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viernes, 19 abril, 2024
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¿Y la sexta propuesta?

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Por: JUAN JOSÉ ROMERO •

Circunstancias que ahora son irrelevantes, dejaron inconclusa la sexta propuesta que Italo Calvino proyectaba, junto a las otras cinco, para la cátedra The Charles Eliot Norton Lectures, bajo el auspicio de la Universidad de Harvard. Entonces, queda la inminencia de algo que despide un halo de desasosiego: ¿acaso está pendiente aún un supuesto más para poder ultimar el virtuosismo de una cantidad truncada por el deceso del autor? Pese a su carácter parcial, las cinco propuestas son indispensables en las variables poéticas del arte contemporáneo, a saber: levedad, rapidez, exactitud, visibilidad y multiplicidad

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La primera de éstas consiste en “el ágil salto repentino del poeta filósofo que se alza sobre la pesadez del mundo, demostrando que su gravedad contiene el secreto de la levedad”, imagen visual que viene de cierto pasaje de un cuento del Decamerón, donde el poeta Guido Cavalcanti se esfuma con inteligencia de sus necios interlocutores. La continuidad de tal habilidad se halla en la segunda de las propuestas: la rapidez. Tras citar una versión de una leyenda de Barbey d’Aurevilly, luego de compararla con diversas composiciones que van desde Petrarca hasta los escritores del Renacimiento, Calvino prefiere la breve narración porque “su secreto reside en la economía del relato: los acontecimientos, independientemente de su duración, se vuelven puntiformes, ligados por segmentos rectilíneos, en un dibujo en zigzag que corresponde a un movimiento sin pausa”.
La exactitud, la tercera conjetura, converge con las implicaciones que el poeta tiene en el uso del lenguaje. Ante una sociedad que ha tomado como modelo de expresión los mass–media, cuya repercusión se palpa a través de la peste que ha diezmado su potencialidad cognoscitiva, bajo una repetición de actos mecánicos que sólo se igualan en formas simples, sin ingenio ni pericia, donde se ha apagado “cualquier chispa que brote del encuentro de las palabras con nuestras circunstancias”, Calvino, a través de Zibaldone de Leopardi, afirma que “una atención extremadamente precisa y meticulosa es lo que exige en la composición de cada imagen, en la definición minuciosa de los detalles, en la selección de los objetos, de la iluminación de la atmósfera, para alcanzar la vaguedad deseada”.
La cuarta propuesta, la visibilidad, corresponde de manera directa con una preocupación que tiene que ver con el futuro de la imaginación individual en el marco creado por la civilización de la imagen. Surge la duda sobre la capacidad cognitiva que llegará a tener la humanidad, sobre su alcance para invocar imágenes en ausencia bajo un entorno totalmente mediático, infestado hasta la saciedad de gráficos prefabricados. Hace referencia a los tiempos en que la memoria visual se conformaba de la experiencia de vida de las personas, cuando ese patrimonio se forjaba a través de las vivencias in situ y de un registro limitado de imágenes reflejadas por la cultura. En la actualidad, el acervo iconográfico se ha volcado en un maremágnum de tales proporciones que existe una confusión de efectos irreversibles; hasta cierto punto es indistinta la realidad de la vida cotidiana con la inmersión ficticia que se transmite por televisión e Internet. “Es como advertencia del peligro que nos acecha de perder una facultad humana fundamental: la capacidad de enfocar imágenes visuales con los ojos cerrados, de hacer que broten colores y formas del alineamiento de caracteres alfabéticos negros sobre una página en blanco, de pensar con imágenes”.
La última propuesta, la multiplicidad, acoge a un género literario que ha ganado importancia desde el siglo 19: la novela. Mas los nombres citados no necesariamente ejercieron este formato de ficción, Flaubert y Borges, aunque sí consolidaron el modelo de la red de los posibles, significativa extensión que es tan necesaria en la novela enciclopédica. A lo que Calvino le atrae de estos modelos es “la densidad de concentración que se reproduce en cada una de las partes”, donde la estructura general basa su consistencia en la fusión de los elementos más dispares. “Los libros modernos que más amamos nacen de la confluencia y el choque de una multiplicidad de métodos interpretativos, modos de pensar, estilos de expresión. Aunque el diseño general haya sido minuciosamente planeado, lo que cuenta no es que se cierre en una figura armoniosa, sino la fuerza centrífuga que se libera, la pluralidad de lenguajes comogarantía de una verdad no parcial”.
Ante lo inminente en la cultura contemporánea, ¿qué otra poética puede valer lo suficiente como para ser evidenciada en una sexta propuesta? No es una cuestión obstinada ante las circunstancias de la migración digital, cuando los sujetos interconectados habitan una nueva frontera de la realidad y la comunicación, donde la imagen y la palabra manan sinfín por los medios electrónicos, resolviéndose ambas en una renovada posibilidad que se fusiona en un único canal visual, sonoro y gestual. La imagen se consolida, íntimamente, en una progresiva estetización que conlleva una intensa tendencia a la uniformidad, a lo homogéneo, bajo el dictado de una universalización del consumo, entrañando una verdadera inversión de la tradición. Al parecer, no hay mejor conjetura que la de Roy Lichtenstein cuando definió en 1963 el arte pop: “No lo sé, la utilización del arte publicitario en la pintura, supongo”. ■

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