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sábado, 20 abril, 2024
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Adiós al rebozo

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Por: JUAN CÉSAR REYNOSO MÁRQUEZ •

Del 4 al 7 de julio tuvo lugar en el museo Franz Mayer de la ciudad de México, el encuentro denominado “El arte del jaspe y el rebozo: pautas para la conservación de una tradición”, organizado por la antropóloga Martha Turok; dicho evento, en el que participaron además de artesanos reboceros, proveedores de materia prima, diseñadores, investigadores y público en general, tuvo como uno de sus objetivos el que productores y especialistas analizaran las problemáticas del rebozo y sugirieran cuáles son los elementos necesarios para que esa tradición perdure.

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Este encuentro puede ser considerado como una respuesta a la crisis por la que atraviesa la elaboración de rebozos en el país, donde salvo algunas regiones, esta actividad se encuentra en serio riesgo de desaparecer.
Al comentar la antropóloga Turok las principales causas que han dado origen a esta situación tan grave, es interesante constatar que sus comentarios pueden hacerse extensivos a muchas de las ramas artesanales, especialmente aquellas de mayor raigambre en las tradiciones de una cultura popular que padece los estragos derivados de los cambios en los patrones culturales que vive el país en las últimas décadas. Dentro de los factores que la investigadora señala como culpables del progresivo abandono tanto de la fabricación como del uso del rebozo, se encuentran:

La falta de relevo generacional. Hay que recordar que tanto en el caso del rebozo, como de la mayoría de las ramas artesanales, su producción se ha sustentado históricamente en talleres familiares, donde el oficio se transmitía de padres a hijos, garantizando así la preservación de éste. En los últimos años, sin embargo este mecanismo se ha colapsado, producto entre otras cosas de la renuencia de los hijos de los artesanos a continuar con la tradición, prefiriendo en cambio otras alternativas de ocupación más remunerativas. Lo anterior queda de manifiesto en que ante la ausencia de jóvenes, la edad promedio de los artesanos sea de 50, 60 o 70 años, según la rama de actividad.

La escasez de materia prima de calidad, lo que provoca el uso de insumos que derivan en un producto de menor valor y atractivo comercial.
La inexistencia de esquemas de financiamiento público y privado a los cuales las y los artesanos reboceros puedan acceder.
La falta de reconocimiento, tanto por parte del gobierno como de la sociedad en general hacia esta actividad, que en muchas ocasiones es vista como un oficio secundario o de poca trascendencia para la vida social y económica, no obstante su importancia como parte del patrimonio cultural inmaterial del país.
El progresivo abandono de esta prenda como parte de la indumentaria de la mujer mexicana, producto de cambios culturales y de costumbres que se reflejan a su vez en su forma de vestir; cambios tan profundos y generalizados que se observan incluso en zonas tradicionalmente conservadoras como son las comunidades indígenas y el medio rural. Este abandono se ve reforzado por manifestaciones de discriminación e incluso racismo, por parte de sectores sociales “modernos” que ven en el uso de ropa tradicional un signo de atraso. En palabras de Marta Turok: “Cuántas personas son calificadas de folclóricas o típicas o se les dice indias cuando usan un rebozo, un huipil o un morral” (Declaraciones al periódico La Jornada del 7/07/13).

Como comentábamos, estos factores que están provocando la desaparición del rebozo, son los mismos que afectan a la mayoría de las ramas artesanales asentadas en el país, y que en muchos casos han provocado ya la pérdida irreparable de varios oficios tradicionales, que en no pocas ocasiones constituyeron uno de los pilares de la identidad cultural de las comunidades. Esta tendencia, de seguir, contribuirá al creciente deterioro y enajenación cultural de amplios sectores de la sociedad mexicana.

Si consideramos que además de la problemática imperante la artesanía y el arte popular se está sufriendo la pérdida de otros ámbitos identitarios como son la música tradicional, la comida típica, los mitos, las leyendas o la religiosidad popular, el panorama para la vida cultural del país es de escasa diversidad, conformada casi en su totalidad por la llamada cultura de masas. Para revertir esta situación, se requiere de una auténtica política nacional de preservación y fomento de la cultura popular, a la que se le otorgue el mismo nivel de importancia que actualmente se da a los otros rubros de la política educativa y cultural. ■

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