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jueves, 18 abril, 2024
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¿Partes de guerra? ¿Partes de qué?

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Por: RENÉ LARA RAMOS •

La experiencia y trayectoria de Arturo Cano, entre otras líneas de su trabajo profesional, apuntan hacia su especialización como reportero de “guerra” y sus descripciones aportan a los lectores de La Jornada, los rasgos de un ambiente, con la lucidez, la emoción y la tensión necesarias para que el lector aprecie con base en la objetividad y ya educada visión de Cano, lo que ocurre en escenarios sociales, si no de guerra, sí de una violencia recurrente que sin previo aviso y de manera intermitente emerge como fenómeno que altera y da otro cauce a la cotidianidad de comunidades, pueblos y ciudades, aunque en apariencia se restablezca, como hoy ocurre, por ejemplo, en Michoacán y otros estados de la República. Asunto terrible, si en la sierra y costa cercanas se asientan industrias propias del crimen organizado, cuyos integrantes son fuereños o gente “levantada” o reclutada para explotar su fuerza de trabajo en las distintas tareas asignadas y obligados a desempeñar como mano de obra relativamente libre o presa de tales circunstancias por una industria criminal. Del panorama nacional inquieta su magnitud, densidad e influencia y la pregunta es ¿por qué se ha llegado o se ha dejado llegar la violencia a ese nivel? Preguntas ligadas a la irrupción de dicho fenómeno y a su arraigo paulatino, en ausencia de eficientes mecanismos económicos y culturales propios, y los específicos de seguridad en sus distintos niveles, desde el comunitario y barrial hasta la investidura municipal, estatal, regional o nacional. Al último nivel no basta con irrumpir para actuar con espectacularidad ante los medios, si se carece de trabajo de base, consistente y continuo como para impulsar una presencia alternativa de seguridad pública. Grave omisión, si no se realiza, pues existen recursos para hacerlo. Aunque para García Luna y Calderón H., la espectacularidad fue su recurso favorito a pesar de tener la visión de los problemas y la información disponible en tiempo real, gracias al equipo y servicios prestados por agencias extranjeras.

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La descripción de Arturo Cano fluye con naturalidad: ‘La voz que sale de las viejas bocinas pide ‘‘el apoyo de todos porque el gobierno trae desarmado a un compañero comunitario’’. El aviso procede de Tepalcatepec y a muchos kilómetros de distancia, en un tris, las autodefensas cruzan dos enormes camiones en la carretera. Luego, truenan los cohetones. En diez minutos, decenas de personas llegan al crucero y reciben el informe de que la PF detuvo a un integrante de esa organización civil porque transportaba en su vehículo un tambo de gasolina. Poco después se informa que el detenido ha sido liberado y la gente se va como vino, a seguir disfrutando del domingo. ‘‘¿Cómo vieron? ¿Es el pueblo o no?’’, pregunta el hombre.

Justa interpelación al reportero después de mostrar cómo opera un dispositivo de seguridad desde abajo, pensado e instrumentado por y para los de abajo y sus exigencias, mexicanos ordinarios en su respectivo hábitat y circunstancias. ¿Qué es lo diferente? La forma en que han aprendido a estar preparados para procesar la inmediatez, desde y con su propia complejidad y entorno. ¿Cuánto tardaría en llegar esa alerta al escritorio de seguridad municipal, estatal o federal? ¿Y la decisión? Lamentable parecido entre la reacción federal actual y la de Calderón H., en el mismo estado federativo donde fue su primera incursión, ¿lo que había antes, permanece? Lo visible en la seguridad pública de Michoacán es la falta de resultados, influidos tal vez por la enfermedad que invade al actual gobernador, no totalmente controlada y un estado sin un respaldo operativo local y consistente de seguridad pública, capaz y efectivo para atender a la ciudadanía en el momento requerido, sin depender directamente de la decisión de un gobernador convaleciente. ¿Qué propició en Michoacán la auto organización al nivel local–comunitario? Por lo pronto, se echa mano de una excelente la forma de comunicación social en tiempo real para enfrentar los problemas inmediatos y aun si su rusticidad es susceptible de fallar, hay respuesta ante la inmediatez de lo que consideran problemas o amenazas a su integridad comunitaria. Han aprendido y en esa situación construida, en la que todos son uno, la palabra fluye bajo la condición de anonimato y en la descripción se enumeran elementos que llegan a justificar hasta la particularidad de la actividad del narcotráfico. Particularidades y diferencias a salvo, ¿cuántos “Apatzingán” hubo o hay en la República mexicana, de cuántas particularidades emergen, cómo y por qué? ¿Cuánto duran y cómo cambian? Lo obvio: Faltan alternativas de crecimiento que florezcan en la legalidad, en cantidad y calidad suficientes para sus impulsores, como auténticas fuentes de trabajo para el continuo devenir comunitario y el regional, estatal y nacional. ■

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