Latinobarómetro investiga el desarrollo de la democracia, la economía y la sociedad en su conjunto, usando indicadores que miden actitudes, valores y comportamientos. Su encuesta más reciente concluye que la principal debilidad de la democracia latinoamericana sigue siendo la pobreza, la discriminación y la desigualdad.
En cuanto a México, informa que a la pregunta ¿Te interesas en la política? sólo 30 por ciento contestó afirmativamente; 46 por ciento de los mexicanos aprueba a su gobierno y 21 por ciento está satisfecho con la democracia, ocupando el penúltimo lugar; el país más insatisfecho es Honduras con 18 por ciento. Sólo 48 por ciento opinó que los partidos son necesarios y 65 por ciento dice lo mismo sobre el Congreso. El 44 por ciento de los mexicanos opina que “tenemos una democracia con muy graves problemas”; 66 por ciento no cree que la democracia sea el mejor sistema de gobierno, ni que sea preferible a cualquier otro sistema.
En el año 2000 el apoyo a la democracia alcanzaba 44 por ciento, y con la alternancia en la Presidencia aumentó a 63 por ciento en 2002, manteniéndose así durante todo el resto de la presidencia de Vicente Fox, terminando con 59 por ciento en 2005. Felipe Calderón lo sucede e inaugura su gobierno con 54 por ciento en 2006 para bajar rápidamente a 48 por ciento en 2007, llegando a un mínimo de 40 por ciento en 2011.
En 2012 vuelve el PRI al poder y en 2013 sólo 37 por ciento de los mexicanos apoya a la democracia.
La alternancia en el poder no produjo un impacto inmediato sobre el apoyo a la democracia. Hasta 2013 México ha perdido 12 puntos porcentuales de apoyo a la democracia respecto del promedio 1995-2013.
Parte del problema es el pobre desempeño de las instituciones republicanas, entre las que destaca el Poder Legislativo por la percepción negativa que sobre su trabajo tiene la sociedad. La gente no cree que la actividad legislativa tome en cuenta sus intereses, ni que ese Poder del Estado cumpla su función de control sobre los otros dos Poderes, señaladamente sobre el Ejecutivo, y mucho menos que los representantes compartan su preocupación por la inseguridad, la violencia, la corrupción y la impunidad.
La corrupción desbocada ha dañado la ingeniería institucional de México propiciando la inexistencia de equilibrios, la concentración del poder y los abusos.
La disposición constitucional de separación de los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial, no es una ocurrencia; nace de la necesidad de que el poder controle al poder, porque los individuos son muy débiles frente a éste. Por ello hay que aplaudir la voluntad anunciada hoy por 11 legisladores locales, de ejercer sus facultades unidos. La tarea del nuevo grupo parlamentario es restituir la dignidad del Poder Legislativo dañada gravemente por el abandono de sus funciones sustantivas y por la compra venta de votos en su seno. La oposición debe jugar su papel en el sistema: oponerse, criticar y proponer caminos distintos.
