Durante los próximos meses viviremos una confrontación política e ideológica como no se ha visto en décadas; el motivo será la intención de Enrique Peña Nieto, el PRI y el PAN de reformar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, para permitir a los empresarios privados, principalmente extranjeros, que participen en las tareas reservadas hasta hoy para el Estado en materia de industria petrolera. Se trata de dar reversa al motivo de fondo de la expropiación petrolera de Lázaro Cárdenas.
El intento forma parte de una iniciativa política iniciada hace poco más de tres décadas por los capitanes del capital financiero internacional y los gobernantes de Inglaterra y Estados Unidos, Margaret Thatcher y Ronald Reagan, quienes patrocinaron una gran ofensiva teórica y política contra el concepto de Estado de Bienestar, las instituciones y las políticas públicas construidas a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial para garantizar los derechos fundamentales de los seres humanos. El propósito de la ofensiva neoliberal ha sido transformar los derechos (educación, salud, etcétera) en mercancías disponibles en el mercado, y eliminar las instituciones estatales correspondientes para dar paso al llamado “Estado mínimo”.
En México la ofensiva inició en 1982, y los instrumentos fueron los integrantes de un equipo formado en Estados Unidos que encabezaba Miguel de la Madrid Hurtado, quien ese año tomó posesión de la Presidencia de la República. A partir de entonces se han venido aplicando rigurosamente las instrucciones del alto mando neoliberal, él que se ha asegurado que el Banco de México y la Secretaría de Hacienda se mantengan bajo el control de su equipo de confianza durante seis sexenios, cuatro del PRI y dos del PAN.
En todo el mundo occidental, la estrategia ha sido disminuir los ingresos del Estado para que los Gobiernos correspondientes recorten las partidas presupuestales destinadas a garantizar los derechos sociales, cuestión que se enmascara con el hecho cierto de que la clase política en su conjunto no garantiza un manejo eficiente y honesto de los recursos públicos.
Sin embargo, en nuestro país el Estado no ha sufrido mermas sustanciales en sus ingresos, no obstante que es uno de los que recaudan menos impuestos y de los que permiten una gran elusión y evasión fiscales, principalmente a los grandes contribuyentes; la razón es que el Estado mexicano cuenta con Pemex como una gallina de los huevos de oro, que aporta cerca de 40 por ciento del Presupuesto Federal. Los neoliberales que han dirigido el país y Pemex no han podido concluir su tarea histórica privatizando la empresa, como lo hicieron con Telmex, bancos, ferrocarriles, etc., pero le hicieron un gran daño permitiendo la corrupción desbocada e impidiéndole crecer invirtiendo sus ganancias en, por ejemplo, reponer reservas o construir refinerías; en lugar de ello los neoliberales gastaron los recursos en gasto corriente y corrupción; no dejaron que la gallina pusiera más huevos de oro para la nación.
La intención es evidente, se trata de mantener el freno a Pemex e impedirle las inversiones necesarias para su modernización, mientras que se abren las puertas de par en par para que lleguen Exxon-Mobile, Schell, Chevron, Repsol, y otras empresas transnacionales que en poco tiempo se apropiarán de una industria estratégica para la nación, lo que les permitirá, como en la minería o en el sistema bancario, imponer sus intereses a los del pueblo mexicano.
