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jueves, 28 marzo, 2024
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El país de la abundancia para pocos

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Por: ÁLVARO GARCÍA HERNÁNDEZ •

A todas luces, la privatización de México y sus recursos naturales y su energía, se antoja irreversible; ya algunos medios de comunicación hacen su mejor esfuerzo por adoctrinarnos sobre los beneficios que obtendremos una vez que el cometido gubernamental se concretice. La idea que nos venden es que vamos rezagados con la comercialización de nuestro petróleo, que la educación pública ya no es rentable y que producir energía es muy cara para todos por lo que mucho ganaremos cuando el inconmensurable brazo de la privatización nos apriete y termine por salvar a la patria de los lastres que actualmente padecemos. Sin duda, el Estado se hace el harakiri y pretende que seamos sus cómplices, ya que una reforma de esta magnitud, debe contar, de acuerdo con el artículo 135 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (CPEUM), con la aprobación del Congreso de la Unión (voto de las dos terceras partes de los individuos presentes) y por la mayoría de las legislaturas de los Estados, por lo tanto, se requerien senadores, diputados federales y estatales a modo y, personas adoctrinadas que se distraigan en otros pasatiempos como la televisión y su encueradero fantasiozo. Si el gobierno mexicano promueve la privatización a través de reformas a los artículos 27 y 28 de la CPEUM, entonces reconoce dos cosas: una, que es incompetente para administrar nuestras riquezas y, dos, que ante su incompetencia, sede el destino de nuestros recursos naturales y el bienestar de las presentes y futuras generaciones a otros más capacitados y más vivaces que el propio Estado; estamos pues ante la precencia del suprapoder, aquel que trabaja tras bambalinas y que mueve los hilos, muchas veces sensibles, de la clase política. Lo deseable sería que privaticen también la pobreza en la que se encuentran sumida millones de mexicanos, pues las pésimas administraciones gubernamentales, históricamente, han generado marginación e injusticia social, llámese como se llame el partido político que haya impulsado la candidatura y del color que sea, así pues, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) tomando en consideración parámetros como el ingreso corriente per cápita, el rezago educativo promedio en el hogar, el acceso a los servicios de salud, a la seguridad social, a la calidad y espacios de la vivienda, al acceso a la alimentación y el grado de cohesión social, concluye que la pobreza se incrementó a 53.3 millones de pobres en México lo cual es prueba irrefutable de la deficiencia gubernamental para abatir los orígenes del enorme rezago social y económico. Peor aún, el Coneval ubica a 11.5 millones de personas que se encuentran sumidos en la pobreza extrema, cuyas carencias son enormes e insultantes pues es este país tan rico, no se ha podido responder a las demandas ciudadanas, violando además, sus derechos humanos más básicos. Ojalá que la buena fe del sector privado vea oportunidades en la superación de la pobreza y que así como han rescatado empresas tan improductivas como la telefonía y los ferrocarriles, nos rescaten a los más de 53 millones que esperamos en el anonimato, la fuerza y entes divinos que nos hagan justicia terrenal. Por el otro lado, también es necesario que como ciudadanos, reflexionemos en nuestra contribución al pisoteo de México, pues nuestra indiferencia, ignorancia y la actitud de rumiar nuestros propios problemas, no nos permite levantar la frente para trabajar por la construcción de una nación más fuerte; seguimos todavía cometiendo las mismas prácticas de vender por despensas y bultos de cemento, el presente y el futuro de nuestros hijos. Continuamos aún eligiendo a los mismos personajes, permitimos que brinquen de partido en partido, como si el cambio de piel fuera posible como en las víboras y el malo se convirtiera en bueno; seguimos enseñando a los jóvenes cómo se participa en la democracia, justificando acciones nefastas en fines personales que se alejan de los intereses comunes. Lamentamos que sean los capitales extranjeros y los vende patrias, los que progresivamente incrementen sus ganancias. Las y los mexicanos debemos aprender en lo inmediato a leer entre líneas para actuar de forma distinta ante los embates desmedidos de la clase política, nos urge madurar políticamente para elegir a verdaderos estatistas y, si nos equivocamos, a promover su destitución por la vía del derecho y la razón antes de que sea tarde para todos y, sea una nueva revolución la que recupere lo que se privatice y se beneficie a todos los que vivimos en este país de la abundancia para pocos.Ojalá. ■

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*Coordinador de la Comisión Nacional de Legislación Ambiental

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