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jueves, 18 abril, 2024
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Junta de gobierno o democracia

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS VARGAS •

La universidad nace con la autonomía como esencia, desde el siglo 12 en el origen mismo de la universidad (con el renacimiento de las ciudades en la baja edad media) en París, Bolonia, Oxford o Salamanca; se entendió que el saber, para poder desplegarse, debe tomar distancia del poder (del Estado y del mercado). Porque la lógica del poder tiende al dominio, el cual puede entorpecer el supuesto fundamental con el cual crece el saber: la autonomía de la razón. Sin pensamiento libre no hay conocimiento; y la autonomía de la institución es condición necesaria (aunque no suficiente) del pensamiento libre.

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El rasgo fundacional de la autonomía de las universidades es su capacidad de autogobierno; “universidad” deriva del latín universitas magistrorum et scholarium, que aproximadamente significa ‘comunidad de profesores y académicos (escolares)’, y se les concebían como gremios corporativos (que formaban un cuerpo). En algunas de ellas, quienes ejercen el gobierno eran los escolares.

Pues bien, esta comunidad se puede autogobernar por diversos formatos, entre ellos la junta de gobierno y la democracia electiva. Una junta de gobierno es un órgano colegiado que se constituye en el gran elector, porque es ella la que elige a las autoridades: rector y directores. Los argumentos que ofrecen para esta opción son alrededor del valor de los méritos: (dicen) la universidad es un órgano especial que tiene por objetivo e interés el académico, y no el político, por tanto debe tener una forma de gobierno que ponga en el centro los méritos académicos de sus miembros como el criterio central para elegir entre ellos a sus autoridades; y la instancia donde se pueden ponderar dichos méritos es una junta de notables que tengan la suficiente objetividad, calidad académica y moral para realizar la elección correcta. Los que apetecen esta opción de gobierno, critican a las formas de votación universal en que están muy expuestas a influencias de carácter ideológico y político en las masas universitarias, lo que iría en detrimento de la calidad de la elección.

En contra de esta opción de autogobierno está la democracia electiva: la posibilidad de que todos los miembros de la comunidad universitaria sean los electores, y ellos, mediante un principio de mayoría elijan a las autoridades. Los argumentos para preferir esta forma de gobierno universitario son: primero critican el argumento de las juntas de gobierno por caer en el “error de Hobbes”, que afirma la necesidad del gobierno de ‘solo uno’ porque los hombres son lobos, y por tanto se requiere que la mano dura de uno solo los contenga; pero el error consiste en no tomar en cuenta que ese ‘uno solo’ ¡también es hombre!, y por tanto sujeto a los mismos vicios de todos los demás. Así, pensar que no hay luchas o enfoques ideológicos o intereses políticos en los miembros de las juntas, es falaz.

Por tanto, es mejor que la elección de las autoridades caiga en manos de toda la comunidad universitaria, imposible de ser sustituida en el acto fundamental de elegir autoridad; luego entonces, se debe consultar al universo completo de voluntades. Y como ese ‘universo completo’ es plural, deben instaurarse mecanismos que expresen la pluralidad y garanticen su coexistencia. Además, aducen los argumentos de Stuart Mill, en el sentido del valor educativo de la democracia: la participación te hace responsable, y la responsabilidad estimula la autonomía de la razón, luego entonces, la democracia es una forma educativa central para la propia comunidad de escolares. Y así, se despliega un rico debate, lo importante es que esté lleno de inteligencia y no ponga en riesgo la esencia misma de la universidad: la autonomía.

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