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viernes, 29 marzo, 2024
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Realizan taller sobre la arqueastronomía en el complejo La Quemada, en Villanueva

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Por: ALMA RÍOS •

■ Hoy en día ya no vemos los cuerpos celestes y tenemos otra visión de la naturaleza: Montero

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Con el fin de ofrecer elementos para construir “una arqueastronomía para el norte de México” a partir de los conocimientos que sobre esta disciplina ha recuperado en el altiplano del país el arqueólogo Arturo Montero García, docente e investigador de la Universidad del Tepeyac, se lleva a cabo en la entidad, a invitación del Instituto Zacatecano de Cultura (IZC) y en colaboración con la Universidad Autónoma de Zacatecas  (UAZ) y el Centro INAH en el estado, un curso-taller sobre esta área de conocimiento.

Derivado de los ejercicios de medición, propuestos por el mismo, se obtuvo de manera preliminar el día de ayer, un resultado que apuntaría a que el edificio Salón de las Columnas, perteneciente al complejo arqueológico La Quemada, ubicado en el municipio Villanueva, se encuentra orientado a lo que denominan los especialistas la familia de 17 grados al norte del oeste, coincidente con la que presenta el plan urbano de Teotihuacan, y que comparten, además, otros sitios prehispánicos.

Este dato resulta altamente significativo, comentó Montero García, pues la coincidencia del punto del ocaso del sol con respecto a la simetría del edificio en cita, refiere la fecha 12 de febrero, misma que para las culturas prehispánicas expresa el inicio del año.

Esto es así porque los mesoamericanos contaban 52 días después del solsticio de invierno. Al hacer este cálculo la fecha resultante es el 12 de febrero. El número 52 es un valor matemático significativo en la calendárica prehispánica porque a partir de él se pueden articular dos calendarios, el ritual y el solar, de 260 y 365 días, respectivamente, expuso.

Este referente habría permitido a los pobladores del lugar, marcar las fechas importantes y según observaciones asociadas con las condiciones climatológicas, predecir el temporal, a fin de adelantar o atrasar la siembra, dijo a modo de ejemplo.

Mucho se ha discutido sobre la relevancia de las culturas ancestrales de México, dijo. El hallazgo de esta orientación habla de la erudición de estos grupos humanos. Se atestiguan en ello sus conocimientos de geometría, matemáticas y astronomía. Y demuestra que eran personas muy preocupadas de su ambiente que vivían integradas a él.

Agregó que hoy en día ya no vemos los cuerpos celestes y tenemos una visión muy diferente de la naturaleza. Esto nos lleva a reconsiderar nuestra actitud frente a ella. Es una muy buena lección entender que hay una riqueza en el paisaje, sobre todo en estos momentos de crisis ambiental.

Puntualizó desconocer si estudios previos ya contemplan este descubrimiento. Y citó como antecedente de las investigaciones que se han realizado sobre la arqueoastronomía en La Quemada, los trabajos iniciados en 1995 por Achim Leigemann.

El documento de autoría del investigador alemán, Orientaciones astronómicas y el sistema de medidas en La Quemada, Zacatecas, México, fue tomado como uno de los referentes para el curso-taller que se imparte, pero el mismo, señaló, recupera la información relativa a las asociaciones arqueastronómicas con el equinoccio y los solsticios.

“Esta es otra posibilidad”, comentó, sobre la recién experimentada por el grupo de talleristas a su cargo, que suman 15 elementos entre divulgadores de ciencias integrados al equipo del Centro Interactivo de Ciencias Zigzag del Consejo Zacatecano de Ciencia, Tecnología e Innovación (Cozcyt); el presidente de la Sociedad Astronómica de Zacatecas, Alejandro Muñoz; el supervisor del Museo Arqueológico de La Quemada, José Luis Núñez Villagrana; físicos, arqueólogos y antropólogos, así como estudiantes de estas disciplinas.

“Todo grupo social (dijo en referencia al que dejó como vestigios materiales las construcciones de La Quemada), tiene una gran riqueza y posibilidades, hoy simplemente encontramos una”.

Al respecto comparó el hecho con un diamante y sus caras, al decir que un estudio completo de los elementos arqueastronómicos de este sitio implicaría el levantamiento y análisis de las medidas y orientaciones de las totalidad de sus componentes arquitectónicos y sus vínculos con el entorno, así como la relación que guardan estos con cuerpos y fenómenos cosmológicos.

“Hay muros que miran a otros lados y nos podrán estar diciendo otras cosas. Un estudio arqueológico formal llevaría más tiempo. Medimos un rumbo y arrojó algo. Ya es significativo que nos esté dando hacia la familia teotihuacana”, señaló.

Puntualizó que la intención del taller “es provocar el entusiasmo” de los nuevos arqueólogos, antropólogos, astrónomos y etnohistoriadores, pero también ofrecer posibilidades para que la arqueastronomía se convierta en elemento de atracción turística para los visitantes de La Quemada.

El próximo sábado 16 noviembre, las etnohistoriadoras de la Escuela Nacional de Antropología e Historia –ENAH-, Sara Hurtado Landa y Tania Santillán Hernández, integradas al equipo de trabajo de Arturo Montero García, denominado en lengua náhuatl, Ipan tepeme ihuan oztome (Entre montañas y cavernas), presentarán el número 56 de la revista Cuicuilco, editada por la ENAH, y en la que aparece un artículo realizado por el arqueólogo en la zona Altavista de la cultura Chalchihuites entre los años 2007 y 2009.

Sobre las observaciones encontradas en este lugar, derivadas de un seminario realizado con arqueoastrónomos de la Escuela Nacional de Antropología e Historia del INAH, añadió, “nos dimos cuenta que hay una calendario de horizonte y allá también tenemos un 12 de febrero. Estos emplazamientos de la antigüedad además de ser un espacio ritual están sirviendo a la par, para tener una relación con el tiempo. Son marcadores que nos dicen en qué momento se está viviendo y están orientados a la división del año”.

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