8.8 C
Zacatecas
jueves, 28 marzo, 2024
spot_img

La crónica del siglo 21 en México a través de la estética de la violencia de Elmer Mendoza

Más Leídas

- Publicidad -

Por: ALMA RÍOS •

■ El autor de Balas de Plata y Trancapalabra prepara su próxima libro sobre el secuestro

- Publicidad -

■ Escribir sobre la violencia y la literatura del narco, provoca sentimientos variados, señala

Escribir sobre violencia y descubrir en ella elementos de la naturaleza humana “a partir de instrumentos tan dolorosos” significa para Elmer Mendoza sentimientos variados y un compromiso, más derivado de lo que los lectores han encontrado en su narrativa que en la intencionalidad original del autor. “Mi idea al principio era: yo solamente quiero hacer literatura, quiero ser estilista y tratar esos temas pero socialmente no quiero tener nada que ver”.

“La literatura del narco” donde se le encuadra sólo en México, subraya, es para él literatura social, clasificación que respalda con la opinión sobre su obra de los críticos de Europa y Sudamérica. En la misma, acota,  “hay una serie de personajes representativos de una sociedad, no solamente la mexicana sino que está extendida y con todas las inconveniencias que hay alrededor de ello”.

De esta manera señala, no puede rehuir ni su tiempo ni su espacio, y concretamente el país en que habita y del que se ha convertido en cronista para las siguientes generaciones, del México de inicios del siglo 21: “Un México que tenía muy pocos orgullos, muy pocos mexicanos de qué sentirse orgulloso (…) con quienes se pudiera creer que se podía llevar un buena vida y apostarle a la legalidad. Nosotros vamos a contar esas historias”, dice resuelto.

Su decisión de hacerlo ya es también un ejercicio de honestidad, dice, porque su nombre ha sido asociado a este género como creador e impulsor. “Entonces no voy a llegar mariconamente, ay no, yo no soy, no”. La representatividad que ha abanderado en congresos, universidades y conferencias sobre el tema tiene una postura: “¡Pues carajo, no puedo salir de ahí y luego echarme para atrás!”.

Sinaloa, “es el mejor lugar para nacer, también para morir”

Carlos Monsiváis en su libro Los Mil y un Velorios. Crónica de la Nota Roja en México, recordó como Sinaloa se convirtió para los Estados Unidos de Norteamérica en el lugar idóneo para sembrar mariguana en los años 40 del siglo pasado, cuando en el contexto de la Segunda Guerra Mundial y la conformación de dos bandos contrarios, los aliados y el eje Berlín-Roma-Tokio, Turquía, su principal surtidor del enervante, se adhirió a este último, entonces sus ojos voltearon hacia la frontera sur, a México, y empezó una historia ya por muchos referentes, de todos conocida.

“Hay una teoría literaria que establece que el contexto contribuye a definir al menos las temáticas de los autores. Yo creo que en mi caso sí. Desde pequeño he crecido escuchando las historias de violencia, no estrictamente de narcos pero sí de hombres que darían la vida porque les compusieran un corrido, por ejemplo. Y entonces llego a considerar el narco como una de las posibilidades dentro de mi territorio narrativo casi como un asunto natural”, dice el autor nacido en Sinaloa en 1949.

Sus historias sin embargo, no han requerido conocer estrechamente a los capos del narco. La memoria encuentra en la niñez personajes ligados a esta realidad. Dos amigos de su barrio “entraron a eso pero los mataron en los primeros días. No, no he conocido más personas y ya no tengo ningún interés en conocerlas. Toda la información viene de lo que escucho. Yo soy un tipo de bares muy corrientes donde voy a escuchar la gente hablar y ahí la gente se inventa sus historias”. Estas narraciones le sirven de refuerzo dice, para sus novelas en las que tiene que hacerlas parecer como verdaderas para paradójicamente llevarlas al terreno de la ficción.
 
