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jueves, 28 marzo, 2024
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¿Te sientes desanimado?

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Por: JULIO CÉSAR NAVA DE LA RIVA •

El desánimo o “quitar la fuerza a la vida” según el diccionario, es un problema universal, repetitivo y contagioso. Universal porque nos afecta a todos, sin distinción de edad, nivel socioeconómico, sexo o escolaridad, todos nos vemos afectados por estados de desánimo en los que no estamos dispuestos a iniciar algún nuevo camino. Puedes estar en situaciones momentáneas o pasajeras que son superadas en horas o días o  en un estado extremo (de depresión profunda) en el que se llega al grado de no tener interés por nada y hasta de no querer vivir. Repetitivo porque a lo largo de nuestra vida se presenta en muchas y muy variadas ocasiones: nadie está exento de caer en eso. Contagioso porque es muy alto el riesgo de que el desanimado con el que compartimos el hogar, la oficina o cualesquier otro tipo de convivencia, logre convencernos de su manera de ver la vida: es tan vehemente el uso que hace de su manera de pensar en la búsqueda de justificar lo injustificable, que frecuentemente termina por hacer que veamos la vida a través de su óptica.

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Estar desanimado es sinónimo de ser pesimista. Te envuelve la amargura, la desilusión y la tristeza. El optimismo no existe y el mundo fue y será definitivamente una porquería, una estupidez y no valdrá la pena ningún esfuerzo porque no sirve de nada. Estar en desánimo hace que se descalifique lo positivo, magnifique lo negativo y estar preparado siempre “para lo peor”. Como resulta obvio llegarás a obtener “lo peor”. Si el mundo es un campo de batalla y el futuro es negro, el presente puede llegar a ser insoportable. Una manera de “prepararnos” es sensibilizarnos de lo que ocurre en nuestro entorno y aprender de ello. Muchos y muy variados pueden ser los orígenes del desánimo e incluso pueden variar en la misma persona en las diferentes etapas de su vida: por edad, por estado de salud, por posición socioeconómica, por su estado civil, etc.

Las cosas que debes tener en cuenta son: El Temor.- incrementar tu capacidad para asumir riesgos, es en cierta forma, muy importante para tomar adecuadas decisiones, para “poner en la balanza” los pros y los contras de una situación que te tiene con las pilas bajas. No olvides que junto a las oportunidades siempre están presentes los riesgos, por ello es que hay qué saber decidir, pero también saber cuando se es víctima del temor que provoca que magnifiquemos las amenazas y minimicemos las oportunidades. Nos paralizamos eliminando nuestra creatividad y capacidad de respuesta, dejamos de intentar y nos conformamos. La Frustración.- todos tenemos capacidad diferente ante la frustración. No ver los resultados esperados es para algunos la causa para desistir y para otros la causa para redoblar los esfuerzos, aprendiendo de sus fracasos o errores. En el desánimo todos debemos aplicar los oficios de líder que es ofrecer atención bajo presión y exigencia, pero con amabilidad y afecto. Hay que recordar la ecuación de William James, según la cual el juicio sobre un resultado no ha de medirse sólo por los logros conseguidos, sino que los logros se han de dividir por los conflictos generados para esa consecución. Por ello, sabiendo que la vida no es perfecta para nadie, hay que hacer todo el tiempo una evaluación de los satisfacciones contra los inconvenientes. Hay que evitar los logros precarios sin conflictos y los conflictos sin avances proporcionales. Fatiga.- desde luego el cansancio afecta, se supone que en términos muy generales con la edad va disminuyendo nuestro empuje, pero por encima de ello está la fatiga emocional.

No eres el único que se desanima y debes entender que no es posible ofrecer recetas para la solución, únicamente puedo expresar algunas recomendaciones: Recuerda tus fortalezas, los éxitos del pasado, el análisis de fuerzas y debilidades; limitaciones todos las tenemos, la diferencia está en el manejo que podamos darles. Revisa cómo estás tratando de llegar a lo que te hayas propuesto, las visiones requieren de una estrategia y la estrategia de un plan. Hay que revisar cada uno de los pasos del proceso para identificar lo que sea necesario corregir, adecuar o evitar. Resiste la gran empresa. Aquello que vale la pena siempre exige de un esfuerzo perseverante. Benjamín Franklin decía: “no hay beneficios sin suplicios”. Tampoco se trata de “morirse en la raya”: la revisión puede hacer que desistamos de lo planeado y, sin claudicar, aprendiendo de lo vivido, buscar nuevos caminos.

El balance entre razón y emoción lo puedes lograr haciendo lo siguiente: cada vez que tengas que tomar una decisión lleva tu mente al extremo racional y quédate allí un rato analizando “fríamente” la cuestión. Luego deslízate hacia el polo opuesto de la emoción y concéntrate en “sentir”. Realiza este juego  varias veces. Expón las razones lógicas (que te dicta la mente) y las razones emocionales (que te dicta el corazón). Escríbelas y en lo posible intenta integrarlas. Las razones lógicas pesan más que las emocionales y nos llevan a cometer menos errores, pero si se combinan con las del afecto puedes matizar tu decisión y hacerla más humana y acorde con tus necesidades. Gracias por su amable atención, hasta el próximo miércoles.

([email protected])

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