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miércoles, 24 abril, 2024
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Aniversario de un Angel

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Por: LUCÍA DE LEÓN •

Nunca olvidaré el día que mi papá me leyó a Germán Dehesa por primera vez. Era una publicación donde narraba una anécdota que había vivido el día anterior y desembocaba en el artículo que sostenía mi padre en sus manos en ese momento. El texto narraba más o menos esta aventura: manejando él con su niño de copiloto, había topado con un terrible embotellamiento que no cesaba por donde volteara, la colaboración del periódico del día siguiente aun no estaba hecha, ya eran las cinco de la tarde y era la Ciudad de México; la cosa parecía un caos indecible cuando a lo lejos se percató, más allá de todo estrés y de todo claxon, del cerro Iztaccíhuatl con su parsimoniosa silueta que revelaba un cielo azul y transparente en el horizonte. Entonces toda esa presión se convirtió tan sólo en un momento en el que él y su hijo estaban juntos y a lo lejos disfrutaban aquel gigante en calma.

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Germán Dehesa, fue escritor, locutor y periodista pero sobre todo un amigo que encontrábamos en el mensaje de sus palabras. Hermano menor de Angel Dehesa, un joven de verdes ojos expresivos con parálisis cerebral, aprendió a dialogar con maestría; a su lado se volvió experto en conversaciones, había que adivinar qué estaba pensando, en qué momento la cosa se ponía pesada y era momento de dar un giro repentino para continuar el “diálogo”, se contestaba a sí mismo lo que creía pensaba su hermano y fue él la única persona (ni siquiera sus padres) capaz de arrancarle una sonrisa. La Gaceta del Angel, su columna diaria más conocida, representaba un diálogo con su hermano, y gracias a lo que muchos considerarían un infortunio, Germán Dehesa descubrió sus dones.

El sentido del humor siempre estuvo impregnado en sus textos, y la belleza de las pequeñas cosas, o la risa hasta en el mayor de los infortunios. Mostraba a sus lectores un atisbo de luz incluso en los momentos más oscuros y para quienes lo leímos terminó por convertirse en un amigo entrañable.

El 25 de agosto se cumplieron tres años de aquella columna donde nos contaba que los doctores le habían detectado un cáncer terminal que duraría máximo cuatro meses, y aprovechando la ocasión evocaba la dicha de haber escrito de la Ciudad, de la vida misma, y sus situaciones cotidianas que a final de cuentas son las que construyen el paso por el mundo.

Ocho días después, el 2 de septiembre el desenlace había tenido lugar, cuentan que estaba en su casa rodeado de la familia. Aún recuerdo a mi padre leyéndome ese último texto y el silencio en la habitación tras confirmarme la triste noticia.

“Soy totalmente feliz y mal haría si no lo fuera porque entonces ¿cómo saldría a la calle a darle mi mano a la gente, a ayudarla? No puedes (…)” “ Somos contadores minuciosos de todo lo que la vida nos quita, pero nunca aquilatamos lo que nos da” –decía nuestro autor. Así que gracias por el agua de lluvia que formaba el arroyito donde tantos veranos chapoteé, o por los atardeceres rosados sin límite en el cielo mientras mis primas, mi hermana y yo montábamos en el rancho de niñas, gracias a la vida por presentarme a Salvador con quien ahora tenemos a Santi, y gracias Germán Dehesa por todos los textos que nos regalaste.

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