Un narrador de familia apacible y aburrida que cuenta historias violentas

La violencia es el resultado de los desacuerdos entre los seres humanos, la peor solución a los mismos, “no localizar el justo medio pero además no buscarlo, no luchar por él”,  ofrece la definición el escritor de Balas de Plata, la novela que lo puso en el mapa de referentes de la literatura latinoamericana, tras ejercitar esta estética que tiene en su centro el lado oscuro de la conducta humana.

“Yo soy de una familia de clase media totalmente apacible, todos dedicados a negocios legales…una familia incluso bastante aburrida”. Por ello dice, su autobiografía a nadie le resultaría interesante, pues “no hay ninguna hazaña en un chico que no sabe que va a ser escritor pero que se lo pasa leyendo siempre, ¿no?, Pero mi ciudad sí, yo pude ver (desde) dentro lo que eran las primeras manifestaciones de violencia con las que tuve contacto, pues pasaron en la ciudad cosas que no me explicaba y que me expliqué después”.

En ese intento de explicarse lo que parece a veces inexplicable, Elmer Mendoza prepara actualmente un libro sobre el secuestro y una investigación más sobre violencia intrafamiliar.

“Entre más investigo más me aterra y estoy a punto de abandonar el proyecto porque no puedo concebir que en una casa, que en cuatro paredes exista un universo tan inconveniente de veras, tan podrido, me duele muchísimo. Cada vez que entro más en eso…Yo creo que voy a tener que terminar por abandonar ese proyecto pero el del secuestro sí lo tengo ya muy avanzado”.
 
Pobreza extrema, ausencia de sueños y opciones y la literatura como esperanza

Este recorrido por los temas de la violencia encuentra muchas rutas geográficas y sociales en México, y por tanto muchas historias que contar. “Bueno yo voy a contar la parte que me toca porque igual podríamos ocultar”, y refiere al sexenio de Felipe Calderón en este empeño, para después agregar sarcásticamente que se podría decir que “los mexicanos somos gente de tono rosado que no hace violencia”.

Todo es un invento: los narcos, los asesinatos, los secuestros; enumera, luego con firmeza reincide en su ya asumida vocación y compromiso: “No, nosotros nos hemos puesto los pantalones” para contar la crónica literaria que lleva a crear símbolos a partir de la crueldad de la violencia.

Esa a la que no le ve fin y que asegura persistirá aún después de que muera Elmer Mendoza. De cualquier modo expresa esperanza como otros mexicanos de que “llegue hasta aquí”.

Para ello el nuevo gobierno del país tendría que tomar medidas para impedir que el fenómeno siga creciendo. La pobreza extrema de 15 de los 50 millones de pobres del país significa dice, que nadie de los que están ahí tiene un sueño, una opción. Todos son o vendedores ambulantes o delincuentes o pequeños delincuentes o aspiran a ser miembros de las bandas.

El país se encuentra en estado de indefensión ante sus propios ciudadanos que “podemos acabar con él”. Víctimas y victimarios de nosotros mismos a la vez, dice, y no será culpa de los 52 millones de pobres que esto ocurra sino de las equivocadas políticas educativas y económicas, y “bueno, yo creo que pagaremos las consecuencias”.

Elmer Mendoza estuvo en Zacatecas para presentar la reedición de Trancapalabra, un volumen de cuentos publicado inicialmente en 1989 y en el que el autor se regocija de no encontrarse, pues el libro y el escritor deben tener vidas independientes.

Trancapalabra es una serie de cuentos experimentales construidos cuando Mendoza todavía no sabía que escritor quería ser. Rescata de ellos un elemento común, son historias de víctimas y victimarios. Y una esperanza: que las primeras dejen de serlo, que en un momento dado dice, logren rehacer sus vidas, sus historias “y no sé…vivir lo que les queda de manera diferente”.

Una víctima no siempre puede perder y en las historias de Elmer Mendoza frecuentemente no lo hace, “y eso es digamos, es como una esperanza”.

- Publicidad -

Noticias Recomendadas

Últimas Noticias

- Publicidad -
- Publicidad -