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viernes, 29 marzo, 2024
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Evaluar la educación, evaluar al docente o calificar al alumno

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Por: RAMIRO ESPINO DE LARA •

De ninguna manera pretendo generar un discurso o escrito violento, injusto e injurioso contra alguien o algo, no adoptaría una actitud pesimista contra la educación dado que no pretendo ser buen domador en el proceso educativo; por el contrario, creo lo que hace falta hoy día es que los docentes adoptemos una postura optimista para ejercer y estudiar a la educación desde una perspectiva meramente constructiva, de crecimiento profesional y fortalecimiento institucional.

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Estos tres indicadores o modalidades evaluativas generan gran controversia, tanta que en cierto momento desorientan y desinforman a los lectores, ante ello, la única alternativa es que quienes se encuentren interesados en este tema, formen su propio criterio y externen su propio punto de vista.
La evaluación educativa necesariamente debe ser observada en cualesquier reforma que se haga a la educación, siempre hay que cavilar sobre ella para saber si dicha reforma es o no promisoria. Mucho se ha dicho que las reformas educativas que hoy día se han realizado al sistema educativo y suena algo así como poner la carreta delante de los bueyes en lugar de ubicar con claridad los grandes problemas educativos y que también lo son sociales –la desigualdad y el rezago-.

El reto principal de la evaluación es el de responder con claridad a la naturaleza de quienes son actores principales, no tanto a la naturaleza social sino a las necesidades que la sociedad va planteando como prioritarias; esto significa que con ello se evitarían mecanismos de evaluación homogéneos. A pesar de que institucionalmente se establece que la evaluación tiene como objetivo el mejorar la calidad de la educación, nunca se define con precisión que se entiende por ello y, cuando se hace, se emplea un lenguaje oscuro, confuso y desordenado; tremenda aberración causa esto a grado tal de que se llega a aseverar que la educación será de calidad conforme se va manifestando un mejoramiento constante y un buen logro académico de los educandos.
Tal parece que quienes impulsan las reformas educativas consideran a la evaluación de los docentes como herramienta central para lograr la calidad de la enseñanza –no así de los aprendizajes ni de la educación; mucho menos de las competencias-; hablan de una evaluación que mide el conocimiento de alumnos y maestros mediante exámenes universales y estandarizados; en consecuencia, la evaluación no es la llave mágica que soluciona la falta de calidad en los procesos educativos, la calidad de la educación no mejora con la evaluación, más bien esta mejora como consecuencia de la transformación de la práctica del docente, no debe ser la evaluación sobredimensionada ni convertida como fin en sí misma.

Evaluar al docente ha generado polémica y controversia, socialmente se ha manifestado una disminución o pérdida de la reputación del docente, esto es consecuencia de los mecanismos de evaluación que se le han impuesto a los docentes; Felipe Martínez Rizo, ex presidente del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) señaló que se requiere al menos de 10 años para implementar un modelo de valoración integral del magisterio que no dependa sólo de la aplicación de una prueba estandarizada, y añadió que la labor del docente “no puede ser calificada con un examen teórico-pedagógico, y mucho menos si es de opción múltiple, porque determinar si un maestro es bueno o no es mucho más complejo, que demanda otros instrumentos como su desempeño en el aula”

En consecuencia, la evaluación que hoy día se ha practicado a los docentes no ha promovido la calidad en la educación dadas las manifestaciones de ilegitimidad socia –ni siquiera se ha definido lo que por calidad se podría entender en este proceso-, esto obedece a que su configuración es de corte vertical basada en pruebas estandarizadas y en la entrega de estímulos económicos y/o de sanciones a los docentes; cosa que ha demostrado no ser un procedimiento eficiente para la mejora en la calidad de la educación. Es de esta manera como se hace necesaria la implementación de nuevos modelos de evaluación al docente, los directivos del INEE tienen ese gran compromiso y responsabilidad puesto que ya no podría soportarse un proceso evaluativo que en teoría es encuentra caduco y que para nuestra realidad social ya no es de impacto.

¿El sistema de calificaciones contribuye al fracaso educativo?, si esto es afirmativo, entonces estamos implícitamente aceptando que al alumno ni siquiera lo evaluamos sino sólo lo calificamos. Asevero: mientras se siga utilizando un sistema numérico de calificación, estaremos promoviendo la discriminación entre los alumnos puesto que asignar un número es dar el calificativo de alumnos excelentes, buenos, regulares y malos –situación que daña tanto lo afectivo como lo cognitivo-, incluso a alumnos que son etiquetados como excelentes. Cuando actuamos de esta manera, la imagen del maestro es como la de un instructor que dice lo que los alumnos deben hacer para que obtengan un “buen calificativo”, muchos de ellos se centran sólo en operar los contenidos de su asignatura como si fueran obreros de la educación y los alumnos como máquinas a las que el obrero hace trabajar; me pregunto ¿y los aprendizajes? ¿y el conocimiento? ¿y las competencias? ¿y las necesidades de los alumnos? ¿y le educación? ¿y la evaluación?; creo, en los centros educativos hace falta que se discutan aspectos de esta naturaleza y que se generen acciones para combatir y abatir los males que padece nuestro sistema educativo en el rubro de la evaluación. ■

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