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jueves, 25 abril, 2024
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La espiral y el yerro

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Por: RENÉ LARA RAMOS •

La naturaleza disolvió el recuerdo del eventual disfrute de las fiestas patrias, al aflorar las innúmeras desgracias causadas hasta por la improvisada o inapropiada obra humana. Las tomas televisivas de Peña Nieto en algunos lugares de desastre no borran su política de privatizar tramos de la industria petrolera nacional, encabezada por Pemex. No hay pretexto social, ni nacional que valga, para compartir con privados la riqueza petrolera de México; porqué no emprenden otros desarrollos nacionales. México no añora un presidente nacionalista de dientes para afuera, necesita uno que sirva a la Patria y propicie el dotarla de fortalezas y el incrementar aquellas que permitan desplegar energías y nuevos proyectos de futuro para las decenas de miles de pobres y desocupados, personas dotadas con un pobre capital cultural, adecuado para que sus inteligencia sean pasto de las llamas, la rapiña y falsa cultura de la programación cultural, trasnacional, de Televisa. No se trata de ser México el ombligo del mundo, ni estar cerrados sobre nosotros mismos, sin incorporar novedades culturales de futuro para confrontar la situación de precariedad en que está hundida la inmensa mayoría de compatriotas, gracias a las políticas neoliberales.

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De golpe y porrazo los ricos no dejarán de ser ricos, para pervivir deben asumir, con armonía y cordialidad, las nuevas exigencias que les reclaman contribuir de distintas formas a la construcción efectiva de una mejor sociedad y no sólo explotarla, al extremo, en su beneficio personal. Los pobres, nuestros pobres, no son naturales, son creados social e históricamente y necesitan ser tratados como tales, como producto social e histórico a enriquecer. No necesitan compasión y más allá de gestos de caridad, requieren ayuda privada e institucional para fortalecerse. A eso deben apuntar los programas privados y públicos de quienes son dueños o depositarios de los recursos económicos y financieros, tan desigualmente distribuidos. De súbito, no todos arribarán a un bienestar que no garantiza el actual capitalismo y se habrá de entender que no se puede existir sin riesgos ni peligros en donde por todos los lados de la patria brota el malestar mediante acciones diversas: criminalidad, sobre explotación, especulación, sumadas las tragedias naturales. ¿Cómo está eso de que un puente se fracturó por estar malhecho, o la lluvia disolvió un camino porque su revestimiento se echó sobre la tierra, sin mayor preparación; porque urgía reportarlo, terminado, al fin del trienio y ya entraba a despachar el nuevo presidente municipal? No son cuestiones de ciencia ni de técnica, ni falta de fondos, sino de corrupción y arbitrariedad. Sin vigilancia institucional, ni ciudadana, la riqueza pública no rinde ni se aplica como debe ser: de acuerdo a la exigencia ciudadana y a la norma jurídica y técnica. Cuando se ejecuta acorde eso, la necesidad popular vuelve axial el deseo de superación de un problema, por mínimo que sea y por sencilla que sea la satisfacción a obtener: metros de drenaje, de tubería para agua potable, agua potable, alumbrado, metros de banqueta, etc. Junto a los alimentos, todo eso es de gran valor orientador cívico para los zacatecanos y a su vez orienta. A veces, el político lo invierte todo y lo organiza, cuando lo organiza y jerarquiza, acorde a su deseo político y su muy personal trayectoria con el fin, nada social, de convertir la necesidad popular y social en puente, camino o banqueta, para transitar en la política y acceder a diversos estadios de fuerza y de poder.

Hasta aquí todo puede ser escritura de ciencia ficción, a no ser por el abundante material gráfico y escrito, disponible en papel o en versión electrónica, de lo ocurrido en Zacatecas y en casi toda la república a raíz de abatirse sobre la población los recientes meteoros, según eso, ya casi de salida, tan sólo para ceder el lugar a los frentes fríos, a iniciar, ya. Las despensas se seguirán necesitando y habrá que añadir cobertores y lo más útil: continuar la ejecución de la obra. Por supuesto, hay que esperar y sumar esfuerzos para evitar que la vertical autoritaria se imponga a la espiral magisterial y popular. No se trata de eludir la evaluación, insisten los maestros; sino de establecer reglas claras con las cuales pueda transitar sin mayores sobresaltos el trabajo educativo, difícil de desempeñar en las condiciones concretas de vida en que transcurre la vida familiar y escolar, no todas ellas favorables para educar o aprender. No se hará más extensa y diversa la vida escolar; ni se aprovechará más la escuela, con maestros intimidados por una autoridad educativa que con autoritarismo implanta la precariedad como futuro neoliberal, sin inventar opciones más humanas y sociales, superiores a ese hierro que es un yerro, en política. ■

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