospechosa ignorancia con respecto al impacto que tienen los factores antes mencionados, en el quehacer educativo.

Los “intelectuales” de cartón que vemos y escuchamos de manera cotidiana en los noticieros nacionales, se inflaman de rencor y cizaña al expresar que los únicos culpables del bajo nivel académico de la niñez mexicana son los mentores, olvidando de manera ventajosa mencionar el hecho de que las televisoras para las que trabajan, en nada contribuyen a formar individuos críticos y pensantes, sino que al contrario, con su programación enajenante y tendenciosa, promueven violencia, anti valores y fortalecen la globalización, excluyen la riqueza cultural de un país entero que poco a poco pierde identidad; y en cambio, exacerban la ignorancia y los falsos estereotipos.

En términos marxistas, se podría decir que la televisión es el nuevo “opio de los pueblos”, especialmente de las nuevas generaciones que yacen inermes frente al bombardeo mediático que adormece el intelecto.

Asimismo, los nobles ojos de los dueños del poder, no alcanzan a observar la terrible desigualdad social en que viven y mueren la mayoría de los mexicanos, sus finas pupilas se muestran impotentes para penetrar en la realidad del hambre, miseria, abandono e insalubridad que sufren las clases subalternas, lo cual constituye una de las principales causas del fracaso escolar.

“La letra con hambre no entra”, dicha afirmación, la conocen muy bien los maestros dignos y rebeldes que resisten los embates del neoliberalismo y sus lacayos. Para conseguir que el alumno aprenda, primero es necesario que vaya alimentado y nutrido a la escuela, que no se tenga que ausentar por periodos prolongados como consecuencia de enfermedades prevenibles o curables, que en la escuela se le brinden los materiales necesarios para construir y descubrir el conocimiento.

De igual manera, los administradores de este gran feudo llamado México, ignoran en actitud cómoda y maliciosa, que para conseguir la tan afamada “calidad educativa”, es necesario que las escuelas cuenten con instalaciones dignas, donde los alumnos se encuentren en las mejores condiciones de aprender y los maestros de enseñar.
También es necesario combatir el desempleo y la inseguridad, que en los últimos tiempos, figuran como las principales causas de la movilidad social, lo cual impacta directamente en la deserción escolar.

La miopía voluntaria que padecen los gobiernos y las clases dominantes, no les permite darse cuenta que el bajo rendimiento escolar, la deserción y la reprobación se ven severamente influidas por la desmotivación que reina en las mentes de los estudiantes. Ese poco interés por estudiar (sobre todo de los jóvenes) es producto de las paupérrimas expectativas que el sistema neoliberal ofrece para quienes pasan parte de su vida en las aulas para conseguir un certificado o título universitario.
De hecho, irónicamente se puede afirmar que desde el “Calderonato”, en este país, la percepción casi general en las nuevas generaciones es, que aquellos que deciden no continuar con sus estudios, encuentran mayores ventajas económicas a corto plazo, contrastando con aquellos que concluyen alguna carrera universitaria y pasan a engrosar las filas del desempleo. El hecho de que los estudiantes no encuentren una estrecha relación causa-efecto entre educación, y mejores condiciones de vida, conduce indudablemente al fracaso educativo en cualquiera de sus niveles.

Mientras dicha problemática no sea analizada desde una perspectiva multidisciplinar y se siga crucificando a los maestros por ser los “únicos” responsables de “todos” los problemas que padece el sistema, no se podrá aspirar a conseguir avances significativos en la materia y dejar atrás el rezago histórico.

Pero sin duda, el asunto debe ir más a fondo, ya que después de este sencillo análisis se puede deducir, que para mejorar el sistema educativo, primero es indispensable transformar el sistema en general y dar paso a una sociedad justa, equitativa e incluyente, donde todos sus integrantes tengan óptimas posibilidades de desarrollarse íntegramente. ■

*MDMZ-CNTE

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