“La única diferencia entre la puerta del médico y la del sacerdote
es que la puerta del médico nunca debe estar cerrada y la de el sacerdote
siempre debe estar abierta”
Víctor Hugo
A Sonia Maricela Madrid Rosso, gracias por estar siempre
Intento tras intento, en una lucha día a día, el hombre busca afanosamente un paliativo contra el dolor. Y nuevamente nosotros, los médicos algólogos-paliativistas retomamos el camino, en un esfuerzo más, con un nuevo empuje para que en Zacatecas contemos con una Clínica del Dolor.
En nuestro quehacer cotidiano nos enfrentamos a enfermedades que en un momento de su historia natural se acompañarán de dolor. Una de ellas, la principal, la que nos sirve de ejemplo: su majestad el cáncer, como escribiría algún médico decimonónico en uno de sus testimonios “el emperador de todos los males, el rey de los terrores”.
Las estadísticas son frías, crueles, desgarradoras, y cualquiera que consultemos nos dan cifras nada halagadoras, una por ejemplo nos habla de que de cada 100 egresos hospitalarios referidos, 20 corresponden a cáncer de mama, 13 a cáncer cervicouterino y 12 a leucemias.
Esta enfermedad no toca a la puerta, no avisa de su llegada, transgrede, invade, usurpador silencioso, villano descarado, pero además introduce a hurtadillas al más leal de sus compinches, a su lacayo incondicional, a su compañero de destrucción, un ente tan malvado como él o más que él, sujeto de destrucción, feroz ante sus víctimas, maligno y sin compasión alguna, hablamos del dolor.
Decimos pues que buscamos una nueva oportunidad para que instituyamos una unidad de dolor y cuidados paliativos, un lugar en donde todos esos sufridores encuentren un poco de consuelo y alivio para su mal físico y de su alma, el de ellos y sus familias.
En el año 440 a.C. el historiador Heródoto nos cuenta que: Atosa, reina de Persia, esposa de Darío e hija de Ciro, se detectó un nódulo en uno de sus pechos, mismo que tiempo después su esclavo griego Democedes le extirpo, (¿pudo ser esta la primera mastectomía oncológica?).
La reina después de esto se perdió, no hay más rastro de ella, tal vez la enfermedad la confino a la soledad, se exilió y vio pasar la vida por una mirilla estrecha, o tal vez la depresión hizo presa de ella, y a partir de ese momento la soledad y la amargura, además del dolor fueron sus fieles compañeros, cuadro nada envidiable, aunque es el miso cuadro que en la actualidad se presenta ante nosotros con cada uno de nuestros enfermos oncológicos.
Nuestras autoridades pues deben tomar cartas en el asunto y decidir por crear un centro de esta naturaleza, es el momento, no podemos esperar más, el paciente no puede esperar más, no podemos permitir más que la enfermedad y el dolor los flagelen más. Hace aproximadamente 40 años se crearon las primeras Clínicas del Dolor en el país, en 1991 se inauguró en Zacatecas (La Jornada Zacatecas octubre de 2007) pero no sabemos qué paso, la historia pondrá en su lugar a los funcionarios responsables, la misma historia que nos brinda esta oportunidad a nosotros y a los funcionarios actuales. Nosotros seguiremos picando piedra, trabajando arduamente hasta que el esfuerzo invertido se vea coronado con el beneficio que se le puede brindar a todo paciente que solicite nuestro apoyo en estos casos.
Paliar el dolor en pacientes con enfermedad en fase terminal les representa un gran confort, porque muchas veces el enfermo teme más al dolor que a la enfermedad, teme más al dolor que a la muerte misma, el sufridor sólo hace una súplica: ¡Doctor…que no me duela!
Ante esto, nuestro deber y obligación es brindar el conocimiento del cual hemos sido depositarios por parte de nuestros profesores, sumado al arsenal de medicamentos que hay en la actualidad, para que el tiempo que les quede de vida poco o mucho lo pasen lo mejor posible.
Porque desgraciadamente como dijo el médico egipcio Imhotep en el 2625 a. C.: cura… no hay ninguna. ■
*Anestesiólogo-algiólogo.
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