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jueves, 28 marzo, 2024
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La democracia entera

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

«Este primer evento político es ilustrativo y premonitorio: hay un estado de sitio en el poder legislativo; es vejatorio para los legisladores, e insultante para la ciudadanía tener que cruzar 16 puestos de control, rodear veinte kilómetros de vallas de acero, caminar hasta tres kilómetros para llegar a la casa, a la escuela, o al trabajo, y sortear miles de botas militares y paramilitares… la sede del Congreso de la Unión convertida en un vulgar cuartel de gendarmería.

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“Sólo disponen de un recurso: la fuerza del Estado. Ayer se usó para masacrar a los jóvenes. Hoy se está usando la fuerza para reprimirlos. Carlos Valdivia es el primer asesinato político, recientemente muerto hace unos minutos por una bala de goma y gases lacrimógenos ¿se sienten contentos? Sigan gritando y sigan riéndose”.

Con estas palabras Ricardo Monreal expresaba la posición de Movimiento Ciudadano en la toma de posesión de Enrique Peña Nieto el primero de diciembre de 2012.

Tiempo después precisó, no era Carlos Valdivia quien había caído a consecuencia de un gas lacrimógeno incrustado en la cabeza que le había dejado fractura craneal y masa encefálica expuesta. Se trataba del activista y director teatral Juan Francisco Kuykendall Leal, quien caminaba a las afueras de la Cámara de Diputados cuando desde las barricadas cobardes y la protección oficial, se disparaba un proyectil que lo postraría encama durante más de un año para nunca más despertar.

Retrasada por esos doce meses en estado de coma, la muerte de Kuy marcó la restauración de los colores de un régimen que desde hace muchos años nos gobierna, pero que ha sobrevivido a la ira colectiva gracias a los engaños del gatopardismo, que a veces rojo, a veces azul, a veces calvo, a veces encopetado convenció a muchos de que alguna vez la cosa había cambiado.

Enterrado por ese régimen queda el maestro Kuykendall, y con él, miles desfallecidos por el hambre, porque los salarios son tragados por la inflación, porque han perdido 80 por ciento de su poder adquisitivo, y porque los trabajos cada vez son más esclavizantes y al mismo tiempo más escasos.

También quedan miles de cruces sin flores por carreteras, desiertos y vías férreas para dar testimonio de los que vieron en el norte la esperanza de sobrevivir y de dar a sus familias una vida mejor. Cientos quedaron en el camino a causa del hambre, la sed, el frío, el calor, el cansancio, y los más desafortunados a manos del crimen organizado.

Asesinados por el sistema están los niños de la guardería ABC que cursaban el preescolar en una bodega y frente a una gasolinera porque el Estado renunció a su obligación de atenderlos y darles educación, y prefirió dejar esa responsabilidad a las manos privadas que de eso haría negocio.

Secos, casi putrefactos, están los campos que antes producían nuestros alimentos, que ahora, además de estar a expensas de un clima cada vez más inhóspito, carecen de fertilizantes y diesel para sus tractores porque los precios se han triplicado mientras las cosechas se abaratan para ellos, y se encarecen para el consumidor.
Con todo eso en contra además se les pide competir con el campo norteamericano subsidiado por su gobierno porque así lo obliga el Tratado de Libre Comercio firmado por Carlos Salinas de Gortari.

Y entre los muertos del régimen también los miles, decenas de miles de personas que mueren a causa de la violencia que vive nuestro país; que hizo estallar Calderón, y que Peña Nieto no ha podido calmar, pero cuyo origen es muy anterior a ambos, y sólo se explica a partir de los años ochenta cuando arribó el sistema neoliberal con todo su salvajismo para terminar paulatinamente con las posibilidades de vivir de otro modo.

Y muertas también las esperanzas de los hijos de los profesionistas que se formaron en el “milagro mexicano” y a quienes les dijeron que estudiando, podían aspirar a una vida mejor. De ese camino sólo queda ya el recuerdo, porque ahora hasta estudiar se ha convertido en una aspiración de la que tampoco hay garantía de ser cumplida.

La muerte a manos policíacas del maestro Kuykendall evidencia, una vez más, que estamos lejos de vivir en democracia, pero mucho más lejos estamos si atendemos a la definición que de ella hace Lula Da Silva el ex presidente de Brasil: “algunos entienden por democracia apenas el derecho del pueblo a gritar que tiene hambre, y yo entiendo por democracia no el derecho de gritar sino el derecho de comer. Esa es la diferencia fundamental. Democracia para mí es permitir el derecho a la conquista y no permitir sólo el derecho a la protesta”. ■

@luciamedinas

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