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jueves, 28 marzo, 2024
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La gigantesca depredación: inicio de la desindependencia mexicana

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Por: MARCO ANTONIO TORRES INGUANZO •

Después de que los diversos foros que el propio Poder Legislativo organizó y los ríos de artículos que se escribieron, demostraron que organizando de otra manera los compromisos fiscales de Pemex, e impactando en la estructura hacendaria, donde fuera posible que se recuperaran 4 puntos porcentuales equivalentes al PIB en ingresos fiscales cobrando a los grandes capitales, que hasta ahora están prácticamente exentos de pago; con ello, se tenía la suficiente capacidad para que Pemex pudiera invertir en la producción y en los procesos de refinación abandonados hace tres sexenios. En la saturación de análisis, diagnósticos técnicos y escenarios contables, se cayó en la cuenta de que no era necesario compartir la renta petrolera.

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Sin embargo, la propuesta que se votó (originalmente panista) fue una que se elaboró antes de todos los foros y debates a los que nos referimos y no se incorporó nada de estos eventos en la propuesta votada.

Es decir, se organizaron todos esos foros, que por ley tienen que hacer, pero al final del día nada de ellos se retomó en la propuesta. Y eso es así, porque no había una auténtica búsqueda de mejores propuestas, sino que desde un inicio ya era una decisión tomada; y la decisión no dependía de argumentos o estudios técnicos o consideraciones ideológicas, sino de algo muy llano y simple: el aritmético cálculo de las ganancias que esa medida les va a dejar.

La renta petrolera asciende a un promedio de 85 mil millones de dólares por año, o 1.2 billones de pesos. Y el cálculo consiste en encontrar el camino para obtener parte de esa inmensa suma. ¿Cuántas voluntades puede mover esta cantidad de dinero? El móvil no es un proyecto político de fondo, o una estrategia de crecimiento del país, nada de eso, es simple y llanamente la codicia. Exactamente igual que la crisis que se desató en 2008, donde la codicia de las ganancias fáciles en el mercado inmobiliario terminó por hacer colapsar el propio sistema financiero norteamericano y en cadena afectó a sus socios comerciales.

Estos poderosos capitales invaden países y se apropian de sus riquezas por diversas vías. Ahora han venido a México y han logrado lo que hace pocos años considerábamos muy difícil: cooptar a la clase política para cambiar la constitución y revertir una de las estructuras en torno a la cual se construyó la nación: la explotación nacional del petróleo. Por ello, creemos que el propio neoliberalismo ha quedado rebasado por exceso, que con todo su salvajismo, aun partía de supuestos teórico-ideológicos, ahora ya no hay nada de eso: es la pura codicia y sus instrumentos de operación el motor de la actuación política; como son la cooptación y compra de voluntades de aquellos que toman las decisiones.

La manera de aprobar la reforma es altamente sintomática, se esperan hasta el límite del 12 de diciembre (la misma fecha en que aprobaron el Fobaproa), en dos días lograron la mayoría de los Congresos locales sin discusión alguna, y en el número 17, (San Luis Potosí), lo aprobaron por unanimidad. ¡Guau! La maquinaria del mal funciona con eficiencia. Pero los Congresos locales, en tanto que soberanías, deben recibir las propuestas, iniciar el debate, hacer un dictamen por la comisión correspondiente y después pasar a votación. En lo absoluto: lo aprobaron por obediencia, destruyendo todo procedimiento basado en la soberanía de estos órganos. Pero la cosa es aún más grave. Veamos.

Como las modificaciones que llevaron a cabo implican un cambio de proyecto constitucional, y no son modificaciones dentro del mismo ‘proyecto constitucional’; lo cual significa que esto no lo pueden hacer los representantes, sino que deben ocurrir a la fuente misma de la soberanía (el pueblo), entonces están cayendo en dos faltas de alta valía: suplantación de la voluntad popular y en rompimiento de la legitimidad del propio pacto constitucional. Luego entonces, los ciudadanos ya no estamos obligados a obedecer al Estado que está fuera del pacto.

Entonces, la propia sociedad debe llamar a la conformación de un nuevo constituyente para reparar el daño hecho por la clase política actuante en la reforma comentada. De esto se desprende la legitimidad de llamar a la desobediencia civil y al desconocimiento de los poderes actuantes. Y para hacerlo efectivo, los políticos de los llamados partidos de izquierda tendrían que renunciar a sus puestos en masa y convocar al nuevo constituyente.

Pero es poco probable que esto último ocurra, dado que los partiditos autollamados de izquierda están ahí por el dinero que reciben, y piensan que dejar de recibir su dinero implica su automática desaparición. Es decir, están ahí dando legitimidad a la gran depredación. Y como la sociedad civil está desarticulada y sin autonomía, lo que nos espera es un negro escenario: un Estado gerente al servicio directo de las grandes corporaciones depredando la riqueza nacional. Y una sociedad sometida y usada como mano de obra barata. En suma, nos van convirtiendo en colonia.

Un Estado gerente que administra un país colonizado por poderes extranjeros no-nacionales (¿qué nacionalidad tiene Shell?). A pesar de que en estos próximos días la población estará desmovilizada por las vacaciones y las fiestas familiares, en los próximos meses veremos qué poder tiene el pueblo de México de contrarrestar esta neo-colonización en la que nos ha metido la clase política. ■

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