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miércoles, 24 abril, 2024
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1968 (continuación)

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Por: SOCORRO MARTÍNEZ ORTIZ •

El 29 de julio de 1968 se redactó el primer pliego petitorio que enarboló el Movimiento. Su contenido era el siguiente:

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1.- Desaparición del cuerpo de granaderos.

2.- Renuncia de los Generales: Luis Cueto Ramírez y Raúl Mendiolea Cerecero y el teniente Coronel Frías, jefe y subjefe de la policía metropolitana y jefe del Batallón de Granaderos.

3.- Nombramiento de las personas que sustituyan a éstas, con las características adecuadas.

4.- La indemnización si el caso lo requiere, a los deudos de los estudiantes muertos en los hechos del 19 -29 de julio, así como atención médica, hospitalización y gastos de curación para los estudiantes lesionados.

5.- Garantías para el estudiantado.

6.- Derogación del artículo 145 del Código Penal, que tipificada como delito, la disolución social.

Sin embargo, en ningún momento la negociación pareció ser planteada como solución al conflicto por parte de las instancias de gobierno, que en este caso eran tanto el Departamento del Distrito Federal, como la Secretaría de Gobernación. Al contrario, la decisión fue utilizar al Ejército como policía, pensando quizás en cortar de tajo el incipiente brote de protesta estudiantil. Sin embargo, la realidad demostró que sólo desatarían un movimiento sin precedentes en la historia nacional.

A la 1:50 de la madrugada del día 30 de julio de ese año, la Secretaría de la Defensa Nacional tomó por completo las instalaciones universitarias y politécnicas, además de toda la zona. Entraron los granaderos y comenzaron a realizar aprehensiones.

Entre las 2:40 y las 3:00 de la madrugada, el Ejército desalojó por completo las vocacionales 2 y 5 de la Plaza de la Ciudadela.

Ya por la mañana los estudiantes se presentaron en la Torre de Rectoría, y le hicieron saber al ingeniero Javier Barros Sierra, rector de la UNAM, lo que había sucedido aquella madrugada. En la explanada de Ciudad Universitaria, y ante la presencia de 20,000 personas, el Rector encabezó un mitin en el que manifestó su repudio a tales hechos, en un discurso que pronunció así:

“Hoy es un día de luto para la Universidad; la autonomía está amenazada gravemente. Quiero expresar que la Institución a través de sus autoridades, maestros y estudiantes, manifiesta profunda pena por lo acontecido. La autonomía no es una idea abstracta, es un ejercicio responsable, que debe ser respetable y respetado por todos. No cedamos a provocaciones, vengan de dentro o de fuera. Entre nosotros hay muchos enmascarados que no aman y no respetan la autonomía universitaria. La Universidad es lo primero, permanezcamos unidos para defender dentro y fuera, nuestra casa, las libertades de pensamiento, de reunión, de expresión y la más cara: nuestra autonomía. ¡VIVA LA UNAM! ¡VIVA LA AUTONOMIA UNIVERSITARIA!”

Después, el Rector izó el Pabellón Nacional en señal de luto. A partir de entonces, hubo mucho activismo en todas las escuelas universitarias y del Politécnico.

La defensa de la Autonomía retomó gran impulso, las marchas del primero y 5 de agosto cobraron importancia. La primera convocada por el Rector, la segunda por la FNET (Federación Nacional de Estudiantes Técnicos).

También se constituyó el Consejo Nacional de Huelga (CNH), como dirección amplia que garantizó la incorporación y la participación demócrata de todas aquellas escuelas que apoyasen el segundo Pliego del 4 de agosto de 1968 propuesto por el IPN; UNAM Y Chapingo. Contenía seis puntos:

1.- Derogación del artículo 145 del Código Penal, del delito de la disolución social, ya que se trataba del instrumento jurídico de la represión.

2.- Disolución del Cuerpo de Granaderos, instrumento directo de la represión.

3.- Libertad de los presos políticos, que eran víctimas directas de la represión del gobierno.

4.- Cese de los Generales Luis Cueto y Raúl Mendiolea, responsables directos de la represión.

5.- Indemnización a las personas, familiares y víctimas de acciones represivas.
6.- Deslinde de responsabilidades políticas.

Antes del 2 de octubre, el Movimiento estudiantil tuvo un fortalecimiento que se logró a partir de los siguientes acontecimientos:

Aparente inicio de diálogo con las autoridades gubernamentales (21-31 agosto).

La respuesta que el CNH, provocó en contra de las instituciones escolares con disparos de ametralladora. (1-17 septiembre)

Se recrudeció la violencia y la represión con las tomas de Ciudad Universitaria y del Casco de Santo Tomás y Zacatenco, hacia los estudiantes, decididos a no perder espacios para la expresión de su lucha. (18-30 septiembre).

Entrega de las instituciones con lo que se pretendía ser el primer encuentro entre representantes del CNH y las autoridades. Que concluyó con la masacre.

Después de la masacre, Julio Scherer García en su libro Los Presidentes: “…Aquella noche, en un telefonema urgente me había advertido el secretario de Gobernación que en Tlaltelolco, caían sobre todo soldados y a punto de colgar el teléfono había dejado en el aire una frase amenazadora: ¿Queda claro, no? También hubiera deseado apartar la imagen de todos conocida: quince horas diarias en su despacho, servil a fórmulas y rutinas, pendiente de Díaz Ordaz hasta el celo, confundida la solidaridad con el servilismo. Otro tendría que ser el futuro, que el pasado había sido amargo, como nunca antes en los últimos sexenios…” ■

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