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jueves, 28 marzo, 2024
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Un Ensayo sobre la lucidez

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Por: CÉSAR ALAN RUIZ GALICIA •

Aun suspiro de las elecciones, con el burro Chon y el gato Morris a la cabeza de las encuestas que dictaminan el espanto por el régimen, volvemos recorrer caminos transitados. Las esperanzas no realizadas de la democracia procedimental generan situaciones que hay que analizar con sutileza, hilando fino.

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La abstención es uno de los dilemas políticos-electorales más notables de nuestros días. Desde el punto de vista del análisis del fenómeno, existen numerosos abordes que permiten establecer cuáles son las posibles causas que lo explican, pero es claro que se presenta con mayor regularidad en sectores recelosos que se desencantaron ante la falta de incentivos para acudir a las urnas y que se relaciona con un clima de desinterés en la participación política electoral.

Existe también una especie de puente entre la participación política y la inconformidad con el sistema de partidos, que se presenta incluso bajo la forma del voto en blanco, entendido como un arma de la conducta racional para manifestar inconformidad respecto a las propuestas político-electorales en su conjunto. Los argumentos principales de sus defensores son:

  • Anular el voto es una crítica directa a los partidos políticos, pues si uno simplemente se abstiene, el mensaje es ambiguo, ya que la errática ubicación de las casillas o una mala organización pudieron también generar “abstenciones forzadas”.

  • Se debe participar aunque no se tenga una preferencia partidista específica, pues en una democracia es importante y valiosa la participación en sí y por sí misma.
  • Anular el voto tiene la ventaja de ser un punto intermedio. Se realiza una manifestación de disconformidad sin dejar de participar.
    En la novela Ensayo sobre la Lucidez José Saramago nos presenta una ciudad anónima -no cabe duda que anónimo es la palabra más poblada de todas- donde la mayoría de los ciudadanos votan en blanco, al parecer, de manera espontánea. El gobierno supone una conspiración internacional, pues le resulta imposible creer que no exista una maliciosa inteligencia manipuladora, que con el objetivo de desestabilizar ya no sólo a una gestión, sino al sistema político democrático en su conjunto, organizó secretamente a los ciudadanos para que votaran en blanco.

Tras numerosas investigaciones infructuosas, los poderes deciden, como último recurso, abandonar esta ciudad a su suerte, suponiendo su autodestrucción anárquica, lo que daría oportunidad de exhibir al mundo un ejemplo incontestable de la necesidad de su gobierno y de su sistema político. Sin embargo, los ciudadanos blanquistas se organizan autogestivamente -rememoramos la narrativa de la Comuna de Paris- y logran que todo marche armoniosamente en la ciudad.

Ante el peligro que representa como modelo de organización social sin poderes, sus detractores desarrollan una serie de estrategias de espionaje y atentados en la ciudad, con el objetivo de lograr generar un caos que exija a los ciudadanos pedir su regreso. A estas acciones se enfrentan diversos personajes, con finales trágicos, acaso como la triste cuota que exigen siempre todas las utopías.
Este punto es fundamental. En la decadencia del Imperio Romano, Juvenal se preguntaba: ¿acaso no valen más los héroes que lo salvado por ellos? En esta imaginaria ciudad heroica, parece que por fin podemos decir que el sacrificio de los mejores tiene correspondencia con lo salvado. Por lo menos por un tiempo.

Aunque la ciudad no existe, o no llegue a existir, es posible extraer de la ficción una profunda crítica de la realidad. En el fondo, lo que Saramago pone en tela de juicio es al sistema democrático y elitista que en el capitalismo domina como una idea divina para la organización social en el mundo. Lo que se cuestiona es la aceptación generalizada de las únicas y verdaderas vías, luego de las experiencias del autoritarismo y el fascismo en el siglo 20.
Saramago resalta la permanencia de una lógica con carácter de mando y control que se ha vestido con la palabra Democracia. Es decir, acusa la nueva ausencia de opciones políticas de fondo dentro de un sistema que las promueve de manera superflua, de suerte que revela la urgencia de evidenciar las insuficiencias de la democracia respecto a las nuevas exigencias de las sociedades contemporáneas, para que se convierta en un modelo a superar y no un estático punto de llegada, el fin de la historia.

Así, el gran autor nos regaló páginas de una lucidez que vamos a extrañar. Con una vida dedicada a la ruptura del viejo y nuevo dogmatismo, estoy seguro que llegará el momento en que tengamos que volver a preguntarnos: ¿acaso no valen más los héroes que lo salvado por ellos? ■

Twitter: @CsarEleon

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