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jueves, 18 abril, 2024
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Salirse del Pacto, más no romperlo

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Por: GABRIEL CONTRERAS VELÁZQUEZ •

La reforma político electoral ha sufrido nuevamente un impasse. El anuncio, no esperado pero sí bosquejado con anterioridad, de la salida del PRD del Pacto por México por supuestas negociaciones entre el PAN, el PRI y Gobierno federal para concretar la reforma energética, a cambio del beneficio de mantener la mayoría de sus iniciativas albiazules en lo electoral, en un primer momento (aquel en que el senador Barbosa se retira de las mesas de negociación de la reforma política) funcionaría como indicador de la soluble cohesión que vivían las tribus del Sol Azteca.

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Una vez concluido el Congreso Político Nacional de la izquierda amarilla, los discursos pugnaron por la reivindicación ética, moral y política (lo que sea que ello les signifique), al mismo tiempo que invitaban a Jesús Zambrano, de manera definitiva, a sacar al partido de un pacto que en realidad no los beneficiaría electoralmente, ya que muchos de los programas sociales ahí propuestos fueron estructurados a partir del ejemplo de los gobiernos de izquierda en la capital del país. Evidentemente, con la gran diferencia de que ahora impactarían a la sociedad pero con la imagen de Gobierno federal.

¿Por qué el PRD esperaría hasta este momento para salirse del Pacto por México? Una de las premisas es la que propongo en el párrafo anterior. Jesús Zambrano había sentido presión suficiente al interior de su partido, lo cual le quitaba ventaja sobre las otras tribus ahí reunidas. Ahora bien, los números en el Consejo Político Nacional del PRD no deberían intimidar la hegemonía de los “chuchos”. El problema es que en la percepción, dicho grupo no garantizaba la autonomía suficiente frente a Gobierno federal.

Recordemos que los “chuchos” siempre se distinguieron por la necesidad (que no capacidad) de acercamiento con Gobierno federal. Le sucedió a Jesús Ortega con Felipe Calderón (y la hegemonía magisterial de la SNTE). Le sucedería a Amalia García con Vicente Fox. Lo mismo ocurre ahora con Miguel Mancera, Graco Ramírez y Arturo Núñez, que sin ser netamente del ala de los “chuchos” mantienen el común denominador de ser una oposición abierta al diálogo y al consenso.

¿Entonces, por qué salirse de un pacto donde sus demandas se veían mejor atendidas, en la medida que condicionaban los acuerdos que de ahí emanaban? Porque se acerca la madre de las reformas: la energética. La izquierda logró una reforma hacendaria de la mano del Ejecutivo federal, y el PRI, al mismo tiempo que el PAN se definía por boicotear la votación en el Congreso de la Unión, ante una reforma que, según su postura, promueve el endeudamiento a largo plazo.

Es en ese escenario fue donde comenzó a apreciarse como inevitable la pronta ruptura del Pacto por México, precisamente por el flanco que más resiente el mínimo cambio constitucional en cuanto a hidrocarburos se refiere. Por más que Jesús Zambrano intentara convencer, no a la opinión pública, sino a su propio partido, de que la reforma hacendaria llevaba las banderas con que los votantes identifican a los gobiernos de izquierda, los cambios en la hacienda pública trazaron ruta a lo que varias voces han definido como una reforma energética urgente, palanca de desarrollo, y uno de los grandes logros del primer año de gobierno de Peña Nieto (hay indicios de que comenzaremos 2014 con cambios constitucionales en dicha materia).

A esto hay que sumar la quinta movilización de los simpatizantes de Morena de todo el país, y algunos cuantos perredistas, en el Zócalo de la capital, para protestar en contra de la “privatización” del petróleo; que, en términos simples (por los cuales siempre se han distinguido) resulta un “atraco a la nación, a punto de consumarse”.

El PRD no podría darse el lujo de entregar la última de las banderas, legado de los “cachorros de la revolución”, e institución que le da identidad y pilar moral de la ideología política mexicana a López Obrador: la nacionalización del petróleo en manos de Lázaro Cárdenas. Si el Sol Azteca no reculaba a tiempo, indirectamente fortalecería a AMLO, como uno aliado temporal, que en el momento preciso retomaría su propia lucha, en la cual se incluye (no lo dude usted) volver a enardecer los ánimos de sus seguidores: estrategia que lo mantiene vivo desde 2005, y en vísperas de fundar un partido político.

¿Qué podemos esperar de la reforma política? El elemento más importante en las reformas “estructurales” para los partidos políticos, lo sigue siendo el mantener y fortalecer la cuota de votantes. El PRI y el PAN no tendrán problema en aprobar los dictámenes de la reforma político electoral, porque algunos legisladores perredistas saben que el respaldo electoral no vendrá únicamente de su partido, sino de la negocia de votos a favor de las reformas. ■

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