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jueves, 25 abril, 2024
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La historia absuelve y condena

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

Más de 90 jefes de Estado se reúnen en estos días para el funeral de Nelson Mandela, también diez ex jefes de Estado, además de celebridades como Bono de U2, Naomi Campbell, y Oprah Winfrey. A muchos sorprende que la ocasión haya reunido y obligado a un apretón de manos a Raúl Castro y a Barack Obama, a otros nos sorprende más que los homenajes de Mandela convoquen a los que mantuvieron al luchador social sudafricano en la lista de terroristas del mundo hasta 2008.

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Los lamentos por la muerte de Mandela vienen no sólo de entre quienes simpatizan con su causa, también vienen -hipócritamente de unos, y convencidos otros- desde los mismos que lo condenaron a prisión por 27 años, los cómplices del Apartheid, de entre los que lo tacharon de terrorista, de los que reprocharon su lucha.

¿Qué le vamos a hacer?, así es la historia. Sólo el paso del tiempo pone en su lugar a cada cual, muchas veces sesgado también por quien haya vencido.

La gran figura de Mandela fue capaz de reunir lo mismo a George Bush que al presidente de Cuba, Raúl Castro, quien durante toda su vida ha resistido el intento por hacerlo rivalizar con su hermano Fidel con quien combatió en la Sierra Maestra, igual que Ernesto Guevara, otra figura icónica de la historia universal contemporánea.

En más de cincuenta años de revolución donde Fidel ha sido el protagonista, los aparatos ideologizadores han buscado la manera de envilecer o cuando menos empequeñecer su figura. Para ello ha sido útil la imagen del Ché, el revolucionario, el que se enfrentó al imperialismo en uno y otro frente de batalla, y que es hoy objeto comercial cuyo rostro se mercantiliza en playeras, gorras y hasta tatuajes, incluso entre quienes desconocen su historia y quienes condenan sus ideas.

La figura del Ché, impoluta y beatificada hasta por sus enemigos a partir de su muerte, es útil para el sistema siempre y cuando no se enlace su imagen a la del socialismo, a la de la revolución cubana aún en pie, y a la lucha antimperialista.
Buscando su inocuidad a partir de hacerlo ícono de moda, puede sacársele el máximo provecho como máximo estandarte en las críticas a sus compañeros de batalla.

Si aquí se queda su querida presencia, que sirva para enfrentarlo a Fidel Castro, para decir que se enemistaron, para especular traiciones, y para desprestigiar al que sigue vivo y estremeciendo conciencias.

En el plano nacional, la misma oposición procura hacerse entre López Obrador y Cuauhtémoc Cárdenas. Cuauhtémoc, ahora calificado como pacifista, estadista, ejemplo de integridad, estandarte de la democracia, merecedor de la medalla Belisario Domínguez y héroe de programas especiales de Televisa y editorial Clío, es el mismo que padeció el linchamiento mediático de la telecracia cuando gobernó el Distrito Federal.

Hoy Cárdenas es todo bondad en la medida que con ello pueda discutirle liderazgo a Andrés Manuel López Obrador, quien a su vez recibiría los mismos calificativos si se le considerara inofensivo, si su figura fuera sombra sobre algún otro personaje con arrastre social e ideas similares con quien pudiera comparársele.

Hace algún tiempo escuché que ya no existían los Miguel Hidalgo, los Francisco Villas o los Emiliano Zapata. Probablemente tengan razón, y si existieran, ¿los reconoceríamos? Si pudiéramos viajar al pasado y compartir tiempo y espacio con nuestros grandes héroes, ¿lucharíamos de su lado, o caeríamos en la propaganda negra diseñada para desprestigiarlos? ¿Perdonaríamos sus infidelidades y deslices maritales como rasgos anecdóticos del personaje, o juzgaríamos su integridad moral a partir de ello? ¿Llamaríamos a soluciones radicales como las que muchos de ellos emplearon, o diríamos que es mejor no alterar la paz social y no dividir al país?

No podemos adivinarlo, pero la historia que se vive hoy y que se escribirá mañana exige nuestra definición. El destino del país, y casi la mitad de su presupuesto se deciden en estos días en el poder Legislativo, ¿de qué lado de la historia estaremos? ¿Entre los que se quedaron a ver el futbol o entre los que hicieron lo posible por salvaguardar la herencia de sus hijos? ¿Cómo quieren pasar nuestros legisladores a la historia, como los vende-patrias que cambiaron espejos por petróleo o como los que defendieron a sus electores antes que a su partido?

Son muchos los que hoy rodean el Senado y luego lo harán con la Cámara de Diputados, los que reparten volantes, los que discuten buscando concientizar sobre las reformas a los artículos constitucionales, a los que llaman locos, tercos y renegados. Los que haciendo sonar sus cucharas contra las vallas, tratan de impedir el saqueo.

El esfuerzo se hará hasta el último aliento, y si la derrota nos alcanza, al menos quedará la esperanza de que la historia, como a Mandela, ponga a cada cual en su lugar. Que cada quien elija su lado. ■

@luciamedinas

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