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jueves, 25 abril, 2024
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El Cine Plaza y el Cine México ¿se acuerdan?

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Por: JUAN ANTONIO VALTIERRA RUVALCABA •

Los recuerdos y la semioscuridad del cine son hermanas que conviven en la impunidad de la libertad para hacer lo que convenga. Los primeros navegan y están al arbitrio de la persona que los llama cuando un suceso o situación especial los convidan.

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La semioscuridad del cine reverbera imágenes entre los asientos y los aficionados o cinéfilos que casi no pestañean cuando la película es buena. Y justo de ello es la vivencia que viene a visitarme.

La vida en Fresnillo transcurría sin sobresaltos. Todo iba y venía en este municipio semirural normal. Eran finales de los sesenta, 1968 para ser precisos.

En aquellos días, Angel Macías López era el alcalde. Sus biógrafos dicen que fue buen presidente. “Recto y duro en su actuación. Como ejemplo podemos comentarles que estando como presidente, un familiar muy allegado a él cometió una infracción, y a pesar de poder salvarlo del problema, decidió que recibiera el castigo”.

Y era tal su fama que muchos hombres eran denunciados por sus esposas cuando las golpeaban. Desde las rancherías los policías iban en las camionetas, auxiliados -a veces por los judiciales- y se traían a los malos maridos.

Frente a Casa Errecalde, cierta noche, unos muchachos que vendían periódicos allí en el mineral, sin conocer la dimensión de su falta cívica, se pusieron a jugar matatena y cuando alguien quería cambiar de juego por uno de adultos, y sacó entre sus ropas una baraja, dos policías que pasaban coincidentemente, se detuvieron y los llevaron a la cárcel a bordo de una malenita (Volkswagen sedán).

Se los llevaron a la cárcel, así de simple. Así se mencionaba cuando los policías aprehendían a alguien y los remitían a la cárcel que estaba donde ahora es la presidencia municipal. Sicológicamente no median el eventual daño que pudieran haber cometido con esos menores de edad. Se llevaron a cuatro.

Ya en las instalaciones de la cárcel, cuál sistema penitenciario o centro de readaptación social, nadie estaba clasificado. Todos revueltos. Se confundía un asesino con un trasnochado de fiesta ahí detenidos. Nadie era más ni era menos. A todos los trataban igual. Al parecer en esa administración del señor Macías la población de los detenidos se incrementó.

A ese sitio fueron remitidos los cuatro adolescentes. Su delito: jugar baraja en la calle y ser menores de edad. Sin embargo, alguien que atestiguó todo fue testigo de todo y el correo para avisar a la casa de los nuevos reos.

No transcurrieron más de treinta minutos en llegar a la cárcel los padres de los muchachos. Dos de ellos eran mujeres. A gritos, ellas pedían ver a sus hijos, pues no eran como los que estaban dentro de aquella prisión maloliente que en temporadas de calor se producían enfermedades contagiosas tanto que tuvieron que fumigarla varias veces.

El jefe de los policías argumentaba que los habían sorprendido jugando baraja con dinero de por medio. Que eran cerca de las nueve de la noche. Estaba prohibido hacerlo en la calle. Los muchachos decían que “jugábamos matatena con unas piedritas y unos frijoles y justo cuando uno de nosotros sacó una baraja llegaron los policías y nos trajeron para acá…no hicimos nada malo…y además, ellos nos malmodearon”.

Salieron bajo condición de no volver a jugar en la calle, porque si no los metían y ya no saldrían.

El Cine Plaza era una construcción que formaba parte de los edificios que cobijaban al jardín Madero. Los otros eran el del Seguro Social, el de los Mineros y la iglesia de la Purificación.

Ahí, en el Kiosco pudimos ver y oír orquestas y grupos famosos del municipio. A Beto Díaz lo teníamos que oír en el Echeverría o en el de los Mineros que tenían mejor acústica que al aire libre.

El Cine México una construcción que tenía capacidad para unos doscientas personas. Había general, palcos y gayola.

Ambos cines eran espacios de reunión en la banqueta para los que vendían semillas en sus canastas, para los que hacían palomitas en una olla con aceite y maíz y los panes rellenos con una melasa de sabores.

Adentro, vimos películas como Amor en el aire con Rocío Durcal y Enrique Guzmán, Por mis pistolas con Cantinflas, Quintín Bulnes y los hermanos Carrión; Rocambole interpretado por Julio Alemán; Cascabelito con Viruta y Capulina; Ben Hur con Charlton Heston; El beisbolista fenómeno con Resortes, entre cientos de miles que ambas sala cinematográficas proyectaron.

En el Cine México recuerdo se presentaron Johny Dinamo y los Leo, aquellos que interpretaron exitosamente “palabras”, Mike Laure y sus cometas con su rajita de Canela. A ellos se les presentaba como artistas de cine, radio y televisión.

A los cines ingresé muchas veces. Era un menor de edad y solo accedí a las aptas. El que recibía los boletos de la gente que entraba me pedía que le prestara alguno de los diarios que vendía y me dejaba entrar. Me prestaba un banquito. “No más no te sientes en el pasillo, porque estorbas”, recomendaba el empleado. Al término de la película salía y el me devolvía el periódico.

En otras ocasiones, el cácaro me llevó a su sala donde estaban los grandes proyectores. No daba crédito que desde ahí salieran las imágenes hacia la enorme pantalla.

El me daba los cuadros que el patrón o la censura oficial le decían cortara para que no vieran los que asistían al cine entre semana o los sábados y domingos cuando había matiné para niños y pasaban dos por una.

Comunicador. [email protected]

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